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Patricia Lara Salive

Diciembre 30  de 2022

La voz de un general

 

El 16 de diciembre, a las tres de la tarde, Eduardo Efraín Navarro, carpintero de 86 años, hermano de Chavita, quien desde hace años me ayuda en la vida, salió de la pieza donde vivía en Ipiales con su mujer. Quería caminar un poco... Minutos después Eduardo fue encontrado en la calle, tirado en el piso, golpeado y muerto. Le habían robado el reloj y, seguramente, al ver que no llevaba dinero, lo mataron a golpes. Ningún policía lo defendió. La Fiscalía no apareció…

Durante una reciente novena de Navidad, realizada en un condominio de Bogotá, a la que asistía el hermano de un general retirado del Ejército, varios tipos armados con pistolas entraron en dos Mercedes-Benz, atracaron a los invitados, se llevaron todo lo que tenían y, a la salida, se robaron dos Toyotas. Una de ellas tenía un dispositivo que permitía ubicarla digitalmente. Cuando se fueron los atracadores, una de las víctimas llamó a la policía y rodearon el área. El dispositivo de la Toyota indicó la dirección donde se encontraba. Pero la policía no hizo nada. A las cuatro horas, cuando la Fiscalía llegó y les dio la orden de actuar, la Toyota ya no estaba en el lugar indicado por el dispositivo.

Entonces el general llamó al encargado de la policía y lo increpó:

“¿Pero por qué no actuaron?”.

“Porque la Fiscalía no nos había dado la autorización”, le respondieron. “Y porque cualquier cosa que hagamos nos pone en alto riesgo. Lo mejor es no actuar…”.

A ese temor a que los procesen, que según el general tienen los miembros de la Policía y del Ejército, se suman —dice él— “los actos despectivos del presidente, el desplante en la Escuela General de Cadetes y el hecho de que la Policía quedó con 10 generales, de más de 35 que tenía, y cualquier empresa que le saquen el 70 % de su personal de primer nivel queda en una situación precaria”. Además, afirma el general, “hay cambios en la política de seguridad que requieren apoyo de la Fuerza Pública, y están las invasiones de tierras... Pero se necesita diálogo, entendimiento, coordinación. Es que las intenciones se comunican por televisión, pero no se concretan, no se concertan, solo se escuchan discursos de ataque… Las Fuerzas se sienten atacadas, arrinconadas y eso genera malestar, falta de estímulo para actuar. Se necesita dialogar, que se desarrolle con las Fuerzas una comunicación profunda, que se construya confianza, como ocurría en la época de los ministros Lloreda, Esguerra, Santos… Ahora no se está mirando para el mismo lado. Hay mucho ruido y poca esencia. El país necesita que haya cambios. Pero se requiere una orquesta armónica, que interprete la misma partitura. Ahora todo lo que oigo es ruido”.

Hasta aquí los comentarios del general, que bien vale la pena tenerlos en cuenta. Porque en la Colombia profunda, en las regiones, se vive una situación difícil: están agobiadas por la violencia generada por la delincuencia común y las bandas criminales, algunas de las cuales se acogerán a la política de “paz total”, en la que creo. Esa política logrará, probablemente, que la violencia disminuya a la mitad. ¡Eso es mucho! Pero quedarán otras bandas que seguirán delinquiendo y lucrándose con el narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal. Continuará habiendo desalmados que, por nada, maten a ancianos como el hermano de Chavita.

A no ser que haya un Ejército y una Policía que funcionen. Y que obedezcan por amor a Colombia.

¡Les deseo un muy feliz 2023!

www.patricialarasalive.com@patricialarasa

Patricia Lara Salive

Diciembre 23  de 2022

No diga más pendejadas, presidente

Recuerdo mi emoción el 25 de junio, cuando en un encuentro con unos 50 dirigentes de distintos sectores usted, presidente Petro, afirmó que su propósito era “unir al país” y realizar un gran acuerdo nacional que cambiara el clima de odio que se apoderó de Colombia en este siglo. Agregó que ahora vendría lo más difícil, porque ahí estaba representada solo la Colombia del sí y faltaba la del no.

Días más tarde, usted invitó a dialogar nada menos que al expresidente Uribe. El país se movió entre el asombro y el alivio. Y ha mantenido con él una relación cordial de opositores, algo que Colombia necesitaba. Al país le gustó que nombrara un gabinete donde alternaran centristas y petristas. Y las primeras encuestas fueron generosas con usted...

Pero luego comenzó a desafinarse la sinfonía y cada ministro hizo declaraciones por su lado, sin que desde el comienzo el director de la orquesta pusiera orden. Los empresarios y también la opinión empezaron a confundirse, porque un día la ministra de Minas decía que se suspenderían las exploraciones de hidrocarburos y al otro el ministro de Hacienda (“el adulto mayor”, como le dicen a José Antonio Ocampo) afirmaba que continuarían. Esa incertidumbre tuvo un impacto en la economía. Y usted, que es el director de la orquesta, seguía y sigue sin decir nada al respecto.

Pero hay una muy buena noticia: la ministra de Minas anunció, antes de que la citaran al Congreso, que había ordenado la reactivación de 35 contratos de exploración que estaban suspendidos por razones de consultas con las comunidades, etc. Eso, en la práctica, significaba que su Gobierno, ¡por fortuna!, echó para atrás la idea de no permitir que se contraten nuevas exploraciones de hidrocarburos. Sin embargo, ¿por qué no lo dice claramente, presidente? Si lo dijera, le haría un gran bien a la economía del país, eliminaría la incertidumbre y uniría en torno a esa nueva política suya a un sector importante del empresariado que se ha puesto en su contra. Además, esa es una medida sana porque nadie sabe si los contratos de exploración que hay hoy son suficientes y hasta cuándo van a llegar.

Pero hubo otro disparate aún más asombroso: hace unos días, luego de que el ministro de Transporte anunció la entrega de la vía Pasto-Rumichaca y dijo que así “el Gobierno de la vida continúa incentivando la productividad, el turismo y la agroindustria”, usted afirmó que en las autopistas 4G “se tira un poco de plata”, que no contribuyen al desarrollo de un territorio sino al “concepto capitalista de la velocidad” y que “solo sirven para importar productos y matar la producción nacional”, además de que con eso los que se benefician son “los dueños del gran capital”.

Ante semejante burrada, le saltaron el exalcalde Enrique Peñalosa y el presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, quien dijo que “las vías nacionales, 2G, 3G, 4G y 5G, todas, son necesarias (para) unir a Colombia y sus regiones. Ni la paz, ni la unión del territorio, ni la competitividad son posibles sin infraestructura”.

Así es.

Y añado una pregunta, presidente: ¿cómo pueden llegar los millones de turistas que usted quiere traer para reemplazar los ingresos de los hidrocarburos, si aquí no hay autopistas ni se terminan las inconclusas?

Por favor, presidente, no diga más pendejadas. No exacerbe innecesariamente la lucha de clases. Eso le hace daño a usted y divide más al país en vez de unirlo, que es lo que usted quiere.

¡Feliz Navidad!

www.patricialarasalive.com@patricialarasa

Patricia Lara Salive

Diciembre 16  de 2022

Para leer en vacaciones

No hay mejores vacaciones que las que transcurren en una hamaca leyendo buenos libros a la orilla del mar.

Aquí mi selección:

A quienes les interese conocer los secretos de la izquierda en su ascenso al poder, hasta llevar a Petro a la Presidencia, les recomiendo La izquierda al poder en Colombia, de León Valencia, columnista y novelista que, como desmovilizado del Eln, ha tenido una trayectoria muy exitosa en la vida civil y hoy es reconocido como uno de los analistas políticos más lúcidos del país.

A quienes deseen entender a fondo nuestra violencia de hoy les sugiero que no dejen de leer El mapa criminal en Colombia. La nueva ola de violencia y la paz total, libro del senador y analista Ariel Ávila, en el que, con datos y mapas, hace revelaciones espeluznantes sobre el panorama de la criminalidad en el país. Plantea que se les debe hacer un juicio de responsabilidades al expresidente Iván Duque y al uribismo por el deterioro de la seguridad, habla de la situación difícil que hay con los militares y augura que al finalizar el gobierno de Petro la violencia política se habrá terminado, pero la generada por las organizaciones de alto impacto solo habrá disminuido en un 50 %, siempre y cuando a los mafiosos se les aplique la política de zanahoria y garrote, pero aún no se ve el garrote.

Para los que les gustan las novelas, hay tres apasionantes: la primera, Los hechos casuales, de Juan Carlos Botero, en la que las casualidades y los hechos fortuitos e imprevistos sorprenden al lector y jalonan la historia de una manera envolvente y apasionante. La segunda, Cómo vivir en vano, de Ricardo Silva Romero, es un entramado de complejas relaciones familiares y sociales en un contexto singularmente intrincado, ubicado en el 2020, año de la pandemia, la cuarentena y la incertidumbre. Y la tercera, Salvo mi corazón, todo está bien, de Héctor Abad Faciolince, es una novela que confirma por qué Abad es uno de los autores emblemáticos de Colombia y uno de los más leídos en el exterior. En ella, nos introduce en la crisis existencial de un sacerdote bondadoso y culto, amante de la ópera y del cine, un personaje singular que vive en un mundo hostil y complejo que pone a prueba sus creencias más profundas.

Finalmente, para todos, porque a todo el mundo le gusta sentirse bien y comer delicioso, están los tres libros que acaba de publicar María Villegas en Villegas Editores: en el primero, Vuela alto, María, quien es hipnoterapeuta clínica y coach, explica de manera amena a partir de casos tratados por ella cómo momentos corrientes de la vida impactan las actitudes y acciones de las personas, y cuenta qué debe hacerse para tomar mejores decisiones a partir del fortalecimiento del amor propio. En el segundo, Mis recetas favoritas de Navidad, Villegas, quien también es chef y autora premiada internacionalmente por sus libros de cocina, publica su cuaderno de recetas, que incluye más de 60 pasabocas, platos fuertes, postres y cocteles apropiados para servir en las novenas. El tercero, el campeón de los tres, Día a día. ¡Relájate y come delicioso!, es un libro en el que ella nos da las recetas para el mes, espléndidas y fáciles: salmón teriyaki, mejillones al curry con chutney de mango, ajiaco, lomito encebollado con mantequilla thai, ensalada de vinagreta de maní, arroz con coco como en las islas, cheesecake de pistachos, en fin… gran regalo para uno y para quienes uno ama.

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Patricia Lara Salive

Diciembre 02  de 2022

Fiscal sin límites

Esa goma no puedes usarla tú porque es un bien del Estado”, le dijo el expresidente Carlos Lleras Restrepo, entonces ministro de Hacienda, a su hijo Carlos, de siete años, quien por cualquier motivo había llegado al despacho de su padre y, para pegar unos papeles, había cogido de la oficina del ministro un frasco de goma, equivalente al pegante en barra de hoy.

Esa anécdota, que se la escuché al doctor Lleras varias veces y que, si mi memoria no me falla, él relató en una de sus series históricas —Borradores para una historia de la República Liberal o Crónica de mi propia vida—, se me quedó grabada para siempre.

Y la recuerdo a menudo. Es que, con mucha frecuencia, a varios personajes de este país se les borran los límites entre lo público y lo privado, entre los bienes propios y los del Estado.

Para no ir muy lejos, recuerdo la alegría, reflejada en su voz y en sus palabras, con que en un audio doña Juliana Márquez, madre del expresidente Iván Duque, escuchaba a Nova Lorena Cañón contarle que había 28.000 predios incautados por la SAE, entre los cuales ella podía escoger los que quisiera para que pasaran a alguna loable fundación cercana a sus afectos.

Y recuerdo también ese viaje que armó la anterior primera dama, María Juliana Ruiz, en uno de los aviones oficiales, para volar a Armenia con sus hijos, unos amiguitos y sus mamás, con el fin de celebrarle el cumpleaños en Panaca a una de sus niñas. La Presidencia afirmó que ese viaje estaba justificado por el Manual de la Fuerza Aérea, el cual establece que, en aras de la protección de la familia presidencial, esta se debe transportar en aviones del Estado. ¿Pero por qué la entonces primera dama Lina Moreno de Uribe sí podía viajar en aviones de línea y en turismo? ¿Por qué Duque, su esposa y sus hijos no se fueron en el mismo vuelo? ¿Y por qué un avión lleno de gasolina pagada con nuestros impuestos llevaba a Armenia a los amiguitos de los hijos de Duque y a sus mamás? Simplemente porque se les borran los límites entre los bienes públicos y los propios.

Un ejemplo de esa confusión lo hemos observado nada menos que en el fiscal general de la Nación, Francisco Barbosa, y su esposa: primero, el columnista Yohir Akerman publicó un video que muestra a los escoltas del fiscal, en carros oficiales, sacando a pasear a las mascotas de su jefe. Barbosa dijo, tranquilamente, que sus mascotas merecen protección porque ellas hacen parte de su círculo familiar.

Después fue el escándalo de su esposa, Walfa, quien una noche sacó cinco maletas y dos máscaras venecianas de un piso arrendado por la Fiscalía para uso de la Dirección de Protección y de la Subdirección de Bienes, encargadas de custodiar objetos decomisados o abandonados. Barbosa, quien dijo que todo era falso, afirmó que el contenido de las maletas hacía parte de su trasteo. Pero, si eso era así, ¿por qué su esposa usaba una instalación oficial para guardarlo?

Por último fue la revelación de que el fiscal tenía asignadas como trabajadoras domésticas de su casa a dos empleadas de servicios generales pagadas por la Fiscalía dentro del contrato de esa entidad con Ut-Soloaseo-Eminser. Barbosa también desmintió el hecho, pero la revista digital Cambio publicó los documentos oficiales que prueban lo dicho.

En conclusión: ¡cómo le hubiera sentado de bien al fiscal Barbosa que el doctor Carlos Lleras Restrepo le hubiera explicado qué diferencia hay entre los bienes públicos y los privados!

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Patricia Lara Salive

Noviembre 25  de 2022

 

Peligros de una paz leguleya

En la fotografía, con palmeras de fondo, publicada por el diario El País, José Félix Lafaurie —samario, de 64 años, presidente de la Federación de Ganaderos, marido de la estridente senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal, derechista hasta la médula y ahora miembro del equipo negociador con el Eln, nombrado por el presidente Gustavo Petro— mira sonriente a Israel Ramírez, alias Pablo Beltrán —santandereano, jefe del equipo negociador de esa guerrilla—, quien sostiene en la mano izquierda la novela Blanca oscuridad, del periodista Jorge Enrique Botero. Beltrán sonríe también, pero mira a lo lejos... Parece como si hubiesen sido amigos de tiempo atrás. Y lo que habían sido era acérrimos enemigos. Sin embargo, seguramente entre ellos operó la magia que surge muchas veces cuando dos personas se miran a los ojos y se descubren como seres humanos.

Lafaurie es ingeniero civil con maestría en Economía, terrateniente, defensor de los ganaderos, exviceministro de Agricultura y exsuperintendente de Notariado y Registro, acusado de tener vínculos con el paramilitarismo. Pablo Beltrán, antiguo estudiante de Ingeniería de Petróleos de la Universidad Industrial de Santander, en los años 70 ingresó al Ejército de Liberación Nacional, ascendió en el escalafón guerrillero hasta llegar a ser miembro del Comando Central y ha sido acusado de estar involucrado en extorsiones, concierto para delinquir, desaparición y desplazamiento forzados, secuestro, rebelión y terrorismo contra la infraestructura petrolera. Ambos muy probablemente lograrán esta vez ponerse de acuerdo y, junto con el Gobierno Petro y los demás miembros de los equipos negociadores, llegar a la paz.

¿Pero por qué en esta ocasión sí y las siete anteriores no? Porque por primera vez, como lo escribió León Valencia en Cambio y como lo manifestó Pablo Beltrán, el Eln está negociando con un gobierno de izquierda, porque se identifica con él en varios puntos, porque todos están conversando sin condiciones previas, porque Petro los dejó sin argumentos políticos para seguir en armas y porque las reformas que se acuerden en la mesa se van a ir implementando. Seguro también, porque sienten que se les va la vida (los jefes elenos son adultos mayores: Gabino, 72 años; Antonio García, 66; Pablo Beltrán, 68), se dan cuenta de que la lucha armada ya no tiene futuro y en cambio ven que un antiguo guerrillero como Petro, de 62 años, sin renunciar a sus convicciones, llegó al poder por el camino de la paz y ellos por el de las armas no tienen posibilidad.

 

Sin embargo, para que no fracase esta gran esperanza de paz, tanto los negociadores del Gobierno como los del Eln deben ser audaces (Petro ya lo fue y de qué manera: nombró a Lafaurie) e informarle al país lo que vayan acordando en la mesa, en vez de mantenerlo en silencio hasta el final, como ocurrió en el proceso con las Farc: eso generó en la opinión elucubraciones y distorsiones inconvenientes. Pero, además, ambos equipos y el Gobierno en pleno tienen que hacer un esfuerzo infinito para no sucumbir ante ese maldito santanderismo colombiano que todo lo complica y lo paraliza.

Entonces así tendríamos paz…

***

Felicitaciones grandes a Fidel Cano, ganador del Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un Periodista, quien ha hecho de este querido periódico un refugio de la libertad de pensamiento y opinión. Gracias, Fidel, por tus luchas y tu espíritu libertario.

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Patricia Lara Salive

Noviembre 18  de 2022

Me le quito el sombrero, senador Roy

Como jugando gambetas con la muerte, el senador Roy Barreras, médico, especializado en Sociología, Derecho, Literatura y Administración, sale de su casa a las 5:30 a.m. para estar a las 6 a.m. en la Fundación Santa Fe de Bogotá y recibir el tratamiento contra el cáncer de colon que le descubrieron hace cerca de dos meses. Unos días le aplican radioterapia y otros la quimio. Recibe, además, los sueros de hidratación y los paliativos para apaciguar los efectos secundarios que le produce esa cura atroz. Y antes de ir a trabajar se pone las agujas de acupuntura, técnica que aprendió de la medicina tradicional china.

Aun cuando ha bajado siete kilos (ha perdido el apetito), a las 8 a.m., por lo general, Barreras, que más parece un Maradona de la política y la vida, ya está en su despacho del Congreso desarrollando una actividad frenética para conseguir su meta: lograr, en estos ocho meses que le quedan como presidente del Senado, que se aprueben las leyes principales que requiere el Gobierno de Gustavo Petro para emprender el cambio que prometió en su campaña, encabezado por la consecución de la paz total.

En esta legislatura, Barreras ha desarrollado una tarea titánica que ha derivado en la aprobación, en tiempo récord, de las leyes para la paz total, la reforma tributaria y el Acuerdo de Escazú. Espera avanzar en la jurisdicción agraria, el Código Electoral y la creación del Ministerio de la Igualdad; sacar adelante la reforma política y, en el próximo período, hacer aprobar las reformas laboral, pensional y a la salud. Todo eso, si la vida y Dios, en quien él cree, se lo permiten…

 

Parece que así será: en entrevista con María Isabel Rueda, dijo que tenía buenas posibilidades de conseguirlo: le han dado 80 % de probabilidades de vivir y 20 % de encontrarse “con el creador, sin ningún miedo”.

Como médico que es, Roy Barreras sabe exactamente cuál es su condición. Por eso, sin duda, aprovecha cada segundo: duerme apenas dos horas diarias, se lee tres libros por semana (a los 18 años tomó un curso de lectura rápida), dicta poemas (ha escrito tres libros de poesía), en sus insomnios escribe una novela, pasa tiempo con sus hijos Lorenzo (de 17 años) y Simón (de 14), y practica ejercicios de piano con el mayor. Sueña no con ser ministro ni presidente de la República, sino con terminar su período como presidente del Senado con todas sus metas conseguidas y, luego, ser embajador en Portugal, recordar a Saramago y al poeta Camões, caminar por las callecitas empinadas de la capital y escribir las novelas que tiene en mente porque desea nada menos que ganarse el Premio Nobel de Literatura.

Definitivamente este caleño 58 años, hijo de una madre soltera campesina, que fue panadero y taxista en las noches y estudiante de Medicina en el día; que ha sido cuestionado, entre otras cosas, por cambiar de partidos (“se puede cambiar de partido, pero no de ideología”, comentó alguna vez que decía Churchill); que aparte de médico en ejercicio ha sido representante a la Cámara y negociador del Acuerdo de Paz con las Farc; que además le canta la tabla al Gobierno (ha dicho que “sin petróleo no hay paraíso” y que “el sistema de salud colombiano es uno de los mejores de América Latina”), y que sueña con lograr la paz completa, es un valiente. Bien merece, una vez logre aprobar las leyes que Gustavo Petro necesita para hacer el cambio, recorrer Lisboa tranquilo, recitando a Fernando Pessoa.

www.patricialarasalive.com, @patricialara

Patricia Lara Salive

Noviembre 11  de 2022

Petro, entre los aciertos y el disparate

A muchos no les han gustado los primeros 100 días del gobierno de Petro. Otros, quizá los más, continúan en su petrismo cerrero y todo lo ven perfecto.

Pues ni lo uno ni lo otro. Por una parte, nadie puede negar que el presidente, sus ministros de Hacienda y del Interior, el comisionado de Paz y la bancada de gobierno —liderada por el presidente del Senado, Roy Barreras; el senador Iván Cepeda, en temas de paz, y el senador Gustavo Bolívar, en asuntos económicos— obtuvieron éxitos incuestionables. En menos de 100 días lograron que se aprobaran los dos principales proyectos del Gobierno: el de la paz total y la reforma tributaria, que no generará los $25 billones adicionales que se pedían, pero con su recaudo se dispondrá de $20 billones, es decir, el doble de lo que admitían los gremios. Además se aprobaron el Acuerdo de Escazú y la Jurisdicción Nacional Agraria —que habían naufragado con Duque—, se avanzó en la reforma política, la ministra de Agricultura puso a marchar la reforma agraria y se reanudaron las relaciones con Venezuela. ¡Moñonas, todas!

Pero también hay que dejar claro un punto muy complicado en el desempeño de Petro y es el que tiene que ver con el timing de su política energética. Hay que decir que su propósito de conducir al país hacia las energías limpias es el correcto y que eso mismo lo están planteando en los principales países de Europa. Lo que se discute es cuándo y cómo hacerlo. Por una parte, se sabe que Colombia solo contribuye en el 0,6 % a la producción global de los gases de efecto invernadero que están generando el cambio climático y la mayor parte de ellos, en el caso de nuestro país, provienen de la deforestación acelerada más que del uso de carbón y petróleo. Por otra parte, hay que tener en cuenta que hoy los hidrocarburos y las industrias extractivas le generan a Colombia cerca del 60 % de sus ingresos por exportaciones.

El presidente dijo en campaña, y no ha retrocedido en esa afirmación, que no autorizará la exploración de nuevos yacimientos; no obstante, el ministro de Haciendo aseguró, por fortuna, que sí habrá nuevas exploraciones. Según los expertos, esa incertidumbre y esas contradicciones han llevado a que la acción de Ecopetrol haya perdido más de la tercera parte de su valor y que el dólar se haya devaluado más que en otros países, lo cual ha generado un impacto negativo en la inflación.

Gustavo Petro no puede matar la gallina de los huevos de oro ni privar al país del chorro de dólares que a partir del 2028 ingresarían si hoy autoriza nuevas exploraciones de petróleo, máxime si no se ha probado que sí vayan a llegar las divisas provenientes del turismo y la agroindustria con las que él cree que reemplazará los ingresos petroleros. Además, no puede renunciar a esos recursos porque son los que harían factible financiar el tránsito hacia las energías limpias.

El presidente Petro tiene que ser responsable y darse cuenta de que debe domar su personalidad e impedir que su terquedad lleve al país a la bancarrota. Nada le cuesta decir muy pronto: “Colombianos y colombianas, me equivoqué, no medí el impacto que mi anuncio tendría en la economía; así que decidí que habrá nuevas exploraciones mientras nos preparamos para que, cuando estas se suspendan, no se ocasionen daños severos en la economía”.

Hacerlo, presidente, solo le costaría un acto de valor. Así usted recuperaría los puntos de popularidad perdidos y la economía se estabilizaría. ¡Piénselo!

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Patricia Lara Salive

septiembre 30  de 2022

Perdón, Francia Márquez

“Aquí no hay racismo”, dijo un conocido político, miembro de una de las familias de mayor abolengo del país, exministro y varias veces embajador en Europa, quien asistía a un pequeño homenaje para Luis Gilberto Murillo, que por esos días iba a ser nombrado embajador de Colombia en Washington.

Varios de los asistentes lo refutamos.

Recuerdo ese episodio ahora, cuando el racismo —cuya existencia niega el distinguido exfuncionario, como lo hacen tantos compatriotas— explotó en Colombia de manera innegable a raíz del ataque que acaba de sufrir la vicepresidenta Francia Márquez, quien fue insultada e injuriada de la manera más soez por una de las asistentes a la primera manifestación de protesta que hizo la oposición contra el gobierno de Gustavo Petro, como consta en un video que se volvió viral. Quien la atacó fue una señora estridente y blanca que dijo llamarse Esperanza Castro y adorar al expresidente Álvaro Uribe. Así como lo hicieron la cantante Marbelle, el parlamentario Polo Polo y tantos otros que se expresaron durante la campaña en las redes sociales, la tal señora insultó a la vicepresidenta por ser negra y pobre y porque, siéndolo, ocupa el segundo cargo más importante del país. “Los simios gobernando… ¿Qué educación puede tener un negro? Los negros roban, atracan y matan”, se atrevió a vociferar esta peligrosa mujer que, por desgracia, representa a muchos que piensan como ella.

Lo peor es que, a juzgar por las cifras que reflejan la discriminación de la que han sido víctimas los negros, de alguna manera representa también el racismo que a lo largo de siglos ha practicado nuestro Estado. Si no fuera así, ¿cómo se explica que la proporción de negros en pobreza sea casi el doble que la del país? ¿Y que los negros sin acceso al agua potable sean cinco veces más que el resto de la población? ¿Y que el porcentaje de negros que han terminado bachillerato esté cerca de dos puntos por debajo del resto de la población? ¿Y que los negros desplazados sean más del doble que la proporción de desplazados de la población en general? ¿Y cómo se explica que mientras en Colombia los negros son el 10 % de la población, el 38,38 % del total de víctimas del conflicto sean negros y el 35 % de los líderes sociales asesinados entre 2015 y 2019 también lo hayan sido?

Esas preguntas sólo tienen una respuesta: todo ello se explica porque Colombia es un país en extremo racista.

Ese racismo únicamente puede empezar a corregirse, primero, si se reconoce que existe; segundo, si sus manifestaciones se castigan y rechazan con severidad, como debe hacerse en el caso de la señora Castro; tercero, si se emprende una campaña masiva de educación antirracista, y, cuarto, si el Estado desarrolla una acción decidida para igualar los indicadores de bienestar de las poblaciones negras a los del resto del país.

Mientras eso no suceda, todo lo que se haga equivaldrá a manifestaciones huecas que carecerán de impacto.

Y mientras todo ello se corrige, no podemos sino pedirle mil veces perdón a Francia Márquez por las injurias de que ha sido víctima. Y agradecerle, además, su valerosa lucha de antaño en contra de la minería ilegal y su importantísima labor de ahora en favor de la igualdad y de la dignidad, lucha que nuestra respetada vicepresidenta librará hasta que “la dignidad se vuelva costumbre”.

Debido a vacaciones de la autora, esta columna volverá a aparecer el 11 de noviembre.

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Patricia Lara Salive

septiembre 23  de 2022

A retiros espirituales

¿Qué tal si los encargados de la paz total en el Gobierno de Petro —el comisionado Danilo Rueda, el canciller Álvaro Leyva— y el presidente de la Comisión de Paz del Senado, Iván Cepeda, invitan a retiros espirituales a los negociadores del Acuerdo de Paz con las Farc, Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo; al expresidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux; al senador Roy Barreras y a los exministros del Interior de Santos, Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera? Así impedirían, por una parte, que prospere este inconveniente desencuentro público —que bien puede tornarse en agarrón— surgido entre los negociadores de paz de los gobiernos de Santos y de Petro. Y así, por otra parte, incorporarían al equipo a unos consejeros que poseen valiosísima experiencia en el manejo de unas negociaciones de paz que, si bien no lograron la desmovilización total de las Farc, sí consiguieron el desarme de gran parte de ellas.

Es mucho lo que el país les debe a De la Calle, a Jaramillo y a los demás miembros del equipo negociador de Santos. Y es mucho también lo que les debe a otros que colaboraron estrechamente con ese proceso y que hoy lideran los planes de paz total de Petro: Álvaro Leyva e Iván Cepeda. Todos ellos pueden encerrarse en un cónclave y llegar a un acuerdo sobre qué caminos escoger para alcanzar la paz total y cómo empujar aceleradamente la implementación del Acuerdo con las Farc. Es muy fácil que logren un consenso porque todos están de acuerdo en conseguir la misma meta: la paz del país. Y todos, además, le han apostado su vida a ese propósito.

Ahora, para llegar a un acuerdo, tienen que hacer a un lado los egos y las susceptibilidades: que la parte de paz que falta sólo puede hacerse como yo la hice, que a mí no me han llamado, que no me han preguntado, que ahora nosotros somos los que vamos a buscar la paz total y vamos a conseguirla como nos parezca, que ya el tiempo de los otros pasó, en fin…

No. A la paz han contribuido todos: Ernesto Samper, con sus acercamientos con el Eln; Andrés Pastrana, con sus intentos en el Caguán; Álvaro Uribe, con su paz con los paramilitares; Juan Manuel Santos, con su Acuerdo con las Farc, sus negociaciones con el Eln y sus acercamientos con el Clan del Golfo; y ahora Gustavo Petro, con su proyecto de paz total.

En este momento lo que se necesita es que todos dejen salir su generosidad y su amor por Colombia para que las diferencias de concepto que han surgido encuentren una solución que, sin egos heridos, será muy fácil de hallar en este país de leyes. Así, juntos, especialmente los equipos de Santos y de Petro, podrán trabajar para lograr esa paz grande que recomendó el Informe Final de la Comisión de la Verdad: una paz con todos los grupos, una paz en la que el Estado tome la iniciativa con el Eln, una paz que implemente aceleradamente el Acuerdo con las Farc, una paz en la que se proceda a fondo con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo hasta lograr que entreguen el entramado, una paz grande que incluya también a los civiles y a los políticos, una paz que permita que Colombia dé un salto adelante y empiece a discutir sobre otros asuntos, pero no sobre el único que no tiene discusión: que necesitamos la paz ya y que ella es “un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, como lo ordena la Constitución.

Sin embargo, para que ese milagro suceda, se requiere que los dirigentes tengan, ante todo, voluntad política y mucha generosidad.

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Patricia Lara Salive

septiembre 16  de 2022

A sacar a Cuba de la lista negra

Por fortuna Cuba no le hizo caso al presidente Duque, respetó los protocolos que se había comprometido a hacer cumplir y no extraditó a los miembros de la comisión del Eln que están en La Habana desde el 2017, cuando Ecuador renunció a ser sede de los diálogos de paz con la guerrilla y el Gobierno de Santos le pidió al de Cuba que aceptara convertirse en sede de esas conversaciones. Gracias a esa actitud, ahora es mucho más fácil retomar las negociaciones de paz con el Eln en el punto en que las dejó Santos.

Sin embargo, esa postura de honrar su palabra y su condición de país garante le ha generado a La Habana problemas serísimos, causados por la deslealtad del Gobierno de Duque y por el odio de Trump y sus amigos, quienes no descansaron hasta que lograron que Cuba fuera incluida de nuevo en la lista de países patrocinadores del terrorismo, de la cual la había sacado el Gobierno de Obama en el 2015. Esa inclusión les ha traído a los pobladores de la isla problemas serios de supervivencia, derivados de las inhumanas restricciones económicas que de la condición de ser considerados “patrocinadores del terrorismo” se desprenden. Todo ello ha generado una fuerte presión migratoria de muchos cubanos que buscan salir, especialmente hacia Estados Unidos, lo cual se le puede volver a ese país un bumerán.

Ya han pasado más de 20 meses desde cuando se posesionó Biden y afirmó que su Gobierno iba a revisar ese estatus de país “patrocinador del terrorismo”, con el que injustamente se encuentra catalogada Cuba desde cuando el Gobierno de Trump, al faltarle pocos días para terminar su gestión, la incluyó en esa macabra lista con el argumento de que darle albergue al Eln era prueba de que patrocinaba terroristas.

Pero, desde entonces, es muy poco lo que Biden ha hecho para aliviarles la situación a los cubanos. Y nada lo que se ha movido para sacar a Cuba de la lista.

Ahora, cuando el Gobierno de Petro le ha pedido al de La Habana que continúe siendo sede de los diálogos con el Eln y otros países se han ofrecido a colaborar con el proceso, el Gobierno de Biden no tiene un solo argumento para no dar los pasos necesarios con el fin de sacar de inmediato a Cuba de la tenebrosa lista.

Ya la presión para que Biden actúe en ese sentido está creciendo. De hecho, más de 10.000 personas han suscrito una carta abierta dirigida al presidente Biden pidiéndole que eche para atrás la medida impuesta por Trump y restablezca la política de Obama hacia la isla. “Sus políticas con respecto a Cuba, que han estado más alineadas con las de Trump que con las de Obama, están afectando el bienestar del pueblo cubano y van en contra de la voluntad de la mayoría de los estadounidenses. Urgimos —agrega la carta— que de inmediato haga un cambio importante en la política y saque a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo”.

También el canciller de Colombia, Álvaro Leyva Durán, había hecho la misma solicitud cuando, a los pocos días de posesionado, viajó a La Habana para reiniciar los diálogos con el Eln.

Así que ya es hora de que el presidente Biden no le dé más vueltas al asunto y actúe.

Dos grandes amigos se fueron esta semana: el exministro Jaime García Parra, a quien quise desde cuando era niña, y el médico Rafael Carrillo, un ser humano extraordinario. Paz en sus tumbas. Y un abrazo muy estrecho para sus familias.

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Patricia Lara Salive

septiembre 09  de 2022

Lecciones del sur

¡Ojo, presidente Petro! La derrota que acaba de sufrir el presidente de izquierda de Chile, Gabriel Boric, les debe servir de advertencia tanto a usted como a su equipo de gobierno: el hecho de ganar las elecciones es apenas un primer paso. Si bien las encuestas le dan a usted una cómoda popularidad (69 %, según la última del Centro Nacional de Consultoría), hay en el panorama asuntos que preocupan y que señalo, justamente porque muchísimos deseamos que al Gobierno del Pacto Histórico le vaya bien:

1) La política energética y el planteamiento de que los demás países —suponemos que Colombia también— deben decrecer preocupan inmensamente. Si bien hay que caminar con urgencia hacia las energías limpias, no podemos quedarnos sin los ingresos del carbón y del petróleo hasta tanto no sean una realidad las ganancias producidas por los grandes proyectos turísticos y agrícolas que, supuestamente, van a reemplazar lo que entra por ventas de carbón y petróleo.

2) La política de paz total debe tener dientes: no puede reducirse sólo a llamados a la negociación. Está muy bien que ello ocurra, pero hay que tener en cuenta que el narcotráfico no se va a acabar de un día para otro y que seguirán existiendo narcotraficantes que lo que quieren es enriquecerse y no estarán dispuestos a negociar ni a acogerse a la justicia. Sobre ellos tiene que caer todo el peso de la ley. No puede haber respuesta distinta. Para eso hay que contar con unas Fuerzas Militares y de Policía leales, sí, pero también estimuladas y entusiasmadas para actuar con eficacia.

3) El Gobierno debe trabajar de manera coordinada. Para ello es indispensable que el presidente hable personalmente con sus ministros, que discuta en persona con ellos los planes de gobierno, que el Consejo de Ministros se reúna con puntualidad, en fin, que las declaraciones y la acción del presidente, los ministros y los principales funcionarios del Gobierno estén coordinadas y no se contradigan.

***

Ahora hablemos de libros:

Llegó a mis manos La tierra de los tesoros tristes. La maldición del oro y la coca en la historia de Colombia, editado por Penguin Random House, un libro del periodista Simón Posada que atrapa desde el primer párrafo. Es un relato apasionante. Por él supe que la hoja de coca “supera el promedio en calorías, proteínas, carbohidratos y fibra de al menos 50 alimentos”. De un modo ameno que mantiene el suspenso, Simón entrecruza las historias del oro y la coca con la de la pieza de arte precolombino Poporo quimbaya. Oro y coca, dos elementos que han marcado nuestra historia y de los que, para bien o para mal, no hemos podido liberarnos, todos reunidos en un libro que el lector no puede parar de leer.

Por otra parte, me alegra contarles que Villegas Editores acaba de obtener en Los Ángeles (Estados Unidos) siete premios de los otorgados por los International Latino Book Awards: con medalla de oro fueron premiados Paraísos de Colombia, de Andrés Hurtado García, y Corte Constitucional de Colombia, de autores varios. Y otros premios fueron obtenidos por Tierra colombiana, de Santiago Harker; Historias del clavel, de Cecilia López Vásquez; las Memorias de Pedro Gómez Barrero; Ciudad, igualdad, felicidad, de Enrique Peñalosa, y el libro de arte Iglesia de San Ignacio Bogotá III. Pintura colonial, con textos de Constanza Villalobos y Juan David Giraldo y fotografías de Andrés Mauricio López. ¡Felicitaciones, Benjamín Villegas!

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Patricia Lara Salive

septiembre 02  de 2022

Acción, por favor

Las invasiones de tierras en el Cauca y en otras regiones le envían al Gobierno un mensaje urgente: tiene que generar resultados ya porque, de lo contrario, las inmensas expectativas que ha despertado y la esperanza que en muchos sectores ha suscitado el ascenso de un presidente de izquierda al poder se le pueden convertir en un bumerán.

Así las cosas, por lo menos el programa de lucha contra el hambre (que está como en ceros) y la reforma agraria deben ejecutarse ya. La gente tiene que sentir que puede acostarse sin hambre, los campesinos que siempre han soñado con cultivar su tierra —y que con la llegada de Petro a la Presidencia han percibido que su sueño está al alcance de la mano— tienen que acceder muy pronto a su pedazo de tierra.

Pero ahí, en la ejecución, es donde comienza Cristo a padecer, porque el santanderismo que gobierna la psiquis de este país hace que todo sea más difícil, que los trámites que se requieren para hacer cualquier cosa vuelvan muchos proyectos irrealizables, que los controles exigidos por los organismos paralicen a algunos funcionarios a tal punto que les da miedo firmar contratos porque temen verse involucrados, sin saber a qué horas, en escándalos de corrupción. En fin, aquí la estructura del Estado hace que los procesos sean lentos y difíciles. Paradójicamente, ese Estado paquidérmico puede convertirse en el principal enemigo de Petro.

De modo que, mientras la acción despega, pueden surgir muchos problemas del estilo de este gravísimo de la invasión de tierras. Por fortuna, la vicepresidenta Francia Márquez, quien por su origen humilde y por ser negra debe tener autoridad moral para influir en los invasores, reaccionó con la energía que se requiere: “No aceptamos, rechazamos y solicitamos a quienes hoy están de manera violenta o de manera inadecuada invadiendo predios privados a lo largo y ancho del país que se abstengan de seguir haciendo esa práctica”, dijo. “La reforma agraria, que busca efectivamente la distribución de la tierra de manera equitativa, de ningún modo avala la violencia, de ningún modo avala la invasión”, agregó.

El ministro de Defensa, Iván Velásquez, advirtió por su parte que si los invasores no desalojan las tierras en 48 horas, intervendrá la policía. Luego aclaró que ese no es un ultimátum, sino que “la ley prevé que, dentro de las 48 horas siguientes a una ocupación, puede actuar de manera directa la policía”.

La situación se puede complicar porque si pasado ese tiempo no desalojan las tierras (el consejero mayor del CRIC ya dijo que los indígenas no invaden tierras sino que las recuperan y dudó que ese problema se solucione en 48 horas), el mensaje que el Gobierno enviaría sería el de que, si invaden tierras, en la práctica no pasa nada. Eso estimularía otras acciones de hecho.

Por eso tiene razón la ministra de Agricultura, Cecilia López, cuando afirma que “la máxima urgencia del Gobierno es hacer la reforma agraria mucho más rápido”.

Pero, mientras se hace, Petro tiene que desplegar toda su capacidad de concertación y su poder de convicción para lograr que se suspendan las invasiones de tierras. De lo contrario, la situación se puede complicar y mucho.

No hay amor más desinteresado e incondicional que el de un perro. Es el amor perfecto. Por eso es tan triste cuando se van: qué pesar que se te acabó la vida, mi Bianca…

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Patricia Lara Salive

agosto 26  de 2022

Gracias, Francisco de Roux

Mañana termina la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad. Deja una obra monumental, un informe de cerca de 10.000 páginas en las que se encuentran miles de testimonios de víctimas de todas las violencias, desgarradores y ciertos, pero inverosímiles por la crueldad de lo que relatan; hechos incontrovertibles porque son eso, hechos. Como son incontrovertibles las cifras que se muestran: 450.664 muertos dejados por la guerra entre 1985 y 2018. De ellos, el 80 % fueron civiles y apenas el 20 % combatientes. Los desaparecidos sobrepasan los 120.000. Los secuestros sumaron 50.770 entre 1990 y 2018. Hubo 16.238 casos de reclutamiento infantil, la inmensa mayoría por parte de las guerrillas. Y 6.402 falsos positivos, que constituyen una vergüenza para las Fuerzas Armadas y son un crimen de la magnitud del holocausto. Por ese horror, las Fuerzas Armadas, como institución, con sus comandantes en jefe y sus generales a la cabeza, hace mucho tiempo han debido pedir perdón. Pero aún no lo han hecho.

El informe de la Comisión incluye un volumen de hallazgos y recomendaciones. Pero de él se extraen tres conclusiones muy importantes e incontrovertibles:

La primera, que hay que parar la guerra ya, a como dé lugar. Ningún costo que se pague para detener la guerra es alto si se compara con el beneficio que trae la paz. La guerra degrada al ser humano, lo convierte en un monstruo, lo arroja a un infierno de podredumbre y crueldad. Hay que rescatar a los seres humanos que han caído en el infierno de la guerra. Hay que parar la guerra ya.

 

La segunda conclusión es que hay que cambiar nuestra cultura generadora de violencia: tenemos que dejar de dividir el mundo entre buenos y malos, de considerar que nosotros somos los buenos y los otros son los malos, concepción que lleva a creer que es legítimo eliminarlos. Tenemos que aprender a vivir sin excluir a los demás: los negros, los indígenas, los miembros de la población LGBTIQ+, los drogadictos, los pobres… Tenemos que construir un “nosotros”. En este país no existe un “nosotros”. Para lograr el cambio de la cultura generadora de violencia, hay que llevar el informe de la Comisión a los colegios y las universidades, así se paren en la cabeza y vociferen las dos parlamentarias estridentes e irrespetuosas que decidieron erigirse en jefas de la oposición.

Y hay que reformar el modelo de seguridad, como lo ha repetido el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. Es que un modelo de seguridad que ha dejado más de 450.000 muertos, 120.000 desaparecidos, 50.000 secuestrados y 10 millones de víctimas no puede considerarse exitoso. Al contrario, ha sido un absoluto fracaso.

Así que, para lograr una transformación, para conquistar la paz, Colombia requiere cambiar el chip. Para ello necesita reconocer y aceptar lo ocurrido en el conflicto, parar la guerra, abandonar la cultura generadora de violencia y reformar el modelo de seguridad.

Pero ese cambio ya comenzó a darse. En gran medida, que ello haya sido así se lo debemos a ese enorme ser humano, a ese sabio valiente y enamorado de los que sufren que es Francisco de Roux. A él y a sus compañeros de la Comisión de la Verdad, entre quienes recuerdo muy especialmente a los que se fueron, Ángela Salazar y mi gran amigo el escritor Alfredo Molano, les doy unas GRACIAS muy grandes. Colombia nunca terminará de agradecerles el bien que le han hecho... Por eso, por enésima vez, le digo: ¡gracias, Pacho!

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Patricia Lara Salive

agosto 19  de 2022

Noticia de un secuestro”, serie imperdible

“Mi mamaria agarrador de la Virgen de platico que le dipo un secuestrador. , como se muestra en la serie”, dice María Carolina Hoyos Turbay, hija de Diana Turbay, al comentar Noticia de un secuestro, la serie de seis capítulos basada en ese gran reportaje de Gabriel García Márquez. El premio nobel de Literatura investigó durante más de tres años hasta los más mínimos detalles del horror vivido, en el segundo semestre de 1990 y en el primero de 1991, por los 10 secuestrados y sus familias, durante ese plagio múltiple que hizo Pablo Escobar para presionar al Gobierno para abolir la extradición.

“Yo no me acostumbro a vivir sin mi mamá: todavía tenemos la Virgen y los cuadernos del diario que ella escribió”, agrega Carolina, quien ahora, al ver en Prime Video esta serie —producida por Rodrigo García Barcha, hijo del nobel, y dirigida por el chileno Andrés Wood—, se estrelló contra el dolor que vivió a raíz del secuestro y fallecimiento de su madre, hija del presidente Julio César Turbay y de doña Nydia Quintero, ocurrido durante un torpe rescate intentado por las fuerzas de seguridad. “Lo que más me impactó fue darme cuenta de la capacidad que uno tiene para olvidar tanto dolor”, concluye.

Maruja Pachón es la protagonista de la serie —personificada por la actriz Cristina Umaña—, cuñada del asesinado líder Luis Carlos Galán y esposa del parlamentario Alberto Villamizar (q. e. p. d.) —encarnado por el actor Juan Pablo Raba—, un personaje entrañable que no descansó hasta rescatar a su esposa sana y salva. Maruja confiesa que aún no ha sido capaz de terminar de ver la serie porque la golpeó mucho ver el primer capítulo, reencontrarse con la brutalidad de esos personajes y revivir la muerte de su conductor, asesinado por los plagiarios en el momento del secuestro. Pronto acabará de verla, dice.

Tanto Carolina como Maruja piensan que la serie está muy bien lograda. Maruja agrega que el libro no es tan crudo como esta. Eso es así no solo porque las imágenes potencian las escenas, sino porque Rodrigo García le pidió a Andrés Wood que en Noticia de un secuestro se cumplieran dos requisitos: que no se hiciera narcopornografía y que los muertos pesaran, se sintieran. De modo que esta no es una serie como las otras, en las que los personajes centrales son los capos con sus extravagancias. No. Aquí los personajes principales son las víctimas con su dolor.

“Lo que tiene el libro es su enorme humanidad”, le dijo Rodrigo García a María Jimena Duzán en su pódcast A fondo. Esa humanidad también queda plasmada en la serie, especialmente en la escena en que Marina Montoya —personificada por la actriz Carmenza Gómez—, hermana de Germán Montoya, exsecretario general de la Presidencia, es asesinada por un sicario que se había encariñado con ella y la consideraba como su abuela. Por eso, cuando llegó la orden de matarla, ese sicario rogó que permitieran que él fuera quien la llevara a la muerte, pues quería ser él quien, con ternura, la condujera vendada, sin que ella se diera cuenta de que iba a morir, la consintiera y la abrazara hasta aproximarle el arma al corazón y dispararle un solo tiro certero.

Noticia de un secuestro es, en resumen, una serie magistral, violenta, dolorosa y tierna al mismo tiempo, que refleja el horror absurdo que el narcotráfico le ha hecho vivir a este país. Ojalá la vea el mundo entero: a ver si así nos convencemos de que hay que terminar ya esa pesadilla.

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Patricia Lara Salive

agosto 12  de 2022

La paz completa se abre camino

Por fortuna, este país parece muy distinto al que existía hace tres meses. No ha cambiado nada en concreto. Pero hubo un cambio de fondo: cambiaron el Gobierno, la voluntad política y las conversaciones. Ahora abandonamos el lenguaje de los insultos y vamos tras la paz completa, algo difícil de lograr, pero no imposible.

Para caminar en esa dirección y conversar con los miembros de la comisión de diálogo del Eln, el primer consejo de ministros de Petro aprobó el viaje a La Habana del canciller, Álvaro Leyva; del comisionado de Paz, Danilo Rueda; de una delegación de la Iglesia, integrada probablemente por monseñor Héctor Fabio Henao y el padre Darío Echeverri, y de la Misión de Verificación de la ONU.

Todo indica que se reanudarán, en Cuba, las negociaciones de paz con el Eln, retomándolas donde las dejó el Gobierno de Santos. Ese proceso se facilitará porque se reabrirán las relaciones con Venezuela, paso fundamental para que la paz con el Eln y con las disidencias de las Farc tome un buen camino. Dado que esos grupos armados se mueven por la frontera colombo-venezolana, es imposible que la paz con ellos avance si no hay una buena comunicación y cooperación entre los dos países y sus dos ejércitos.

Para avanzar en la ruta de la paz completa también se está explorando la apertura de conversaciones con las disidencias de las Farc, que han manifestado su voluntad de dialogar. Y, lo que es más difícil de asimilar, ha habido un llamado al Clan del Golfo (grupo de narcotraficantes) para que se someta a la justicia.

Un impulsador fundamental de este plan ha sido el senador Iván Cepeda, quien acaba de ser elegido presidente de la Comisión de Paz del Senado y, en varios foros y medios de comunicación, ha explicado en qué consiste la “paz total”.

Según Cepeda, la política de paz completa, básicamente, implica un cambio de paradigma de los modelos de paz que se han desarrollado hasta hoy. Para él, las paces por segmentos, que han implicado que primero se negocia con unos y luego con otros, han generado disidencias, porque los territorios no son rápidamente atendidos por el Estado y, entonces, se entra en nuevos ciclos de violencia. De manera que ahora, con el concepto de paz completa, lo que se propone es llegar a la paz de manera simultánea, que no significa que a los grupos violentos se les vaya a dar un tratamiento igual.

Como explicó el senador en entrevista con María Isabel Rueda, el primer nivel de la paz total sería el desarrollo de negociaciones políticas con el Eln y las disidencias, y la búsqueda con los clanes del narcotráfico de un acuerdo para su sometimiento a la justicia, en el marco de la Constitución y la ley. El segundo nivel sería “darles un protagonismo real a los territorios y a las regiones”, pues los procesos de paz “han tenido un excesivo énfasis en un diálogo en una mesa nacional de conversaciones y dejan de lado lo que ocurre en los territorios”. El tercer nivel es la relación que debe haber entre las reformas sociales y los acuerdos de paz, que deben estar ligados. En ese aspecto, dice Cepeda, es fundamental el tratamiento que se le dé al narcotráfico.

Ahí está el meollo del asunto. Para solucionarlo, se requiere llegar a un acuerdo con Estados Unidos. Pero eso, en este nuevo país, en el cual las relaciones que muestran tener Biden y Petro parecen tan buenas, tampoco parece imposible.

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Patricia Lara Salive

Julio 29  de 2022

Se acabó la guachafita

Se acabó la guachafita”, es el mensaje que en la práctica, con el nombramiento del exmagistrado auxiliar Iván Velásquez como nuevo ministro de Defensa, les envía el presidente electo, Gustavo Petro, a los militares que tengan rabo de paja por haber participado en hechos de corrupción o en graves violaciones a los derechos humanos. A esos militares que deshonran su institución ese mensaje les debe haber causado ira, malestar y miedo, como se lo causó al uribismo, ya que muchos de sus principales políticos, empezando por Mario Uribe, primo y aliado electoral del expresidente Uribe, fueron puestos presos por sus vínculos con los paramilitares, en virtud de las investigaciones dirigidas por el nuevo ministro de Defensa.

Pero el nombramiento de Iván Velásquez ha caído muy bien en muchos sectores: primero, según ha sabido esta columna, en el Gobierno estadounidense, que quiere ver en Colombia a unas Fuerzas Armadas honestas y respetuosas de los derechos humanos; segundo, en los sectores progresistas del país, y tercero, seguro ha significado un bálsamo para ese sinnúmero de militares que aman su institución, se sacrifican por ella, le sirven al país desinteresadamente y a quienes les duele que, a cada rato, Colombia y el mundo se enteren de que sus hombres fueron autores de crímenes atroces, de violaciones a los derechos humanos y de vulgares delitos de corrupción. Para ellos el nombramiento de Velásquez es una buena noticia y una garantía de que esas Fuerzas Armadas que tanto quieren se van a depurar, van a ser de nuevo una de las instituciones más queridas y respetadas en el país, van a recuperar el prestigio que han perdido en el gobierno de Iván Duque, durante el cual su imagen, según estudio de Invamer, descendió casi 15 puntos.

Ahora, claro está que para realizar su tarea con éxito el ministro Velásquez tiene que ser muy prudente, entrar con pies de plomo en un mundo desconocido para él y desarrollar una enorme capacidad de empatía para escuchar a los militares y soldados, para entenderlos, para mirarlos como seres humanos y para colocarse en su lugar, especialmente en el de aquellos que se han enfrentado a los más encarnizados combates, han sido emboscados, heridos o mutilados, y sienten que la justicia, a ellos, no les da suficientes garantías. El ministro Velásquez tendrá que saber ser su vocero.

Pero también, como seguro lo hará, tendrá que encontrar la forma de separar de la institución a quienes hayan cometido actos de corrupción o hayan estado involucrados en falsos positivos u otros crímenes. Así lo hizo el entonces ministro Juan Manuel Santos cuando se descubrió el horror de los falsos positivos: sacó de las Fuerzas Armadas, de manera fulminante, a 27 militares involucrados en esos hechos y con ese mensaje contundente los falsos positivos bajaron prácticamente a cero.

El mensaje que les enviará a las Fuerzas Armadas el ministro Iván Velásquez también será, sin duda, el de cero tolerancia a la corrupción, a la connivencia con grupos armados y a las violaciones a los derechos humanos. ¡Enhorabuena!

Les expreso toda mi solidaridad a la Policía y a las familias de esos 30 agentes, hombres y mujeres, que mientras cumplían con su deber fueron asesinados por la espalda en virtud del macabro “plan pistola” emprendido por el Clan del Golfo. Señores de TODOS los grupos armados, ¡paren YA la muerte! ¡No más!

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Patricia Lara Salive

Julio 15  de 2022

 

El gobierno que llega

Parece un sueño que solo falten 23 días para que termine el gobierno de Duque, dirigido por un presidente tan incapaz de entender el país y por su gabinete tan gris.

Viene ahora el gobierno de Gustavo Petro, un izquierdista muy inteligente, a decir del expresidente Uribe, para quien esa brillantez es un “peligro”, pero para otros constituye una ventaja: es que no hay nada más peligroso que un presidente bruto...

Como buen inteligente, Petro no tiene temor a que sus subalternos le hagan sombra. Por eso se está rodeando de los mejores:

Álvaro Leyva, conservador de izquierda, de 79 años, exministro, exconstituyente y facilitador en procesos de paz, destrabará el tema de los protocolos del diálogo con el Eln, de modo que se reanuden cuanto antes las negociaciones de paz en La Habana o en otro lugar y también las relaciones con Venezuela, cuya suspensión ha hecho tanto daño.

José Antonio Ocampo, liberal al borde de los 70, exministro de Hacienda y Agricultura, profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Es reconocido como uno de los economistas más capacitados de América Latina. Como nuevo ministro de Hacienda, tendrá sobre sus hombros la difícil tarea de equilibrar las finanzas públicas, adelantar una reforma tributaria estructural y conseguirle plata al nuevo gobierno para que ejecute sus políticas sociales.

Cecilia López, de 79 años, liberal de izquierda, exministra, exdirectora de Planeación Nacional y exsenadora, es una economista capacitada que, además, tiene los pantalones para sacar adelante como nueva ministra de Agricultura esa reforma agraria que el campo colombiano tanto necesita.

Patricia Ariza, de 76 años, miembro de la Unión Patriótica, artista y fundadora del Teatro La Candelaria. Como nueva ministra de Cultura, tiene el desafío de democratizar la cultura y trabajar no solo en bien del teatro, que es su área, sino de todas las formas del arte: música, literatura, danza...

Hasta ahí los ministros “gagá”, como dice Rudolf Hommes, gente que, según él, “sabe infinitamente más que esos que se la pasan bobeando en las redes”.

Y siguen los demás:

Alejandro Gaviria, liberal, de 56 años, exministro, exrector de la Universidad de los Andes y excandidato presidencial, tiene la inteligencia, la cultura y la experiencia en el ámbito de la educación como para desarrollar una muy buena labor en ese ministerio.

Susana Muhamad, de 45 años, militante de Colombia Humana, ex secretaria general y de Ambiente de Bogotá en la alcaldía de Petro, es la nueva ministra de Ambiente. Inteligente y radical, tendrá la misión de ejecutar el ambicioso plan para luchar contra el calentamiento global.

Carolina Corcho, de 39 años, psiquiatra, exdirectora de Participación Social en la Secretaría de Salud de Bogotá de la alcaldía de Petro. Como ministra de Salud, tendrá la misión de reformar el sector. Ha planteado eliminar las EPS, lo que generó polémica y preocupación.

Y Luis Gilberto Murillo, de 55 años, exministro y exgobernador del Chocó, será el nuevo embajador en Washington. Por su capacidad y sus conexiones políticas de alto nivel en esa capital, hay unanimidad, incluso en el gobierno gringo, en que su designación es un acierto.

Falta ver si el petrismo radical logra entender que esos nombramientos representan lo que su jefe ha llamado el Pacto Histórico: un acuerdo entre gentes que piensan distinto pero tienen un propósito común: construir un país justo y en paz.

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Patricia Lara Salive

Julio 08  de 2022

 

Por favor, no mientan

El ministro de Defensa, Diego Molano, y otros miembros de la extrema derecha tan torticeros como él son unos irresponsables. Tranquilamente, aludiendo tácitamente al Informe Final de la Comisión de la Verdad, el ministro hizo una afirmación falsa: “No puede ser que el Estado, las Fuerzas Militares, la Policía, (...) que trabajan en la legalidad y han logrado tanto con su esfuerzo, sean los responsables de la violencia histórica”, dijo.

Con esa falsedad, el ministro lo que está creando es un ambiente perverso con el propósito de que las Fuerzas Armadas y la sociedad crean que el Informe de la Comisión culpa de manera injusta a las Fuerzas Armadas de ser las principales responsables del conflicto. Y eso no es cierto.

Los números que dio la Comisión son suficientemente elocuentes: según ella, entre 1985 y 2018, se produjo la aterradora cifra de 450.664 muertos. De ellos, el 80 % eran civiles y apenas el 20 % eran combatientes. De acuerdo con la Comisión, los principales responsables de esas muertes fueron los paramilitares, que asesinaron al 45 % de las víctimas, es decir, a 205.028 personas. Las guerrillas de las Farc, el Eln y otras mataron al 27 %, es decir, a 122.813 personas. Y los militares fueron responsables de la muerte de 56.090 personas, es decir, del 12 % de las víctimas.

En el caso de la desaparición forzada, la Comisión dice que los paramilitares fueron los autores del 52 % de las desapariciones; las Farc, del 24 %; el 9 % fueron desapariciones por los que la Comisión llamó responsables múltiples, y a los agentes estatales les atribuyó el 8 % de las desapariciones.

En cuanto a los secuestros, que alcanzaron la aterradora cifra de 50.770 entre 1990 y 2018, según la Comisión de la Verdad, los principales responsables fueron las Farc, que secuestraron al 40 % de los plagiados; los paramilitares, que secuestraron al 24 %; el Eln, que secuestró al 19 %, y otros, al 9 %.

Sobre el reclutamiento infantil, del que hubo 16.238 casos, la Comisión les atribuye el 75 % de los reclutamientos de menores a las Farc, el 13 % a los paramilitares y el 9 % al Eln.

De manera que las cifras de la Comisión son muy claras y desbaratan lo que con tan mala fe aducen el ministro y compañía.

Ahora, claro está que la Comisión de la Verdad se detiene en los 6.402 falsos positivos, que constituyen una vergüenza para las Fuerzas Armadas y son un crimen de la magnitud del holocausto. Por ese horror, las Fuerzas Armadas, con sus comandantes en jefe y sus generales a la cabeza, hace mucho tiempo han debido pedir perdón, para sanar al país y para bien de la institución y de sus conciencias.

Además, tampoco es cierto, como dicen con tanta mala fe, que la Comisión de la Verdad no haya escuchado a los militares: según información de esa institución, ella entrevistó a 366 miembros activos o retirados de la Fuerza Pública: 271 del Ejército, 60 de la Policía, tres de la Armada, dos de la Fuerza Aérea y 30 de la Fuerza Pública sin especificar. Hubo tres espacios de entrevista colectiva y 363 de entrevista individual. De ellos, 81 participaron como comparecientes de la JEP y 293 como víctimas. Además, mediante el registro de fichas de víctimas, la Comisión de la Verdad documentó la victimización de 505 miembros de la Fuerza Pública.

Así que, señor ministro Molano y compañía, por favor, no mientan.

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Patricia Lara Salive

Julio 01  de 2022

Un Informe Final para leer muchas veces

“Queremos que el informe produzca el efecto de una piedra que cae en un cuerpo de agua y que sus ondas ericen la superficie entumecida de Colombia”, dijo el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, en el discurso que pronunció con motivo de la entrega del Informe Final.

Ojalá así sea... Aquí, apartes de ese discurso suyo que tendremos que leer muchas veces:

“La escucha de las víctimas nos ha sacudido brutalmente: ante las kilométricas filas de niños y de niñas llevados a la guerra; la procesión interminable de buscadoras de compañeros e hijos desaparecidos; la multitud de jóvenes asesinados en ejecuciones extrajudiciales; las fosas comunes y los cadáveres de muchachos y muchachas rurales desperdigados en las montañas, muchos de ellos indígenas y afros que fueron llevados como guerrilleros o paramilitares o soldados y murieron sin saber por quién peleaban; los miles de mujeres abusadas y humilladas; los poblados masacrados y abandonados; resguardos indígenas y comunidades negras devastados y en confinamiento; millones de hogares desplazados que abandonaron parcelas y ranchos; los miles de soldados, policías, exguerrilleros y exparamilitares que deambulan cojos, mancos o ciegos por los explosivos… Y pudiéramos seguir… pero déjenme detenerme por ahora compartiendo preguntas que nos hemos hecho: ¿por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Cuál fue el Estado y cuáles las instituciones que no impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Dónde estaba el Congreso? ¿Dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde los que tomaron las armas contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su decisión? ¿Nunca entendieron que el orden armado que imponían sobre los pueblos y comunidades que decían proteger los destruía y luego los abandonaba en manos de verdugos paramilitares? ¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? (…) ¿Qué hicieron los educadores? ¿Qué dicen los jueces y fiscales que dejaron acumular la impunidad? ¿Qué papel jugaron los formadores de opinión y los medios de comunicación? ¿Cómo nos atrevemos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”.

 

“Llamamos a tomar conciencia de que nuestra forma de ver el mundo y relacionarnos está atrapada en un «modo guerra» en el que no podemos concebir que los demás piensen distinto (…). Así, la oposición se vuelve mortal porque las personas se convierten en meros obstáculos. Esa forma de pensar es la que ha posibilitado aberraciones como que los seres humanos fueran convertidos en humo y cenizas en las chimeneas del horno crematorio de Juan Frío, o pasaran a ser simples cifras en los listados de «dados de baja en combate» de los «falsos positivos»; también fue lo que posibilitó que los soldados devinieran trofeos de caza para la guerrilla, que encontráramos en bolsas de basura los despojos de políticos abaleados, que nos acostumbráramos a las muertes suspendidas del secuestro y a recoger los cadáveres diarios de líderes incómodos”.

¿Qué nos pasó como seres humanos, por Dios? ¿Por qué no reaccionamos ante esa barbarie? ¿Cómo pudimos dormir tranquilos tantas décadas? En solo 33 años de conflicto, entre 1985 y 2018, matamos a más de 450.000 compatriotas, 80 % de ellos civiles. ¡No hay nada que justifique ese horror! Parémoslo ya!

Gracias infinitas a Pacho de Roux y demás miembros de la Comisión de la Verdad.

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Patricia Lara Salive

Junio 24  de 2022

El presidente Petro

El presidente Gustavo Petro va a unir al país. O por lo menos va a intentarlo de todas las formas. Y como es tan terco, a lo mejor lo consigue. De hecho, desde la antevíspera de su elección realizó la reunión que fue preámbulo del gran acuerdo nacional. A ella asistieron expresidentes de las cortes, del Consejo de Estado, un general, empresarios, artistas, deportistas, miembros de la comunidad LGBTI, políticos, sindicalistas, exministros, exalcaldes, parlamentarios, en fin, unas 50 personas de distintos sectores que se sentaron a manteles con él, bajo la moderación del excandidato Alejandro Gaviria, quien dijo que allí se reunían visiones distintas del país, pero que las unía el espíritu del gran acuerdo nacional y la convicción de que Colombia necesita un contrato social más incluyente.

Varios hablaron. Al final lo hizo el hoy presidente Gustavo Petro. Dijo que el gran acuerdo nacional iba a cambiar ese clima de odio sectario que, en este siglo, se ha apoderado del país; que esa labor de construcción política no hubiera sido posible si los electores no se hubieran pronunciado; que con las elecciones del domingo se legitimaría ese proceso; que ahora vendría lo más difícil porque ahí estaba representada una Colombia, la del sí, pero faltaba la otra Colombia, la del no; que sin embargo esa experiencia de encontrarse entre quienes piensan distinto demostraba que el Pacto Histórico es posible. Y agregó: “El lunes quizás tenemos que invitar a esas personas que han ejercido el liderazgo en la otra Colombia, quizás Uribe, quizás Federico, quizás Rodolfo”.

En su discurso como presidente electo insistió: “Queremos que haya una Colombia, no dos Colombias. Y para eso necesitamos una política del entendimiento, del diálogo y de comprendernos los unos a los otros (…) ¿Qué significa hacer la paz? Que los diez millones y pico de seguidores de Rodolfo Hernández son bienvenidos en este gobierno, que Rodolfo Hernández puede hablar con nosotros cuando quiera; significa que nos perdonamos, que la oposición bajo los liderazgos que quiera, sea Uribe, sea Rodolfo, sea Fico, será siempre bienvenida a la Casa de Nariño para hablar de los problemas de Colombia”.

 

Hoy hay quienes creen que el llamado de Petro al gran acuerdo nacional es una política de última hora. No, señores. Ese fue el leitmotiv del movimiento en que él militó en su juventud. De hecho, en julio de 1981, Jaime Bateman, fundador del M-19, le mandó al presidente Turbay una propuesta de paz en la que pedía el levantamiento del estado de sitio, la derogación del Estatuto de Seguridad, la amnistía general para los perseguidos y condenados políticos, y un diálogo nacional para el cual proponía “un encuentro entre representantes del Congreso, del Gobierno, de los partidos, de las agremiaciones sociales, religiosas, sindicales y económicas, y representantes del movimiento guerrillero, para discutir el cese al fuego y las condiciones para una paz justa y democrática”. Bateman insistió en ese diálogo hasta su muerte.

Ahora, 41 años después, uno de esos condenados políticos de entonces emprende ese gran diálogo nacional que ha naufragado tantas veces, pero ahora sí puede fructificar. Porque antes lo pedía la oposición armada y desarmada; en cambio, ahora lo convoca y lo implementará el presidente de la República, quien tendrá toda la voluntad política y todo el poder para llevarlo a buen puerto.

Que empiece ya ese encuentro de las dos Colombias.

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Patricia Lara Salive

Junio 17  de 2022

Llegó la hora

Pasado mañana tendremos nuevo presidente. Independientemente de quién gane, hay algo positivo: ambos candidatos han planteado la necesidad de dialogar. Rodolfo Hernández declaró: “Es momento de cerrar peleas sin sentido y abrir el diálogo”. Y Gustavo Petro, poco después de la primera vuelta, dijo que, ganara quien ganara, proponía que se abriera el diálogo.

En una entrevista que le concedió esta semana al diario El País, ante la pregunta sobre qué haría para superar la fractura de Colombia, Petro contestó: “Si gano las elecciones, voy a convocar a un gran acuerdo nacional con una arquitectura basada en diálogos regionales vinculantes. E indudablemente toda esa dirigencia del centro e incluso Álvaro Uribe o quienes designen van a ser convocados al diálogo que el presidente citará buscando las reformas. Me parece clave cambiar el clima político de odio y sectarismo que hay hasta hoy”.

Es muy importante ese planteamiento de Petro y es fundamental que él sea el primero en darles ejemplo a las huestes petristas para que dejen la agresividad, la intolerancia y el matoneo, y se dediquen a abogar por la construcción de un país incluyente, donde se toleren y respeten las diferencias. Es que Colombia no puede seguir dividida entre el sí y el no. El proceso de paz con las Farc ya se hizo y no tiene marcha atrás. No podemos continuar girando en torno a la pelea de Uribe con Santos. Llegó el momento de la reconciliación de la sociedad.

Por otra parte, en 10 días, con nuevo presidente electo, la Comisión de la Verdad entregará su informe final. Será un momento duro pero indispensable para avanzar en la superación de ese conflicto que sigue vivo en el corazón de muchos colombianos, a pesar del proceso de paz con las Farc que terminó en gran parte la confrontación armada. Así que es clave, como dice Petro, cambiar el clima político de odio y sectarismo, y abrirles la puerta al consenso y a la asimilación del informe final que nos presentará la Comisión de la Verdad.

Hay otro párrafo que vale la pena destacar de esa entrevista que le concedió Petro a El País, que indicaría que sí está buscando el consenso. A la pregunta de si ya sabe quién será su ministro de Hacienda, respondió: “Hay un equipo de economistas muy importante que se ha construido a lo largo de esta campaña. El equipo inicial comenzó con Ricardo Bonilla y ahora, en el proceso de crecimiento, hemos hablado con José Antonio Ocampo, se integró Rudolf Hommes, que también fue ministro de Hacienda, y uno de los mejores economistas del país que es Alejandro Gaviria. Es un equipo muy fuerte, con escuelas de pensamiento económico muy diferentes, una gran potencia en la política económica pública”.

Claro, lo importante es que Petro les pare bolas. Pero me dicen mis fuentes que anda muy encantado con la altura intelectual de Alejandro Gaviria. Esa es una gran noticia, porque es mucha la sensatez que Alejandro puede impregnarle al cambio que propone Petro.

Ahora, ustedes se estarán preguntando por qué no digo más sobre los últimos planteamientos de Rodolfo Hernández. Pues porque Rodolfo parece como si se lo hubiera tragado la tierra, no volvió a dar entrevistas, se encerró en Piedecuesta, no quiere hacer debates, en fin, se silenció.

Bueno, queridos lectores, por fortuna y por fin ya llegó la hora: el domingo madruguemos a votar. Ojalá escojamos el cambio que haga más feliz a toda Colombia.

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Patricia Lara Salive

Junio 10  de 2022

Por Rodolfo no voto

Yo por Rodolfo no voto, digo, parodiando a Sergio Fajardo.

No votaré por él porque me genera miedo y desconfianza. Me aterran su personalidad explosiva, su autoritarismo y su desprecio por la ley (“me limpio el culo con esa ley”, lo escuchamos decir en alguna grabación).

Según un psiquiatra a quien consulté, “el ingeniero tiene rasgos marcados de personalidad paranoide, narcisista, autoritaria y antisocial. Le gusta degradar, ridiculizar y menospreciar a los rivales y a los críticos; fomenta el culto al hombre poderoso que apela con frecuencia al miedo; no se disculpa nunca; no ve la necesidad de persuasión racional; subordina a las mujeres, mientras alega idealizarlas; desdeña las leyes cuando no están subordinadas a él; excusa la violencia y tiene explosiones de ira cuando se cuestionan sus criterios. Me preocupan mucho los rasgos sociopáticos del ingeniero”, concluye el psiquiatra.

A mí también. Me genera desconfianza que su solución para todo sea “acabar con los ladrones”. Obviamente es clave acabar con la corrupción, pero no todos nuestros problemas se explican por ella. Colombia está lejos de ser el país más corrupto. Aquí hay problemas mucho más graves, por ejemplo, la exclusión y la desigualdad. Como dijo Alejandro Gaviria, ese discurso anticorrupción, “eficaz, pero oportunista”, acaba con la confianza en las instituciones. Pero además tiene de fondo algo muy grave: encubre su propia corrupción o, por lo menos, su condescendencia con la corrupción de los suyos.

Según lo explicó Daniel Coronell, el ingeniero Hernández está a la espera de que se celebre la audiencia preparatoria del juicio en su contra por interés indebido en la celebración de contratos, delito que tiene una pena que oscila entre 64 meses y 27 años de cárcel. Si bien el contrato en cuestión no alcanzó a celebrarse ni Hernández ha sido condenado, el mero interés en su celebración constituiría un ilícito. Además, las pruebas que reposan en el expediente que reveló Daniel Coronell son dicientes sobre la intención que tenía el hijo del ingeniero, con el apoyo de su padre, entonces alcalde de Bucaramanga, de ganarse una jugosa comisión por un contrato de tratamiento de basuras que iba a costar cerca de $570.000 millones. En el escrito de acusación se imputa al ingeniero de ser el determinador, es decir, el autor intelectual del presunto delito, y de haberle ordenado a su subalterno José Manuel Barrera Arias, gerente de EMAB, que escogiera a Jorge Hernán Alarcón Ayala para que hiciera pliegos de condiciones a la medida de unos licitantes que después se llamarían Vitalogic.

 

En su informe, Daniel Coronell incluye comunicaciones de WhatsApp que revelan que Luis Carlos Hernández, hijo del ingeniero, iba a ganarse parte de una comisión de US$666.000 por el contrato. En uno de esos mensajes Luis Carlos agrega: “Acuérdese de que nos quedan tres años más para hacer cosas buenas. No es solo hacer este negocio y ya”.

¿Se imaginan, queridos lectores, la cantidad de “cosas buenas” que podría hacer Luis Carlos Hernández si su padre llegara a la Presidencia de la República?

Sobre todo lo anterior, el ingeniero no ha dicho mayor cosa. Eso es censurable.

Pero lo que es incomprensible es que, ante semejantes revelaciones, los candidatos del centro, que basaron sus campañas en la lucha contra la corrupción, hayan apoyado a Hernández y guarden silencio ante esos hechos. ¿Dónde quedaron las salvaguardas de la lucha anticorrupción?

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Patricia Lara Salive

Junio 03  de 2022

Aún es tiempo, Petro

Del resultado del domingo hay que destacar la derrota de Fico y, con la suya, la de Duque y su gobierno, que lo apoyaron a más no poder; la de los expresidentes Uribe, Pastrana y Gaviria, y la de los partidos Liberal, Conservador, de la U y Cambio Radical. Es decir, hay que resaltar la derrota de las maquinarias y de la clase política tradicional, lo cual es una maravilla.

Pero no hay motivos de celebración para los sectores progresistas. Por más de que Petro ganó, su triunfo en segunda vuelta no se ve fácil: ya las encuestas le dan ventaja a Hernández. El antipetrismo sigue siendo muy alto en el país y Petro no se preocupa por apaciguarlo.

Hoy todo sería más fácil si, después del fracaso electoral del 2018, tanto Petro como el centro hubieran aprendido la lección y concluido lo que es evidente: que se necesitan mutuamente y que la paz y el futuro de Colombia son mucho más importantes que sus egos y rencillas personales.

Sin embargo, no aprendieron la lección. Por eso no abonaron el terreno para que, una vez pasada la primera vuelta, les quedara más fácil buscar acuerdos políticos y programáticos. En cambio, se dedicaron a maltratarse y descalificarse entre sí. Ahora, cuando es vital sumar cada voto para ganar la Presidencia, los resentimientos personales pesan más que las discrepancias políticas. Porque si se comparan los programas de Petro y Fajardo se encuentran puntos en común. Así que, si no se da un acercamiento entre ellos, se deberá más a diferencias personales y de talante que a discrepancias programáticas, lo cual sería lamentable.

¡Qué bueno habría sido que Fajardo y Petro hubieran dialogado antes de la primera vuelta!, como lo pidieron algunos sectores. Eso no significaba el retiro de la contienda, solo empezar a tender puentes. Pero no.

Ahora, Petro tampoco se ayuda: en el discurso que pronunció después de su “triunfo” en primera vuelta, no tuvo una sola frase amable para Fajardo ni para los demás líderes de la Coalición Centro Esperanza, ni les hizo un llamado a la concertación de un proyecto conjunto de país. Pareciera como si insistiera en ganar solo. Eso es un contrasentido, porque el planteamiento del Pacto Histórico es justamente el contrario: llegar a un acuerdo entre distintas vertientes políticas para sacar a Colombia de la violencia y la pobreza. Para materializar ese Pacto Histórico, no solo entre miembros de la izquierda sino también del centro, se requiere que las aproximaciones se hagan con generosidad, amabilidad y genuino deseo de concertación. Por eso vale la pena que Petro y su gente tengan presente el trino del senador liberal Luis Fernando Velasco, ahora militante del Pacto Histórico, en el que les dice “al oído” a sus compañeros del Pacto que “a Sergio Fajardo y buena parte de su equipo no se los invita a un acuerdo político con una piedra en la mano, se les proponen ideas y se les escuchan las que ellos traen para buscar un cambio responsable”.

Ojalá tanto el centro como la izquierda asimilen esta segunda lección y se muevan rápido en la dirección correcta. De lo contrario, como escribió en su columna Gloria Arias, tendremos un presidente machista, “que maneja el disenso a trompadas, confunde a Hitler con Einstein, se ufana de haber hecho su capital cobrándoles intereses a los pobres, menosprecia a las mujeres, se identifica con el fascismo y desconoce la geografía del país que pretende gobernar”.

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Patricia Lara Salive 

Mayo 20  de 2022

Nada que ver, presidente Duque

El presidente Duque definitivamente parece no tener remedio: su capacidad de vivir ausente de la realidad es impresionante. Por ejemplo, ante la decisión del Gobierno de EE. UU. de suavizar las sanciones económicas contra Venezuela, proceso que comenzará por permitirle a la petrolera estadounidense Chevron negociar una licencia con la petrolera estatal venezolana PDVSA, Duque resolvió decir que esa flexibilización se debe al éxito del cerco diplomático que ha ejercido el Gobierno de Colombia contra Maduro. Al parecer, ni siquiera se le pasa por la mente que la disminución de la oferta petrolera producida por las sanciones que impuso EE. UU. a Rusia, con motivo de la invasión a Ucrania, haya obligado a los gringos a buscar abastecerse de petróleo en otros mercados, en este caso el venezolano, razón por la cual EE. UU. necesita mejorar sus relaciones con Venezuela. Ese es el fondo del asunto. En este caso, lo que Duque haga o deje de hacer no tiene la menor importancia.

De hecho, el acercamiento entre Biden y Maduro comenzó hace un par de meses, cuando en el Palacio de Miraflores, en Caracas, hubo una reunión de delegados de ambos gobiernos. A propósito, Maduro dijo: “Tuvimos una reunión, la puedo calificar de respetuosa, cordial, muy diplomática, entre la delegación de EE. UU. y la delegación del Gobierno venezolano que presido”.

Después continuaron las señales de distensión: Venezuela liberó a los ciudadanos estadounidenses Gustavo Cárdenas y Jorge Fernández, quienes habían sido encarcelados en 2017 por el régimen de Maduro. Además empezó a devolverles bienes expropiados a sus antiguos dueños, como ocurrió con el Centro Comercial Sambil, de 21.000 metros cuadrados, así como con fincas y hatos vinculados a la producción agraria. Parece que Maduro piensa devolver también hoteles e industrias. Pero esto último no solo se debe simplemente a que se esté propiciando un acercamiento con EE. UU., sino a que es indispensable superar la bancarrota en que se halla Venezuela. Debido a las sanciones estadounidenses y a la desacertada política económica del Gobierno venezolano, la economía se ha contraído en un 90 % y el PIB de Venezuela, según el Fondo Monetario Internacional, se redujo de poco más de US$482.000 millones en 2014 a US$47.000 millones en el 2020.

Ahora, esta distensión entre EE. UU. y Venezuela también conlleva que progresen en México las conversaciones entre el Gobierno de Maduro y la oposición venezolana. Probablemente todo conduzca finalmente a que las elecciones presidenciales del 2024 en Venezuela queden rodeadas de unas garantías que satisfagan a las partes.

Todos estos movimientos han estado acompañados, además, de una flexibilización de las sanciones de EE. UU. hacia Cuba: ya Biden anunció que restablecerá los vuelos comerciales a varios puntos de la isla; suspenderá el límite de US$1.000 por trimestre impuesto a las remesas por su antecesor, Donald Trump, y reanudará el programa de reunificación familiar de los cubanos.

Ojalá que este cambio del Gobierno de Biden lleve a Duque, por lo menos, a buscar reabrir relaciones consulares con Venezuela, para que los venezolanos que viven en Colombia y los colombianos que viven en Venezuela no tengan tantas dificultades al renovar sus pasaportes y visas.

¿Será mucho pedir? ¿O es que el presidente Duque definitivamente no tiene remedio?

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Patricia Lara Salive 

Mayo 13  de 2022

Desamparo

La sensación de desamparo que se vive en el país es insoportable: aterra presenciar un paro armado de una organización de narcotraficantes y paramilitares que paraliza durante días, según las autoridades, 95 municipios de 11 departamentos; incendia y afecta 186 automotores; obstruye vías; asesina a seis personas, entre ellas tres miembros de la Fuerza Pública, y no pasa mayor cosa. Las autoridades se van por las ramas, dicen que han capturado a unos cuantos, que trabajan sin descanso, que se acerca el fin del Clan del Golfo, pero la verdad es que su poder crece día a día, por más que hayan extraditado a Otoniel, su jefe (ya han surgido otros, como Chiquito Malo, etc.).

Que esto sea así no tiene más que una explicación: como ocurre en la mayoría de las series sobre mafiosos, estas organizaciones subsisten porque poseen tentáculos en la mayoría de los poderes políticos, militares, policiales y judiciales de las zonas donde operan, lo cual significa, ni más ni menos, que muchos de los grandes señorones, policías, jueces y militares de sus zonas de influencia trabajan bajo su mando y son sus asalariados.

Eso ya ha salido a la luz pública. Leyner Palacios, líder de Bojayá, ahora comisionado de la Verdad, denunció hace un par de años que en el Chocó había connivencia entre los paramilitares y miembros de la Fuerza Pública. Lo mismo han dicho varios obispos de la región del Pacífico. Por otra parte, según un informe publicado en la revista Cambio sobre la coca en el sur de Bolívar, se supo que los campesinos se quejan de que la Policía Antinarcóticos les cobra por erradicar solo un pedacito de los cultivos de coca que tienen en esa área donde opera el Clan del Golfo, el cual les compra la coca al precio que quiere y patrulla la zona en compañía de algunos militares. Días antes de que extraditaran a Otoniel, cuando él empezó a mencionar nombres de funcionarios que estaban en la nómina del Clan del Golfo, afirmó que, entre otros, el general Leonardo Barrero, quien fuera comandante de las Fuerzas Militares, “servía como puente entre estructuras dedicadas al narcotráfico y el Ejército, por lo que era considerado parte de la nómina del Bloque Centauros, de las Auc”.

Otras noticias de Cartas

 

Pero la inseguridad no solo es insoportable en los territorios donde opera el Clan. Miren esto que le ocurrió a un columnista: el 8 de mayo, cuando esperaba para cruzar la carrera séptima a la altura de la calle 127 de Bogotá, un tipo en jeans y camiseta le preguntó dónde podía conseguir marihuana. Él le respondió que no sabía, que no fumaba marihuana. Entonces aparecieron dos hombres que lo empujaron en una camioneta 4x4 de vidrios oscuros. Le dijeron que eran de las Autodefensas Gaitanistas (o Clan del Golfo) y que estaban haciendo limpieza social. Le pidieron la cédula, le revisaron los grupos de WhatsApp, miraron sus chats y sus correos, le advirtieron que a los sapos les cortan los dedos, anotaron su número de celular, lo llevaron al cajero, lo obligaron a sacar dinero, lo regresaron al vehículo, le quitaron la plata y le dijeron que se fuera y ni se le ocurriera avisarles a los policías, porque ellos estaban en su nómina y le iría peor.

¡Este desamparo en que vivimos los colombianos no puede seguir! No podemos continuar contentándonos con el cuentico de que se está trabajando incansablemente para combatir el crimen y que vamos por buen camino. ¡No, señores! Los resultados están a la vista.

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Patricia Lara Salive 

Abril 22 de 2022

El oso de Duque y el “reversazo” de Maduro

Poca importancia se le ha dado aquí a un hecho significativo: que Venezuela haya empezado a devolverles bienes expropiados a sus antiguos dueños, en el marco del acercamiento que ha habido entre los gobiernos de Biden y Maduro. De modo que la época en la que Chávez caminaba por Caracas ordenando “exprópiese, exprópiese” pasó al olvido, y ahora comenzó la era en la que Maduro ha tenido que ordenar “devuélvase, devuélvase”, como lo recuerda José González, analista político peruano-venezolano radicado en Nueva York, en un artículo publicado en la revista Cambio Colombia.

Es impresionante la bancarrota en la que quedó Venezuela por esa política económica estúpida que aplicaron Chávez y Maduro, a la cual se unió el enorme impacto que las sanciones económicas impuestas por EE. UU. produjeron en la economía venezolana. Todo ello llevó a que sufriera una contracción del 90 % y a que su PIB se redujera de poco más de US$482.000 millones en 2014 a US$47.000 millones en el 2020, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Por ello y seguramente como consecuencia del acercamiento con el gobierno estadounidense, Maduro comenzó su campaña de devoluciones: les retornó a sus antiguos propietarios el Centro Comercial Sambil, de 21.000 metros cuadrados, y devolvió fincas y hatos vinculados a la producción agraria. También parece que piensa devolver hoteles e industrias.

Tampoco ha tenido importancia aquí la carta que un grupo representativo de empresarios y miembros de la sociedad civil venezolana envío al presidente Biden; a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes; a Charles Schumer, líder de la mayoría en el Senado; a Antony Blinken, secretario de Estado, y a demás integrantes de la plana mayor del Congreso y del gobierno gringos, relacionados con las relaciones exteriores. En ella les piden que “enfrenten el hecho de que la política de máxima presión y sanciones económicas contra Venezuela no logró sus propósitos”, los instan a que continúen “promoviendo negociaciones productivas para resolver la crisis venezolana”, y urgen al gobierno de Caracas y a la oposición a que reinicien sin demora las negociaciones. “No hay más tiempo que perder”, les dicen.

Como lo afirmó en el programa 6AM Hoy por hoy, de Caracol Radio, Luis Vicente León, economista, profesor universitario y presidente de la encuestadora venezolana Data Análisis, el gobierno de Maduro, “que no representa a la sociedad venezolana, sin embargo, tiene control territorial del país”, controla desde hace años “la institucionalidad” y con él es indispensable “buscar acuerdos para resolver problemas de la gente, de la población, de infraestructura (y) problemas productivos”.

Eso es justamente lo que no ha entendido nuestro presidente Iván Duque. Mientras se incendia cada día más la frontera entre Colombia y Venezuela, y los ciudadanos de ambos países sufren las consecuencias de su absurda política de incomunicación con su homólogo venezolano, él insiste en que con quien tiene que hablar es con Guaidó.

Por favor, presidente, dese cuenta de que se quedó viendo un chispero y de que con su política hacia Venezuela hizo un oso universal.

Benjamín Villegas, el editor de la excelencia, acaba de recibir la Cruz de Boyacá. Si alguien se merece esa distinción es él. ¡Bravo, Benjamín!

Nota. Por vacaciones, esta columna reaparecerá el viernes 13 de mayo.

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Patricia Lara Salive

Abril 01 de 2022

“Develaciones”: no se la pierdan

El 14, 15 Y 16 de abril se presentará en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro, Develaciones, un canto a los cuatro vientos, una rapsodia que combina teatro, música, danza, cantos y videoarte, y constituye una obra de una calidad tal, que es digna de presentarse en el Lincoln Center de Nueva York o en la Ópera de París.

Es un producción de la Comisión de la Verdad, en coproducción con el Teatro Mayor y La Paz Querida; dirigida por Iván Benavides, Nube Sandoval y Bernardo Rey; asesorada por Ricardo Silva, Lucía González, Sara Malagón, Ramiro Osorio y Alberto Heredia; actuada por 102 artistas (64 provenientes de los territorios y 38 de Bogotá). Representa en distintos cuadros esa colección de verdades que la Comisión de la Verdad encontró a lo largo de sus tres años de mandato y que quedarán plasmadas en su informe final. Esos cuadros, descritos por la actriz Laura García en un artículo que publicó en Cambio, son los siguientes:

“I. La huida: una descarga de tambores que evoca ráfagas de metralleta y explosiones”.

“II. El lamento: en honor a los caídos, la abuela U-Mma esparce pétalos de flores”.

“III. Éxodo: un bosque de casas humeantes en movimiento es la imagen que nos narra el sacrificio del desplazamiento de pueblos enteros”.

“IV. Rostros: un grupo de hombres y mujeres invisibilizados develan su identidad”.

“V./X./XIV. Entreparedes 1-2-3: el clasismo, el exilio y las discusiones políticas y generacionales son algunas de las situaciones que se descubren”.

VI. El banquete: en un contraste despiadado, vemos sin filtros cómo se desarrolla un sofisticado banquete de trabajo en el que se definen importantes alianzas, pactos de silencio y asuntos de relevancia nacional”.

“VII. El polvo blanco: en Colombia, todas y todos hemos sido alcanzados de alguna manera por la lluvia nefasta e incesante de polvo blanco”.

“VIII. Resistencia: en las ciudades, el color en los muros y las danzas urbanas se erigen como un espacio de resistencia y expresión de la fuerza creativa de los jóvenes”.

“IX. Las madres: en una acción simbólica colectiva, las madres de Soacha desentierran a sus hijos”.

“XI. El secuestro: el cabello, como metáfora del tiempo que pasa en espera de la libertad es la representación de la dimensión personal de quien ha vivido este horror”.

“XII. Cantos del agua: el palabrero wayuu nos advierte en su lengua sobre el dolor de la tierra”.

“XIII. Infancia y guerra: el reclutamiento forzado les ha robado la infancia, la alegría y el pulso vital a niños y niñas de nuestro país”.

“XV. El árbol de la vida: la abuela U-Mma riega el gran árbol blanco para colmarlo con la savia vital que lo hace reverdecer. (...) El pueblo de pie se reincorpora para avanzar, resiste y avanza. Con la fuerza de la verdad, sin miedo, mira al futuro. La verdad es una segunda oportunidad para la paz”.

Esta obra es imperdible, no solo por su montaje magistral y lo que significa como apuesta de creación colectiva desde los territorios, sino porque es capaz de conmovernos profundamente y convencernos de que, a partir de conocer la colección de verdades del conflicto, tendremos que ser capaces de pasar la página y decirle adiós a la violencia.

Es imperdible también El coronel no tiene quien le escriba, una adaptación de la novela de García Márquez hecha y dirigida por el maestro Jorge Alí Triana, protagonizada por Laura García y Germán Jaramillo, que se presentará en el Teatro Colón el 7, 8 y 9 de abril.

Buen teatro es lo que hay para ver.

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Patricia Lara Salive 

Abril 08 de 2022

 

A vivir sabroso

Hoy me aburrí de las malas noticias: del fiscal general, que trastea fiscales al confín del país para incidir en los procesos; de las masacres y de las discusiones sobre si estas fueron legítimas o ilegítimas, o si los muertos se podían matar o no; del negocio de los gases lacrimógenos revelado por Cambio; de los chanchullos de todos los días, cuando lo único que cambia es el nombre de los chanchulleros. En fin, me aburrí de tanto negativismo y decidí seguir a Francia Márquez, esa mujer de fuerza interior tan poderosa que tiene la brillantez de resumir su propuesta política con esta frase: #VamosAVivirSabroso.

Pues sabroso decidí vivir. Así que hoy voy a hablarles de una tertulia llena de canciones, poesía y nostalgia que por invitación de la mamá de la poesía, Gloria Luz Gutiérrez, tuvimos en su casa, ante más de 70 amigos, con el compositor Eduardo Cabas de la Espriella, a mi juicio, el Agustín Lara colombiano.

A sus 76 años, Eduardo es padre de Andrés, cantante y compositor; de Juan, pintor, y de Eduardito, empresario pero también cantante en las visitas, a quien cuando gateaba le compuso una canción en la que le pedía: “Déjame ser tu amigo, hijo, / déjame soñar contigo, / cuéntame todos tus problemas, / que solo así me olvido de los míos”. Eduardo, el maestro que le huye al estrellato a pesar de que sus composiciones las han cantado los grandes, desde Plácido Domingo hasta Leonor González Mina, nos contó su vida entre canciones, desde cuando niño acompañaba a su padre, Eduardo, músico también, a abrir las puertas de su casa para que por ellas entraran las brisas. Ese recuerdo lo plasmó en un bolero: “Ay, pasar abril en Barranquilla / es sentir en mí su alegre brisa, / tierra de un abuelo pescador, / que dejó en la arena sus cenizas”.

Además, esa noche Eduardo confesó que no fue para su novia, como creían, sino para su madre, Beatriz, una pianista estricta que le templaba la rienda, que compuso a los 17 años su primer hit: “Que para dónde vas, / que si no tomas más, / que con quién has salido, / que por qué no llamé, / que llegué tarde ayer, / que estás amanecido… / Con ese repicar / me voy a trabajar / y todo es un suplicio. / ¡Qué voy a contestar / si nadie puede hablar / con semejante ruido! / Me tienes loco todo el día / con esa cantaleta, / a quién le va a gustar la casa / con esa fiera suelta”.

Así, durante dos horas de diálogo y canciones, la noche se deslizó y la historia de este maestro, que se define como “un soldado del amor”, llegó hasta la etapa de la madurez en la que, para un amigo, compuso este bolero: “Cuando sentí que con los años alcanzaba / esa aurora tan sagrada / que llamamos madurez (…) / por esa magia peregrina del destino / te cruzaste en mi camino / con tus ojos de mujer: / mi madurez se fue…”.

Eduardo también reveló en una canción que a veces su otro yo se le escapa de la cárcel y se le va: “Se desdobla, se apasiona y se enamora de verdad”; su otro yo, “ese maldito irresponsable vividor”, que no sabe cuánto daría por ser él, porque dice: “Mi otro yo soy yo”.

Sin embargo, Eduardo Cabas tiene un tercer yo: ese que compuso la que afirma será su última canción, Préstame, señor, una zamba religiosa que dice: “Préstame, señor, tus palabras / para que las mías no sean espinas, / para iluminar al que se pierde, / para yo entender la vida, / para comprender la muerte”.

Pero como a Eduardo Cabas se le escapa su otro yo, habrá otra columna en la que les hable de su nueva canción: ¡animo, maestro!

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Patricia Lara Salive

Marzo 18 de 2022

 

Al oído de Petro

La suerte está echada: lo más seguro es que, si no lo matan antes del 29 de mayo (como ocurre en esta democracia en la que asesinan a los candidatos que se oponen al establecimiento: Gaitán, Galán, Pizarro Leongómez, Jaramillo Ossa, Pardo Leal), Petro sea el próximo presidente de Colombia.

Pero él tiene dos caminos para llegar a la Presidencia. El primero, enfrentándose contra medio mundo, con lo cual ahondaría la fractura de la sociedad. El segundo, logrando acuerdos de verdad que le permitan consolidar su tan mencionado Pacto Histórico y garanticen el cambio, pero de una manera ordenada y no traumática, especialmente para la economía.

El lunes, el economista Salomón Kalmanovitz, progresista y antiguo miembro de la Junta del Banco de la República, escribió en este diario una columna titulada “Las malas ideas de Petro”. En ella dice que varias de sus propuestas “son descabelladas: 1) Dejar de explorar petróleo, a pesar de que, con el nivel actual de exportaciones y su elevado precio internacional, el país tuvo un déficit comercial en 2021 de US$15.425 millones (6 % del PIB), US$5.300 millones más que en 2020, o sea que se está agravando. 2) Liquidar las EPS para sustituirlas por una pública que puede resultar una pesadilla burocrática. 3) Hacer un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla a un costo altísimo, siendo puertos que no necesitan ser conectados porque son complementarios”.

Kalmanovitz agrega que otras ideas del candidato “son aún más malas, como la de aumentar la protección a la producción nacional con el fin de generar la devaluación del peso”. Y señala: “Petro estudió Economía en el Externado, pero capó clase el día que enseñaron que la devaluación empobrece a un país por el simple hecho de que reduce la capacidad adquisitiva de su población”.

Kalmanovitz explica que “una consecuencia adicional de la devaluación es que se vuelve más oneroso el servicio de la deuda externa y con ello se agrava el déficit fiscal del Gobierno, que el incompetente Duque llevó al 8 % del PIB”. Enfatiza que “un dólar caro significa el empobrecimiento de todo un país, (...) buscarlo con una devaluación más fuerte empujará hacia la indigencia a muchos que están al borde de ella. Se trata de una política empobrecedora y aventurera”.

En fin, Kalmanovitz hace otras críticas concretas a la política económica de Petro y afirma que ve “con pesimismo el futuro del país. Ya tuvimos un populismo derechista; ahora es el turno de la izquierda, que en verdad no lo es”.

Si es en serio que Gustavo Petro quiere hacer un Pacto Histórico, le llegó el momento de escuchar y concertar, especialmente si quienes hablan son economistas tan sólidos y progresistas como Kalmanovitz. ¿Por qué Petro no se reúne con él y discute su política económica? ¿Por qué no lo hace también con otros economistas importantes, como Mauricio Cabrera, Clemente Forero, José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria y Rudolf Hommes?

Los ministerios de Hacienda y de Defensa serán fundamentales en un gobierno de Petro. De quienes nombre en esos cargos dependerá el mensaje que mande a dos sectores estratégicos: el de los empresarios e inversionistas extranjeros, y el de defensa. Si el nuevo ministro de Hacienda es un Kalmanovitz, la inversión extranjera y los capitales no se irán del país. Si el de Defensa es un civil que conoce a fondo las Fuerzas Armadas, como puede ser Eduardo Pizarro, habrá paz en sus filas y Petro hasta podría conseguir la paz de Colombia.

De él depende…

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Patricia Lara Salive

Marzo 11 de 2022

No haga más el oso, presidente

“Las banderas de Estados Unidos y Venezuela se veían bonitas, unidas”, afirmó el presidente Nicolás Maduro, a propósito de la reunión que sostuvo hace una semana con los delegados del presidente Joe Biden, Juan González, asesor de la Casa Blanca, y James Story, embajador de EE. UU. en Venezuela, quien reside en Bogotá. “Yo podría calificar (la reunión) de respetuosa, cordial, muy diplomática”, agregó el mandatario venezolano, a quien acompañaron en el encuentro su esposa y la vicepresidenta, Delcy Rodríguez.

Por su parte, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que en el encuentro se abordaron “una variedad de temas”, que incluyen la seguridad energética y la salud de los norteamericanos detenidos en Venezuela.

Un par de días después, Venezuela liberó a dos prisioneros estadounidenses en ese país. La liberación de los presos es considerada por EE. UU. un punto clave en el camino de la mejoría de las relaciones entre ambas naciones.

De modo que esa mejoría ya comenzó, impulsada, paradójicamente, por la invasión de Rusia a Ucrania y por la necesidad que tiene EE. UU. de abastecerse de petróleo en otros mercados.

¿Pero, en realidad, qué significa la reunión entre Maduro y los enviados de Biden? Pues nada más y nada menos que EE. UU., de hecho, ha reconocido a Maduro como el presidente de Venezuela. ¿Y en qué queda Juan Guaidó? El pobre queda en nada: sin poder, sin respaldo y limitado a hacer el ridículo.

Lo peor es que el ridículo no lo hace solamente Guaidó. Lo ha hecho también Colombia desde comienzos del 2019, cuando el presidente Duque, convencido de que la caída del dictador se produciría en cuestión de días, lideró con el gobierno de Trump y con Guaidó la fracasada “invasión” de camiones con “ayuda humanitaria” a Venezuela, dizque para tumbar a Maduro. Pero ese oso no le bastó a Duque. Él siguió haciendo el ridículo después, cuando anunció que era al supuesto presidente Guaidó, y no a Maduro, a quien le iba a pedir en extradición a la exparlamentaria Aida Merlano, con la intención evidente de que no la extraditen para que no delate ante la justicia a sus cómplices y mentores.

Sin embargo, el manejo que Duque ha dado a las relaciones con Venezuela no es solo ridículo. Es también muy equivocado, porque ha logrado exacerbar la rabia de Maduro contra Colombia. Ello tiene el efecto de que el venezolano proteja con muchas más ganas y descaro a los miembros del Eln y de las disidencias de las Farc que están en su territorio. Además, ese manejo torpe de las relaciones con Venezuela les ha dificultado mucho la vida a los miles de personas que viven en un lado de la frontera y trabajan en el otro, y a los niños que habitan en un país y estudian en el vecino.

¿Será que Duque entrará en razón cuando se intensifiquen los diálogos entre Biden y Maduro? Soñar no cuesta nada…

Por esa misma razón anhelo, también, que el domingo derrotemos la compra de votos y elijamos un Congreso que trabaje por Colombia, y aspiro a que las coaliciones que prometen el cambio salgan fortalecidas, pues este país no resiste más de lo mismo.

***

Que las Águilas Negras (señores de los organismos de inteligencia, ¿de casualidad ustedes saben quiénes las componen?) amenacen a los magistrados de la Corte Constitucional que votaron a favor de la despenalización del aborto es un hecho de gravedad extrema, que debe ser repudiado por todo el país y toda la institucionalidad, empezando por el propio presidente de la República. Así le sepa a cacho…

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Patricia Lara Salive

Marzo 04 de 2022

Por quién votar

“Todos los políticos son iguales”, “todos son corruptos”. Son generalizaciones que se repiten y, además de no ser ciertas, invaden el inconsciente colectivo a tal punto que la desconfianza se convierte en nuestra principal característica, con lo cual se vuelve desagradable vivir en este país.

Es verdad que hay muchos políticos corruptos, pero no todos lo son. Por eso, ahora lo que importa es elegir este 13 de marzo un Congreso en su mayoría honesto y empeñado en trabajar por Colombia.

Hay dos listas cerradas para Senado: la del Nuevo Liberalismo y la del Pacto Histórico. En ambas hay buenos candidatos: en el Nuevo Liberalismo están la periodista Mábel Lara; Carlos Alfonso Negret, exdefensor del Pueblo; la columnista Sandra Borda; el abogado tolimense Guillermo Pérez Flórez y el exconcejal Carlos Fernando Galán. En el Pacto Histórico figuran el valiente senador Iván Cepeda, que no se entiende por qué no es cabeza de lista, y cuatro mujeres admirables: Aída Avella, María José Pizarro, Clara López y Luz Marina Bernal. Todos serían muy buenos parlamentarios.

Las demás son listas abiertas. En la de la Coalición Alianza Verde Centro Esperanza, independientemente de la colcha de retazos que representa su nombre, hay muy buenos candidatos, empezando por su cabeza de lista, Humberto de la Calle, arquitecto del proceso de paz; Ariel Ávila (número 69), cuyas investigaciones sobre parapolítica mandaron a la cárcel a 29 políticos y quien propone, entre otras cosas, crear una jurisdicción rural para quitarles la administración de justicia a los grupos armados ilegales y elevar el presupuesto de las universidades al 1 % del PIB para poder decretar la matrícula cero; Iván Marulanda (20), exconstituyente, calificado como uno de los diez mejores congresistas; Angélica Lozano (10), mujer de carácter, defensora del proceso de paz; Antonio Sanguino (22) y Luis Emil Sanabria (27), comprometidos con la paz, pueden contribuir a la construcción de una coalición reformista en el Congreso; Miguel Samper (13), exdirector de la Agencia Nacional de Tierras, y Gustavo García (90), joven constitucionalista que impulsó la implementación legal del proceso de paz.

De Cambio Radical son buenos candidatos su cabeza de lista, David Luna (1), exministro de las TIC, y Temístocles Ortega (21), quien se la jugó en el Congreso para evitar que se aprobaran las objeciones del presidente Duque a la JEP.

Entre las listas de representantes a la Cámara también hay candidatos valiosos: en el Centro Democrático está Gabriel Santos (104), que dice luchar por “una derecha diferente”; en el Partido Liberal figura Juan Carlos Losada (102), progresista, comprometido con la paz; en Cambio Radical está José Daniel López (118), defensor del Acuerdo de Paz, elegido durante tres años el mejor representante del país. Y en la Alianza Verde se puede escoger entre tres candidatos muy buenos: Mauricio Toro (105), que en los últimos cuatro años ha figurado entre los diez mejores representantes; Catherine Juvinao (104), conocida por su proyecto de veeduría “Trabajen, vagos”, sobre los ausentistas del Congreso, y Gabriel Cifuentes (103), profesor universitario que llega a la política por primera vez, columnista comprometido a fondo con la paz, un congresista indispensable ahora, cuando el tema de la paz ha pasado a segundo plano y se requiere que en el parlamento haya personas empeñadas en hacer que el Estado cumpla su palabra.

Ahí tienen, pues, buenos candidatos para todos los gustos.

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Patricia Lara Salive

Febrero 25 de 2022

A quiénes quiere encubrir la Dijín?

 

Lo que se teje tras la casi segura conspiración de la Dijín para evitar que Otoniel les diga lo que sabe tanto a la JEP como a la Comisión de la Verdad debe ser una trama digna de una de esas series españolas en las que los crímenes y negocios ilícitos ocurren porque los delincuentes cuentan con la complicidad de oficiales y políticos claves.

No de otra manera se explica que la Dijín, que custodia a Otoniel, hubiera empezado a obstaculizar sus declaraciones ante la JEP y la Comisión de la Verdad, y a “castigarlo” de modo que le dé miedo hablar. Otoniel, exguerrillero de las Farc y del Epl, exmiembro de las Autodefensas Unidas de Colombia y, por último, jefe del Clan del Golfo, había afirmado antes que desea revelar los nombres de los oficiales que están en la nómina de ese grupo criminal y cómo funcionan las alianzas de este con empresarios, miembros de la Fuerza Pública y otros funcionarios.

Veamos los hechos: la primera sesión ante el comisionado Alejandro Valencia y el investigador Eduardo Andrés Celis no contó con la privacidad requerida, fue espiada por cámaras y policías, e interrumpida por la Dijín. Dos días después, desconocidos asaltaron la casa de Celis y se llevaron solo el computador y una grabadora que contenían las declaraciones de Otoniel ante la Comisión, pero por fortuna Valencia hizo copia de las grabaciones. Luego la Dijín dijo que pondría la investigación del robo en manos de la Fiscalía, y sabemos que ahí puede demorar años. El martes, cuando Otoniel caminó cerca de 50 metros para ir a declarar ante la JEP, como lo reveló Daniel Coronell en uno de sus reportes para W Radio, en lugar de ser llevado con esposas en las manos, chaleco antibalas y casco, como es lo habitual, “fue esposado de pies y manos, y además usaron una cadena que une las extremidades superiores e inferiores”, lo cual hizo que el reo se quejara apenas llegó a la sala de audiencias por haber recibido “un tratamiento cruel e indigno”, y dejara “constancia de lo que, según él, es otro de los castigos que viene sufriendo en la Dijín desde que anunció su deseo de contar todo lo que sabe”.

La situación es tan grave, que el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, le envió una carta al presidente Duque, “en la que pone en su conocimiento la gravedad de lo ocurrido”, le anuncia que él, personalmente, seguirá entrevistando a Úsuga (Otoniel) y le solicita que “en su calidad de jefe de Estado inste al conjunto de las instituciones para que investiguen de manera pronta y eficaz lo sucedido”, y provean las garantías necesarias para “que la entrevista se siga desarrollando con las debidas confidencialidad y privacidad”.

El Consejo Asesor de la Comisión de la Verdad, integrado entre otros personajes por David Bojanini, Bernardo Toro, Cecilia María Vélez, Doris Salcedo y Rodrigo Uprimny, le escribió a Duque en el mismo sentido.

En este momento lo fundamental es no solo que el presidente otorgue las garantías solicitadas por Francisco de Roux, sino que desacelere el trámite de extradición de Úsuga, que se mueve a una velocidad inusitada. También, que la JEP acepte a Otoniel, como él lo ha pedido, en su calidad de tercero colaborador de las Fuerzas Armadas y promotor de grupos paramilitares.

Después sí, que lo extraditen. Pero antes que nos diga la verdad. Porque es algo demasiado importante lo que está en juego: nada menos que descubrir por qué en Colombia persiste el conflicto.

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Patricia Lara Salive

Febrero 18 de 2022

Así se hace, general Zapateiro

 

El general Eduardo Enrique Zapateiro, comandante del Ejército, merece una felicitación: apenas conoció la investigación publicada por la alianza Cambio-Noticias Uno, en la que se demostró, mediante una grabación, que el general Jorge Hernando Herrera Díaz, comandante de la Sexta División, les contó a sus compañeros —en julio de 2019, cuando era comandante de la Brigada 29 del Ejército con sede en Popayán— que él tenía una alianza con la banda de narcotraficantes Los Pocillos para combatir las disidencias de Gentil Duarte, el general Zapateiro hizo lo que tenía que hacer: llamar de inmediato a calificar servicios al general Herrera.

Una vez publicada la investigación, el Ejército sacó un comunicado en el que, entre otras cosas, dijo: “Hoy, al tener conocimiento, a través de la publicación, de los audios que dan cuenta de comportamientos presuntamente irregulares de un oficial general, la institución dará traslado de la información (…) a la Fiscalía General de la Nación, para que se investigue no solamente al general allí mencionado, sino al personal militar que pudo participar en la reunión citada por el medio, pues era su obligación, en el momento, denunciar estas presuntas actividades ilícitas (…) Siendo el interés de la institución contribuir al esclarecimiento de los hechos, se remueve del cargo [al general Herrera]”.

En este caso, Zapateiro no se puso con los rodeos en que han incurrido los últimos ministros de Defensa, quienes, por lo general, han dicho que los oficiales acusados de cometer tal o cual delito tienen derecho al debido proceso y no pueden ser removidos de sus cargos hasta que la justicia compruebe que son culpables. Y eso, al paso que aquí camina la justicia, más o menos quiere decir nunca.

Con ese proceder se les manda a las tropas el mensaje de que, en la práctica, si delinquen, no corren mayor riesgo. Y eso es nefasto. Por eso fue tan importante que el expresidente Santos, siendo ministro de Defensa, cuando tuvo la certeza de que ocurrían los falsos positivos, destituyera al general Montoya y a otros militares implicados en ese horror. Y el efecto de esa acción fue el descenso vertiginoso de los falsos positivos.

En este caso se trata de la perversa costumbre de aliarse con delincuentes para combatir a un enemigo común, como pasó cuando se dio de baja a Pablo Escobar o, lo que es peor, como ocurrió en el pasado cuando en infinidad de casos los militares, aliados con los paramilitares, los mandaron a hacer el trabajo sucio y exterminar a miles de personas con el fin de acabar con la guerrilla y aniquilar su base de apoyo.

Pero ¡ojo!: lo del general Herrera no parece ser un hecho aislado, sino más bien un cáncer que, si no se extirpa de inmediato, como lo hizo Zapateiro, puede hacer metástasis: basta recordar que hace más de dos años Leyner Palacios, líder social de Bojayá, hoy comisionado de la Verdad, denunció la connivencia de los grupos armados con militares. Y en carta que le envió al presidente Duque, en enero de 2020, le dijo: la actuación de los grupos paramilitares del “Clan del Golfo se realiza en connivencia con la fuerza pública asentada en el río Atrato y en muchos otros sectores de la región del Pacífico”, donde precisamente operaban el general Herrera y sus tropas.

Ojalá que esta reacción fulminante del comandante del Ejército conduzca a que, donde quiera que exista, se termine esa perversa connivencia.

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Patricia Lara Salive

Febrero 11 de 2022

Veintiséis niños bombardeados y nada pasa

 

Aquí la muerte de niños nos importa poco. Para la muestra, este botón: la revista Cambio renació esta semana con varias chivas:

Primera, la entrevista a la exparlamentaria Aida Merlano, en la que habla de sus amores con los políticos Julio Gerlein y Álex Char, denuncia con nombres y apellidos la corrupción de la política en el Atlántico, y cuenta su participación en ella (“a mí me criaron en una familia compradora de votos. Yo qué iba a pensar que eso es ilegal”, dice).

Segunda, la grabación de una charla entre la senadora María Fernanda Cabal y un militar, en la que ella comenta que el presidente “Duque es mamerto” y que a Uribe “le ha sabido a mierda”, afirmación que la senadora confirmó a los medios.

Tercera, un relato recogido en Morichal por Cambio, donde se cuenta cómo los restos del adolescente indígena Brayan Esteven Martínez, muerto en un bombardeo de la Fuerza Aérea, se los entregaron en pedacitos, envueltos en una mortaja, a su hermano Fabián. Agrega que entonces (septiembre de 2021) había en la morgue otra adolescente de 15 años fallecida en las mismas circunstancias; documenta que durante el gobierno de Duque van “26 niños muertos en bombardeos —entre ellos una niña de 12 años—”, según consta en un oficio de Medicina Legal enviado al secretario de la Comisión Primera del Senado por solicitud de los senadores Iván Cepeda y Roy Barreras; y añade que el Gobierno ha presentado los bombardeos de niños como casos aislados, a pesar de que en 10 de 29 de ellos (casi la tercera parte), realizados entre agosto de 2018 y el 30 de octubre de 2021, el Instituto de Medicina Legal ha practicado la necropsia de 26 menores.

Se trata de niños que no participan directamente de las hostilidades, así lo piense de ese modo la general Paulina Leguizamón, subjefa jurídica del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, porque en su inmensa mayoría son menores reclutados forzosamente y por lo tanto, como sostiene el jurista Rodrigo Uprimny, “deben ser considerados población civil, porque no están participando en las hostilidades”.

Presidente Duque, ministro Molano, general Leguizamón: aun cuando no sean sus hijos, se trata de niños muertos, de pequeñas víctimas bombardeadas; no son “máquinas de guerra”, como dijo una vez Molano. Son niños obligados a ir a la guerra o, como en el caso de Brayan, que han sido vendidos a la guerrilla por gente sin corazón. Brayan cursaba séptimo grado y, poco antes de morir, lo dejó todo —hogar, novia, estudios— para ir a raspar coca en la finca de un tal Botalón, quien acostumbra engatusar a los niños con la promesa de pagarles bien si se van a trabajar como raspachines, pero él acaba emborrachándolos y vendiéndoselos a la guerrilla.

¿Saben por qué en esas zonas la mayoría de los niños lo hacen? Porque sus padres no trabajan, ellos quieren estudiar pero no pueden pagar sus útiles escolares, no consiguen otros empleos y raspando coca ganan unos $44.000 diarios, menos que un salario mínimo, si se considera que a los raspachines no les pagan prestaciones sociales.

Cuando se cayó Guillermo Botero como ministro de Defensa por el bombardeo de niños, los menores muertos eran 12. Sin embargo, en la época de Molano la cuenta va en 26. Pero a nadie parece importarle: esa noticia no vende y quizás por eso los medios la callan. Entonces se detienen en los escándalos de la Merlano y la Cabal.

Mientras tanto, ¿que continúe el bombardeo de niños?

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Patricia Lara Salive

Febrero 04 de 2022

Las verdades que nos esperan

 

En charla entre Pacho de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, y la periodista María Jimena Duzán, sostenida en el Hay Festival, comenzamos a estrellarnos contra esas verdades que la Comisión ha escudriñado a fondo y nos revelará en su informe final. Aquí van algunas:

Primera verdad: la guerra no fue entre las Farc, el Eln y el Ejército. En ella participaron otros actores muy importantes que no han sido evidentes. Se dio un entramado muy complejo, donde jugaron elementos políticos, económicos y de defensa, y hubo una articulación entre las Fuerzas Militares y el paramilitarismo. De Roux explicó que ello se muestra bien en el caso de la hacienda Las Tulapas, donde se combinaron la reacción contra la guerrilla, las acciones de Mancuso y del Fondo Ganadero de Córdoba, la actuación de la Fiscalía para legitimar el robo, la de Fedegán para garantizar que se nombrara fiscal general a Mario Iguarán —con la misión de encubrir lo que se hizo— y la del gobernador Benito Osorio, quien actuó de intermediario para que el robo se hiciera asediando a los campesinos, a fin de conformar esa finca de más de 4.000 hectáreas. Luego, personas del empresariado y de la política del Valle del Cauca, asediadas por la guerrilla y los secuestros de sus niños a la salida de los colegios, entraron en comunicación con los paramilitares de Córdoba y crearon el Bloque Calima. Entonces ocurrieron la masacre del Naya y las otras grandes masacres de esa zona.

Segunda verdad: el paramilitarismo fue un aliado del Estado y tuvo un papel muy importante en la disminución del poder de las Farc —que a fines de los años 90 era enorme—, pero el dolor que causó fue inmenso. Hubo una especie de enloquecimiento en la guerra. Por eso, unos incorporaron a más y más niños en la confrontación y los otros produjeron los falsos positivos: “Tenían que mostrarle a la sociedad que se estaba ganando la guerra y eso se mostraba presentando cadáveres”, afirma De Roux.

Tercera verdad: la seguridad ha sido para la propiedad y el poder: a más propiedad y más poder, más seguridad; pero la seguridad no ha cuidado a la gente, como ocurre en Suecia, Dinamarca o Noruega.

Y una pregunta: ¿cómo es posible que nuestro Estado y nuestra sociedad hayan permitido que pasara esto? ¿Cuándo será que las víctimas de los sectores pudientes —sobre todo del secuestro y la extorsión— sentirán que son tan víctimas como las mujeres del Chocó o las mamás de los muchachos de Soacha asesinados por el Ejército? ¿Cómo es posible que estemos parados sobre semejante crisis humanitaria y no nos hayamos dado cuenta?

Entonces, el auditorio, repleto de público, estalló en aplausos para Pacho de Roux.

Ya llegó Cambio. Renace este domingo. La primera semana podrán leerla en forma gratuita. A partir de la segunda, requerirán estar suscritos. Ojalá se suscriban. Ojalá nos apoyen: volver a darle vida a Cambio ha sido un esfuerzo monumental. Ahora Cambio es una realidad.

Yohir Akerman y Federico Gómez Lara, columnistas de este querido periódico, se han despedido de sus columnas de El Espectador porque harán parte del equipo de Cambio. Pero yo, gracias a la generosidad de Fidel Cano, mantendré mi columna aquí, aun cuando también escribiré reportajes para Cambio. Apoyar a El Espectador y a Cambio —dos medios comprometidos con revelar las verdades— es fundamental si queremos consolidar nuestra democracia.

De modo que seguiremos encontrándonos: en El Espectador y en Cambio.

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Patricia Lara Salive

Enero 28 de 2022

La Coalición de la Desesperanza

Dividir el mundo entre buenos y malos es de los comportamientos más generadores de violencia, nos explicaban a los reporteros de Cambio 16, hace 26 años, los doctores Otto y Paulina Kernberg, psicoanalistas considerados en ese momento autoridades mundiales en las llamadas personalidades fronterizas.

Ese maniqueísmo —unido a otros factores como el maltrato físico, psicológico y sexual en la primera infancia, y la falta de una justicia que opere e impida que la gente busque hacer justicia por mano propia— puede disparar la violencia porque incita a la sociedad a que piense: “Aquí estamos los buenos y allá están los malos; los buenos tenemos el derecho y hasta el deber de acabar con los malos”. Con esa reflexión de base, los comportamientos violentos para arrasar con “los malos” casi pueden comenzar a ser vistos como un mandato de Dios. Entonces se extiende la violencia...

Pues bien, ahora la gran sorpresa es que la Coalición de la Esperanza, esa que dice que lucha contra los extremos y desea unir al país, esa que debería entender más que cualquier otro sector que no hay nadie completamente bueno ni completamente malo, es la que está dando el peor ejemplo de maniqueísmo: resulta que Íngrid Betancourt —quien hace poco declaró que César Gaviria, el jefe del liberalismo, “está en la posición de darle «el revolcón» al Partido Liberal, cuando más se necesita. Ya empezó a hacerlo, porque le apuesta a Alejandro Gaviria, que es lo más opuesto a cualquier maquinaria”— en el debate del martes descalificó públicamente a Alejandro por recibir el apoyo, a título individual, de Germán Varón Cotrino, un político de Cambio Radical que, hasta donde sé, no tiene investigaciones en contra.

De inmediato, fue secundada por Sergio Fajardo, cuya costumbre de descalificar y excluir es conocida: hace cuatro años, por ejemplo, el descalificado y excluido fue Humberto de la Calle, su aliado de hoy. El argumento era el mismo: que Humberto era cercano a César Gaviria. De la Calle, el exjefe del equipo negociador del Acuerdo de Paz con las Farc, es un tipo estupendo que hubiera podido ser un gran presidente, como lo hubiera sido Fajardo en el 2018 si se hubiera despojado del maniqueísmo y hubiera hecho un acuerdo generoso con De la Calle, con lo cual, además, nos hubiera ahorrado la pesadilla de caer en este desgobierno de Duque, que ha permitido que varias zonas del país hayan vuelto a hundirse en la violencia.

Las discrepancias explotaron a tal punto que Íngrid amenazó con irse de la coalición si Alejandro persistía en recibir esos apoyos. Él se defendió con vehemencia y dijo que no solo los recibiría, sino que vendrían más y que a su campaña se unirían los exministros liberales Rafael Pardo y Eduardo Díaz.

En distintos chats se ha hecho evidente el rechazo a esas actitudes de Íngrid y Fajardo. La gente dice que han debido tramitar sus diferencias en el seno de la Coalición, no en público. Según una encuesta de MediLab App, en la que preguntaban: “Para usted quién ganó el debate?”, las respuestas fueron: Gustavo Petro (21 %), Rodolfo Hernández (18 %), Alejandro Gaviria (15 %), Federico Gutiérrez (11 %), Juan Manuel Galán (9 %), Sergio Fajardo (7 %), ninguno (7 %), Francia Márquez (5 %), Camilo Romero (4 %), Óscar Iván Zuluaga (3 %) e Íngrid Betancourt (0 %).

Así que el maniqueísmo no solo trae violencia sino además, en este caso, desprestigio.

Más vale que los de esta Coalición aprendan la lección , que ojalá no acabe volviéndose la de la Desesperanza.

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Patricia Lara Salive

Enero 21 de 2022

Iván, el fuerte

Sin que el senador Iván Cepeda mostrara un solo signo de debilidad, a comienzos de septiembre le hice una larga entrevista en la que repasamos su vida.

Nunca imaginé que entonces Iván estaba recibiendo un tratamiento de quimioterapia, porque un mes antes le habían dado una noticia devastadora: ese cáncer que cuatro años atrás le había aparecido en el colon y del cual lo habían operado dos veces le había reaparecido en el hígado.

Nada hacía sospechar su situación: Iván seguía con toda su fuerza, dando sus debates en el Congreso, apoyando a las víctimas del conflicto, librando su intensa batalla jurídica contra el expresidente Álvaro Uribe y participando en Defendamos la Paz, plataforma de la que él fue uno de sus fundadores, conformada por gente de distintas vertientes, unida solo por la convicción de que la paz hay que defenderla.

En esa entrevista, Iván habló de su infancia, influenciada por la lucha política de sus padres, Manuel Cepeda y Yira Castro, ambos líderes comunistas; del impacto que a los seis años le causó ver soldados irrumpiendo en su casa de Praga, donde vivía, pues los tanques rusos acababan de entrar a la ciudad, en la llamada Primavera de Praga, y se los llevaron a él y a su familia para Moscú, porque no querían que extranjeros con relaciones políticas vieran lo que estaba pasando; de su ruptura con el Partido Comunista y sus confrontaciones con su padre por ese motivo; de su vida como profesor de Antropología Filosófica; del asesinato de su padre y su lucha por descubrir a los asesinos; de la petición de perdón que por su muerte hizo el Estado colombiano; de los procesos de paz con las Farc y el Eln; del fallido sometimiento del Clan del Golfo; de las amenazas y de la muerte…

Recuerdo que ese día le pregunté: “Iván, cuando te diagnosticaron el cáncer, ¿qué sentiste al pensar que podías morir?”.

“Miedo y tristeza”, repuso, “pero simultáneamente experimenté una visión de la vida que sin el cáncer no hubiera podido conocer. En estos días escuché al expresidente Pepe Mujica diciendo que en la vida a veces lo bueno es malo y lo malo es bueno. Se refería a que solamente cierto tipo de experiencias que nos ponen al límite nos revelan facetas de la existencia que no puedes conocer de otra manera”.

“¿Qué te reveló el cáncer?”.

“Primero, la banalidad y la trivialidad de muchas de las cosas que había vivido y pensado. Y segundo, la importancia y la esencialidad de otras, de la forma de ver la vida. Como decía Séneca, no es que la vida sea corta, sino que tal vez no la vivimos de la manera más intensa y productiva. Cada momento de la vida tiene un valor extraordinario. Hay que aprovechar la vida de la mejor forma”, repuso.

Tras dos operaciones de cáncer de colon con muy poco tiempo de diferencia, en plena campaña electoral, con la ayuda de mucha gente, en especial de su esposa y de su hermana, Iván se las ingenió para hacer una ficción de campaña y salió electo al Senado.

Hoy se repite la historia: luego de una quimioterapia muy exitosa que le redujo el tumor, Iván Cepeda acaba de ser operado otra vez y está libre de cáncer. Ahora, con seguridad, también en plena campaña electoral para el Senado, terminará de mejorarse y volverá a asumir su curul este senador incansable y valiente, indispensable para nuestra democracia.

Porque Iván es como su madre: perseverante y lleno de fuerza de voluntad.

#FuerzaIván

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Patricia Lara Salive

Enero 14 de 2022

Dónde están los líderes?

 

Que Colombia tenga sobre los partidos una opinión tan desfavorable como la que tiene sobre las Farc y el Eln es supremamente grave, como lo es el hecho de que prácticamente ya no creamos en nada ni en nadie. Todo ello debe llevar a los políticos y al país a una reflexión profunda.

Veamos: según la última encuesta de Invamer, realizada a fines de diciembre y comienzos de enero, 85 % de los encuestados tienen una opinión desfavorable de los partidos, 86 % la tiene de las Farc y 88 % la tiene del Eln. Solo el 7 % tiene una opinión favorable de los partidos y las Farc, y el 5 % la tiene del Eln. Sobre el Congreso, el estado de la opinión es un poquito mejor, pero también es terrible: el 75 % tiene una opinión desfavorable sobre el Lesgislativo y apenas el 18 % la tiene favorable.

Pero lo más angustioso es que en la encuesta casi nadie se salva: de los políticos por los cuales indagó Invamer, solo Juan Manuel Galán, Humberto de la Calle y Rodolfo Hernández tienen una imagen favorable superior a la desfavorable: en los casos de Galán y De la Calle la opinión favorable es 32 %, y la desfavorable es 20 % y 25 %, respectivamente; en el caso de Hernández la favorable es 17 % y la desfavorable es 11 %.

Los demás candidatos, incluidos los punteros, se rajan: Gustavo Petro tiene una opinión desfavorable del 44 % y una favorable del 34 %, Sergio Fajardo tiene una imagen desfavorable del 32 % y una favorable del 25 %, Alejandro Gaviria tiene una imagen favorable del 16 % y una desfavorable del 23 %, Óscar Iván Zuluaga tiene una opinión favorable del 12 % y una desfavorable del 43 %, Enrique Peñalosa tiene una imagen favorable del 18 % y una desfavorable del 25 %, Federico Gutiérrez tiene una imagen desfavorable del 17 % y una favorable del 16 %, Juan Carlos Echeverry tiene una favorable del 7 % y una desfavorable del 13 %, y Jorge Robledo tiene una imagen favorable del 13 % y una desfavorable del 16 %.

El Gobierno, por supuesto, tampoco se salva: al presidente Iván Duque el 69,8 % le desaprueba su gestión y apenas el 25,1 % se la aprueba. De la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, el 48 % tiene una imagen desfavorable y solo el 14 % tiene una imagen favorable.

Las instituciones fundamentales también se rajan: la Corte Suprema de Justicia tiene una imagen desfavorable del 70 % y una favorable del 21 %, la Fiscalía tiene una imagen desfavorable del 64 % y una favorable del 28 %, la Policía tiene una imagen desfavorable del 59 % y una favorable del 38 %, la Procuraduría tiene una imagen desfavorable del 56 % y una favorable del 26 %, la Corte Constitucional tiene una imagen desfavorable del 59 % y una favorable del 28 %, la Contraloría tiene una imagen favorable del 28 % y una desfavorable del 55 %, la JEP tiene una imagen desfavorable del 53 % y una favorable del 36 %, los sindicatos tienen una imagen desfavorable del 51 % y una favorable del 32 %, los medios de comunicación tienen una imagen favorable del 43 % y una desfavorable del 53 %, y la Junta del Banco de la República tiene una imagen favorable del 24 % y una desfavorable del 53 %.

En la encuesta, solo pasan raspando el Ejército y los empresarios, que tienen una opinión favorable del 53 %, y la Iglesia, que les sigue con 52 %.

Es decir, aquí la inmensa mayoría de los políticos y de las instituciones, sean de izquierda o de derecha, están en bancarrota. Ello significa que perdieron la sintonía con Colombia, que no la interpretan y que en un país que no cree en nada ni en nadie puede pasar cualquier cosa.

 

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