PATRICIA LARA SALIVE
Periodista y Escritora Colombiana
Patricia Lara Salive
marzo 07 de 2025
Aquí también se puede
"Con voluntad política y metas claras, la gente del Mato Grosso en veinte años ha pasado de vivir en la olla a tener un estatus de vida superior": Patricia Lara Salive.
No es lógico que, si nuestra Orinoquía tiene características similares a las de Mato Grosso en Brasil, su desarrollo esté hoy prácticamente en cero mientras que, en veinte años, esa región brasilera multiplicó por veinte sus hectáreas cultivadas.
Es impresionante lo que ha significado para la economía de nuestro vecino y para el bienestar de la población de la zona el desarrollo de Mato Grosso. Con una tecnología de punta, han logrado utilizar la misma tierra en tres productos: soya, maíz o algodón y ganado. Como explicó Ricardo Ávila en un reciente artículo de El Tiempo, “al tiempo que se recoge este tipo de fríjol (la soya) —clave para la industria de concentrados—, se siembran las semillas de lo que se conoce como la segunda zafra. Entrado el segundo semestre, llegará la recolección de algodón o de maíz. Y cuando este último sea acopiado, llegará el turno por unos meses del ganado que se alimentará de un pasto enriquecido por los nutrientes del suelo. Así, a lo largo de un año, la misma parcela tendrá tres usos, algo que solo es posible en las zonas tropicales con las condiciones topográficas y climáticas adecuadas”.
Así, en Mato Grosso en los últimos veinte años el PIB se cuadruplicó. Y la región es la primera productora de ganado bovino, soya, maíz y algodón de Brasil. Y si la soya es el primer producto de exportación de ese país, imagínense lo que ha significado el desarrollo de Mato Grosso para la economía brasilera.
Pero podría decirse que, desde el punto de vista del bienestar de los habitantes de la zona, los resultados son más asombrosos: el PIB per cápita, en los últimos veinte años, pasó de 19.000 reales (6.506 dólares) a más de 70.000 (12.131 dólares). Eso significa que las necesidades básicas de la población, que antes no tenía nada, ahora están más que satisfechas. Además, el desarrollo de Mato Grosso ha generado un recaudo de impuestos municipales, estatales y federales que, según el Estudio del Desarrollo de la Orinoquía Colombiana de Fedesarrollo, “se ha multiplicado en las últimas tres décadas, creando un círculo virtuoso de inversión pública y expansión productiva, dado que estos ingresos fiscales han fondeado múltiples inversiones en bienes públicos productivos y sociales”.
En resumen, con voluntad política y metas claras, la gente del Mato Grosso en veinte años ha pasado de vivir en la olla a tener un estatus de vida superior.
Ahora, ¿qué se requiere para que en nuestra Orinoquía pueda lograrse ese milagro? Pues se necesita básicamente lo mismo: una inmensa voluntad política para deshacer los enredos legales que impiden que los propietarios de tierras tengan, en esa región, la seguridad jurídica necesaria para atreverse a hacer las grandes inversiones que se requieren; y una claridad de metas que permita que los distintos sectores políticos, independientemente de su ideología, entiendan que, si la Orinoquía se desarrolla como Mato Grosso, Colombia tendría una despensa agrícola gigantesca y lograría el sueño que tuvo Petro al comienzo de su gobierno: producir tanto maíz y soya que podríamos dejar de importar e, incluso, volvernos exportadores de esos productos.
Sin embargo, para conseguir ese propósito, casi que habría que pensar en que la Orinoquía tuviera una legislación diferente en cuanto a tenencia y restitución de tierras, entre otras cosas.
Sería cuestión de que en el gobierno (este, el próximo y los que sigan) vieran claras las prioridades y actuaran en consecuencia.
Patricia Lara Salive
febrero 28 de 2025
Un libro clave
El gran desorden mundial, de Gabriel Iriarte, es un libro clave para entender el mundo en que vivimos.
Iriarte, además de haber sido durante 40 años director editorial de las editoriales más importantes (Planeta, Norma y Penguin Random House) es un analista internacional de primer nivel. Por eso, en buena hora, resolvió reunir muchos de los análisis internacionales que él publicó en distintos medios a partir de enero de 1980, días después de que se produjera la invasión soviética a Afganistán. A partir de ese momento, Iriarte comenzó la recopilación de sus textos, la cual se convirtió en este volumen de 690 páginas publicado por Penguin Random House, que incluye los principales hitos y momentos de la historia mundial hasta octubre de 2022, cuando remató con un artículo publicado en la Revista Cambio, titulado “Nada será igual después de Ucrania”.
El libro tiene cuatro grandes secciones, además de casi 40 mapas y recuadros sombreados en gris que ayudan a entender mejor los artículos: la Introducción, escrita por Iriarte especialmente para este texto, titulada ‘Auge y fracaso de la distensión, 1969-1979’, que explica por qué el mundo, en 1980, estaba en el punto en que estaba; el primer capítulo, llamado ‘La etapa final de la guerra fría’, que va de 1980 a 1989; el segundo, titulado ‘El momento unipolar’, que empieza en 1990 y llega al 2008; y el tercero, llamado ‘La multipolaridad y el gran desorden mundial’, que alcanza hasta casi el final del 2022.
El libro termina con una conclusión que dice que si bien es muy peligroso el desorden mundial que existe hoy, “ninguna de las tres superpotencias o la alianza de dos de ellas estaría en condiciones de imponerse por completo, a no ser que recurra a la guerra. Y con las tres bien provistas de armas nucleares, esa probabilidad no parece viable. Pero –comenta Iriarte–, habrá que esperar porque, como bien lo dijo el gran escritor colombiano Hernando Téllez, ‘la imprevisibilidad es la ley de la historia’”.
El gran desorden mundial puede leerse también, no cronológicamente, sino por temas, pues el autor incluyó al final un índice que le dice al lector dónde puede encontrar los grandes temas internacionales de este casi medio siglo: el Medio Oriente; la Unión Soviética, Rusia y Ucrania; Estados Unidos, armas nucleares y convencionales, China y Asia, Europa, Afganistán, América Latina y el Caribe, África y los temas globales.
El libro trae, además, muchas anécdotas interesantes. Por ejemplo aquella de que Fidel Castro, enfurecido con sus antiguos aliados, Polonia, Hungría, Bulgaria y Checoeslovaquia, porque apadrinaron en Naciones Unidas una resolución que acusaba a Cuba de violar los derechos humanos, los acusó de traidores, dijo que no renovaría los convenios comerciales con esos países y agregó que la “ayuda” proveniente de Europa Oriental “era una porquería”.
El gran desorden mundial es, pues, un libro que debería estar en las bibliotecas de todos los colegios y universidades y que debe ser consultado por todos aquellos a quienes nos interesa saber para dónde va este mundo y de dónde venimos.
Una pregunta para Susana Muhamad: ¿Qué diferencia habría para una ministra de Medio Ambiente entre sentarse junto a Armando Benedetti siendo él jefe de gabinete o ministro del Interior? ¿Cambiaría con ello su condición de maltratador del género femenino? ¿Y con el cambio de funciones dejaría ya de ser indigno compartir mesa con él?
Un poco de coherencia, por favor.
Patricia Lara Salive
febrero 14 de 2025
Un poquito de lealtad
“[Petro] no es capaz de amar a nadie, no obstante que no hace más que hablar de la política del amor”: Patricia Lara Salive.
Se ha dicho de todo a propósito del reality en que se convirtió la transmisión del pasado consejo de ministros. Pero tal vez no se ha hablado de dos temas: ¿qué significa que haya habido una rotación tan alta en los ministerios? ¿y que, en lugar de que a estas alturas haya habido solo 19 ministros, uno por cartera, o un poco más, que hayan desarrollado un programa coherente y lleven su ejecución a mitad de camino, en dos años y cuatro meses el presidente haya hecho casi 50 cambios de ministros, siempre con el argumento de que sus no han servido? ¿Y qué significa que, en público, tanto en los consejos de ministros como en sus trinos, el presidente maltrate a los ministros y demás funcionarios, especialmente a sus amigos más cercanos?
Solo hay dos respuestas a esas preguntas: la primera, que el presidente es un pésimo líder porque cuando se repite con tanta frecuencia la historia de que Fulano se va porque no sirve, el que no sirve es el jefe. Y la segunda, que la lealtad no es un atributo del presidente, salvo en casos que todavía no alcanzamos a comprender, como el de Armando Benedetti.
Que exista un buen liderazgo es una condición indispensable para que las empresas y las instituciones funcionen. Un buen líder escucha a sus colaboradores, dialoga regularmente con ellos, acuerda con su equipo derroteros y metas, descubre cuáles son las virtudes de su gente y las estimula. En fin, un buen líder es el que acompaña a su equipo y lo hace crecer. Un líder no puede ser inaccesible para sus colaboradores o imponerles barreras infranqueables; un buen líder no es alguien que, sin mayor planeación, anuncie promesas que no sabe si se puede cumplir y, después, regañe a sus ministros porque no las cumplieron; un buen líder no deja esperando horas a sus funcionarios y les hace perder un tiempo precioso; un buen líder no genera incertidumbre sino, por el contrario, crea certezas; un buen líder no es un presidente que le haga sentir a la gente que el país va a la deriva.
Y la otra condición fundamental para que, más que el gobierno, la vida funcione, es que se practique la lealtad. La forma como el presidente Petro trató a su compañero y amigo de toda una vida, Jorge Rojas, no tiene perdón. El trino que publicó, después de que acordaron en buenos términos su retiro de la dirección del DAPRE, donde no alcanzó a durar una semana, revela que el líder no es capaz de amar a nadie, no obstante que no hace más que hablar de la política del amor.
Jorge Rojas ha acompañado a Petro desde hace muchos años. Trabajó con él en la alcaldía donde fue su secretario privado, secretario de gobierno encargado y secretario de integración social. Fue su embajador en Bélgica, Vicecanciller y director del DAPRE. Y sigue acompañándolo, no obstante el trino desobligante que le dirigió y el maltrato que recibió de su parte (“el que puse de director del Dapre (…) comenzó a decir que el jefe de Despacho es el jefe de los ministros y levantó mucha indignidad (sic) y por poco acaba con el Gobierno, como quiere la extrema derecha”).
Ante semejante despropósito, tan mal escrito, además, Rojas contestó: “Tenemos que pensar hacia adelante. Apoyar al Gobierno e instar a la unidad de todos los funcionarios alrededor del presidente Gustavo Petro”.
Qué bueno sería que este triste episodio ocurrido con Jorge Rojas sirviera para que, por lo menos, el presidente aprendiera de él, aunque fuera un poco, qué significa la palabra lealtad.
Patricia Lara Salive
Febrero 07 de 2025
Hay tanto que aprenderle a Claudia Sheinbaum…
La manera como Claudia Sheinbaum ha timoneado el difícil momento de las relaciones entre México y Estados Unidos es ejemplo de cómo deben manejarse los conflictos y, sobre todo, de cómo debe lidiarse con Trump.
En tono calmado pero firme, sin usar adjetivos ni lenguaje vociferante o desafiante, Sheinbaum desmontó las acusaciones que llevaron a Trump a anunciar que les impondría un arancel del 25 % a los productos que México exporta a los Estados Unidos. Primero el viernes, en una de sus alocuciones, dijo lo siguiente:
1. Que el aumento de los aranceles tendría efectos muy graves para la economía de Estados Unidos, pues elevaría mucho los costos. 2. Que si quieren actuar contra el uso de drogas, combatan la venta de estupefacientes en las calles de sus principales ciudades, detengan a los grupos delictivos estadounidenses, investiguen el lavado de dinero en Estados Unidos y paren la venta del fentanilo y otras drogas. 3. Que “la epidemia de opioides sintéticos en Estados Unidos tiene su origen en la prescripción indiscriminada de medicamentos de este tipo” y que “la droga que causó la crisis de consumo de opioides sintéticos la siguen vendiendo en sus farmacias con autorización oficial”. 4. Que es irresponsable acusar al gobierno de México de tener vínculos con la delincuencia organizada. 4. Que si existe tal alianza es en las armerías de Estados Unidos, pues según su Departamento de Justicia, 74 % de las armas que usa la delincuencia organizada en México proviene en forma ilegal de la industria militar norteamericana. 5. Que en cuatro meses, México ha decomisado 40 toneladas de droga, 20 millones de dosis de fentanilo y ha detenido a más de diez mil personas vinculadas a esos grupos. 6. Que México no quiere confrontación y que, si Estados Unidos desea combatir conjuntamente a los grupos delictivos, deben trabajar bajo los principios de responsabilidad compartida, confianza mutua, colaboración y, sobre todo, respeto a la soberanía, que no es negociable. “Coordinación sí, subordinación no”, dijo Sheinbaum. Y agregó: “para ello le propuse al presidente Trump que establezcamos una mesa de trabajo con nuestros mejores equipos, los de seguridad y los de salud pública. No es con imposición de los aranceles como se resuelven los problemas, sino hablando y dialogando como lo hicimos (…) con el Departamento de Estado para atender el fenómeno de la migración”.
Más tarde, la presidenta buscó conversar con Trump. Mientras esperaba el contacto, dijo que, si no obtenía respuesta a sus planteamientos, México pondría en marcha su plan B. Entonces le informaron que Trump la llamaría el lunes a las ocho de la mañana.
Y así fue. Durante más de media hora, Claudia Sheinbaum sostuvo una charla con Trump que fue descrita por él como “muy amistosa”. Y llegaron al siguiente acuerdo: que México enviaría diez mil soldados a la frontera para ayudar a detener el tráfico de fentanilo y la inmigración ilegal, y que se suspendería por un mes la imposición de aranceles a los productos mexicanos mientras se adelantan negociaciones entre los equipos de alto nivel de Estados Unidos y México.
Y en un trino Trump concluyó: “Espero participar en esas negociaciones con la presidenta Sheinbaum, pues aspiramos a llegar a un acuerdo entre los dos países”.
Qué distinto ese lenguaje al tono amenazante que antes había usado Trump. La claridad, firmeza y buenas maneras de Claudia parecen haber puesto al temible Donald en el camino de la sensatez y la negociación.
Hay mucho que aprenderle a esta mujer.
Patricia Lara Salive
Enero 31de 2025
Paz y salvo de salud mental para candidatos a presidente
Es claro que todo el que aspire a ser presidente de este país ingobernable debe tener en la cabeza una tuerca medio suelta. Por ello es tan brillante la ocurrencia del escritor Ricardo Silva sobre que en Colombia nos falta crear el cargo de psiquiatra general de la nación. Sería el empleo más importante de todos. Y ese funcionario, que debería manejar una entidad que se llamara Psiquiatría General de la Nación, tendría que tener una dependencia que se ocupara de expedir unas especies de paz y salvos sicológicos para quienes quisieran participar en las elecciones como candidatos presidenciales. Ese paz y salvo debería ser un requisito obligatorio para poder ser elegido primer mandatario.
Lo anterior, que puede sonar a chiste, nos ahorraría múltiples inconvenientes. Y si esa norma la adoptaran los otros países, también se le ahorrarían las peores desgracias a la humanidad, por ejemplo, la de haber sido empujada por un demente como Hitler a una guerra que le dejó un saldo de casi cincuenta millones de muertos. Y, a lo mejor, igualmente habría evitado que subiera al poder de la primera potencia del mundo un peligroso narcisista que carece de límites y que puede a llevar a la tierra, entre otras desgracias, a que se precipite el apocalipsis que, a este paso, mucho más temprano que tarde, generará el cambio climático: el cálculo es que, si seguimos como vamos, para 2030, la temperatura del planeta ya habrá pasado ese punto de no retorno que nos llevará al desastre.
Pero volvamos a Colombia. El gravísimo incidente ocurrido este fin de semana con Estados Unidos, cuyas consecuencias no están del todo solucionadas (los colombianos que viajan allá siguen siendo sometidos a requisas largas y molestas), tiene que demostrarle al presidente Petro que las relaciones exteriores del país no pueden manejarse a punta de trinos. El presidente tiene razón en que a los colombianos –y a los demás habitantes del mundo– debe garantizárseles un trato digno y que sus derechos no pueden ser violados. Pero esos temas deben ser tratados por los canales diplomáticos. Y si es cierto, como parece que lo es, que ya el gobierno colombiano había autorizado el vuelo del avión americano que traía a los deportados, el presidente no podía, a las tres de la mañana ni a ninguna otra hora, escribir un primer trino en el que decía que los colombianos debían ser recibidos con flores, y con 40 minutos de diferencia escribir otro en el que afirmaba que no autorizaba el aterrizaje en Colombia de ese avión que ya venía en vuelo.
Y, claro, esa reacción de nuestro presidente generó una respuesta desmedida, abusiva y peligrosa de parte de su homólogo estadounidense la cual, si se hubiera llevado a cabo, habría creado un terrible impacto económico en el país. Y para evitar semejante debacle, a los diplomáticos colombianos no les quedó más remedio que dar marcha atrás y recibir a los deportados colombianos a quienes, por lo demás, no podía negárseles la entrada a su patria.
No, presidente. Ya es hora de que se dé cuenta de que tiene que cambiar de métodos.
Nota. Esta semana se le rindió un sentido homenaje a Patricia Castaño, documentalista y pionera de importantes proyectos culturales, quien fue condecorada por el alcalde Carlos Fernando Galán con la Orden Civil al Mérito. Un abrazo estrecho de felicitación a esta mujer que lo merece todo.
Patricia Lara Salive
Enero 24 de 2025
No deje que la tragedia se repita, presidente
Siento tristeza al escribir esta columna. Yo he sido una convencida de la necesidad de negociar la paz. He apoyado todos esos procesos. Desde 1999 he pertenecido a la Comisión Facilitadora del Proceso con el ELN. Pero para hacer la paz se necesitan dos. Y, definitivamente, los hechos han demostrado que el actual ELN no quiere hacer la paz. Tristemente, creo que no hay nada qué hacer, por lo menos mientras continúen los mismos mandos.
De modo que la decisión que acaba de tomar la fiscal general, Luz Adriana Camargo, de reactivar las órdenes de captura contra los 31 voceros del ELN en las mesas de diálogos de paz, incluidos los miembros del COCE Antonio García y Pablo Beltrán, no solo es acertada sino que debe cambiar rotundamente las relaciones entre el gobierno y el ELN y debe llevar a otra acción inmediata de parte del presidente Petro: solicitarle al gobierno de Maduro la extradición a Colombia de Antonio García y demás dirigentes y miembros del ELN que se encuentran en territorio venezolano.
Ya se acabaron las disculpas: después de los 60 u 80 o quién sabe cuántos asesinatos, muchos de ellos firmantes de paz, más los veinte o treinta mil desplazamientos que el ELN ha ocasionado en Catatumbo en una semana, más todo lo demás, no hay vuelta atrás. El presidente suspendió el proceso de paz con el ELN y, según el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, “el ELN ha botado a la caneca de la basura una vez más, y diría que de forma definitiva, la posibilidad de construir la paz en Colombia”. Es decir que el proceso de paz con el ELN se acabó. Por lo tanto, no hay justificación alguna para que Venezuela albergue a sus jefes y a sus bases y les ofrezca una cómoda retaguardia.
Y si existen protocolos que les impidan a los países garantes entregar a los jefes del ELN, deben deshacerse las cosas como se hicieron porque Colombia no puede seguir tolerando que esos salvajes se protejan en Venezuela, pasen a pie o a nado la frontera, asesinen a cuantos quieran, y regresen a sus casas como Pedro por su casa.
La gente del Catatumbo, y de las otras zonas afectadas por la pelea sangrienta de los grupos violentos (Cauca, Norte del Valle, Bajo Caguán, Chocó, Cesar), y los colombianos en general, necesitamos sentir que hay un estado que nos protege, y no que cada vez estamos más en manos de unas bandas criminales sin control que parece que le están ganando la pelea al Estado.
Como sostuvo en su pronunciamiento Aliadas, una asociación que agrupa a 32 de las principales asociaciones y gremios del país, “la Fuerza Pública no puede ser un actor expectante o un simple mediador; su papel debe ser el de garantizar la seguridad y enfrentar con firmeza a los grupos criminales que hoy desafían la estabilidad del país. La inacción no es una opción cuando la vida de miles de colombianos está en juego”.
Es que es inaudito que, en noviembre pasado, mediante una alerta temprana, la Defensoría del Pueblo vaticinara que, en el Catatumbo, se produciría una escalada de violencia debido a los enfrentamientos entre el ELN y una facción de las disidencias, el gobierno no haya tomado medidas preventivas, ahora estemos lamentando semejante tragedia y, encima de todo, el presidente diga que no sabe por dónde entraron ese montón de hombres armados.
Y lo más grave es que lo mismo puede ocurrir en el Norte del Valle, el Bajo Caguán, Quibdó y Cesar, territorios que también han sido advertidos.
Por favor, presidente, no deje que la tragedia se repita.
Patricia Lara Salive
Enero 17 de 2025
Ante Trump, más acción y menos carreta
“Llega Trump: ajústense los cinturones”. Así titula el excanciller Julio Londoño un análisis que publica en Cambio. Y agrega: “además, pueden necesitarse las máscaras de oxígeno”.Si semejante afirmación la hace un gran experto en política internacional como es él, no nos queda más remedio que hacerle caso y estar listos para lo que venga. Por ahora, Trump no se ha metido con Colombia. Y ojalá se mantenga alejadito.
Sin embargo, ha dicho que quiere reincorporar a Estados Unidos el Canal de Panamá porque le parece muy caro lo que cobra por el tránsito de los barcos, es decir, que aspira a echar por la borda los Tratados Torrijos-Carter que Colombia ayudó a consolidar y en los que obtuvo un trato preferencial en cuanto al paso de sus naves por el canal; ha declarado que podría presionar económicamente a Canadá para convertirlo en el estado número 51 de Estados Unidos; ha afirmado que tiene la intención de incorporar Groenlandia a Estados Unidos; y ha añadido que desea cambiarle el nombre al Golfo de México, compartido por México, Cuba y Estados Unidos, para bautizarlo ‘Golfo de América’, a lo cual la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, sonriente y con ironía, mientras señalaba un viejo mapa que mostraba cómo era el territorio de Estados Unidos el siglo antepasado, contestó: “¿por qué no le llamamos América Mexicana? ¿Se oye bonito? ¿Verdad que sí?”
Esas aspiraciones de Trump, que según el excanciller Londoño implican que “volveríamos a la época del expansionismo norteamericano y del “Gran Garrote” del presidente Theodore Roosevelt, que inundó de intervenciones militares el continente”, paradójicamente, pueden tener un efecto bumerán para Trump: unir en su contra a todos los países de América, Canadá incluido, y fortalecer las doctrinas de izquierda que propenden por la lucha contra el imperialismo norteamericaon
Lo curioso es que, con respecto a Venezuela, la actitud del nuevo gobierno de Trump es ambigua: el presidente electo no recibió a Edmundo Gonzalez y el senador republicano Bernie Moreno afirmó que Trump quiere trabajar con Maduro los temas de repatriación de venezolanos y que busca que Venezuela deje de hacer negocios con Rusia y China y los haga con su país. Entonces sí, añadió Moreno, se podría discutir sobre una elección libre y justa monitoreada por la comunidad internacional.
Sin embargo, hay algunas esperanzas: como dijo en diciembre el expresidente Juan Manuel Santos, Trump es un negociante y con él se puede negociar. Y como me contó nuestro embajador en Washington, Daniel García Peña, en una entrevista que saldrá el domingo en Cambio, quedó claro, a raíz de la visita a esa ciudad de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad –quien con otros funcionarios viajó a presentar la “plataforma país”– que con la administración Trump se puede trabajar en cosas concretas. Resulta que en una reunión que tuvo ella con Ed Russo, asesor de Trump en materia ambiental, este le dijo: mire, el gobierno de Trump quiere trabajar en cosas muy concretas, por ejemplo, agua limpia. Y la ministra, muy inteligentemente, en lugar de embarcarse en discusiones ideológicas, le contestó: bueno, trabajemos en eso, nosotros tenemos proyectos de tratamiento y saneamiento ambiental. Y Russo le respondió: estamos cansados de tantas reuniones, conferencias y seminarios y necesitamos acciones concretas. Entonces la ministra contestó: estamos de acuerdo.
Los gringos son prácticos. Esa puede ser la salida. Así que, con Trump, la fórmula sería más acción y menos carreta.
Patricia Lara Salive
Enero 03 de 2025
¡Qué gran libro, Juan Gabriel Vásquez!
El escritor Juan Gabriel Vásquez acaba de producir una novela formidable: Los nombres de Feliza. A mi juicio, se trata de un libro magistral de periodismo que empezó a venderse a comienzos de diciembre y en poquísimos días agotó los doce mil ejemplares de la primera edición, y que el próximo 6 de febrero se presentará en la Biblioteca del Gimnasio Moderno de Bogotá.
El libro comenzó a imaginarlo Juan Gabriel Vásquez en 1996, cuando llegó a París con varias obras entre su maletín, entre ellas Notas de Prensa de Gabriel García Márquez, una recopilación de columnas del Premio Nobel publicada en una edición especial que él, generosamente, le cedió a la revista Cambio16 para promover la venta de sus suscripciones, y en cuya carátula sobresalían unas alas de mariposa en tonos rosados y cafés.
En ese libro, Juan Gabriel Vásquez leyó una columna publicada por Gabo en este periódico el 20 de enero de 1982, en la que decía: “La escultora colombiana Feliza Bursztyn, exiliada en Francia, se murió de tristeza a las 10:15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de París”.
En efecto, esa noche, Gabo y Mercedes habían invitado a cenar a Feliza, a su compañero, Pablo Leyva, al periodista Enrique Santos Calderón y a su esposa de entonces, María Teresa Rubino (Q.E.P.D.). Feliza fue al baño, regresó, Mercedes le dijo que en el menú figuraba esa deliciosa sopa de remolacha de la que habían hablado minutos antes, “si, Merce, qué maravilla”, cuenta Juan Gabriel que dijo Feliza, “entonces”, relata él, “Feliza cerró los ojos y sus manos se relajaron sobre la carta y de su cara se fue la sangre y su cuerpo entero se deshizo, o pareció que se deshacía, y su cabeza desgonzada se inclinó hacia el lado derecho, y luego fue como si el cuerpo entero se fuera detrás de la cabeza, deslizándose por un espacio que no existía y cayendo al suelo con un golpe seco y discreto”.
A partir de la lectura de esa conmovedora columna de Gabo que, hace casi 30 años, hizo Juan Gabriel Vásquez, a él le surgió una pregunta que se le convirtió en obsesión: ¿por qué Feliza murió de tristeza? Y esa es justamente la pregunta que el autor trata de responder a lo largo de las 279 páginas de ese libro que no puede soltarse hasta que el lector no concluye su lectura, y que el autor denomina novela porque, además de la minuciosa investigación periodística e histórica que hay detrás de ella (la obra se pasea no solo por la historia de esa escultora de origen judío, valiente y talentosa, sino también por la historia de Colombia entre los años 1948 a 1982), Juan Gabriel se adentra en la siquis de los personajes, especialmente en las de Feliza y Pablo, y les inventa un mundo interior. Como dijo él durante un Zoom que, a mediados de diciembre, hicimos para los suscriptores fundadores de la revista Cambio, “ese acto de imaginación de una vida ajena, de intromisión, es ficción (…) Se trata de coger la vida de una persona real y esculpirla. Es la interpretación de una vida ajena desde esa misma vida”.
Como Volver la vista atrás, novela de Juan Gabriel Vásquez que retrata, también de manera magistral, la vida del cineasta Sergio Cabrera y de su familia, esta nueva obra suya es un libro de lectura deliciosa e indispensable. A ver si entendemos, un poco más, en qué país hemos vivido.
Nota: Y, a propósito, no se pierdan Cien Años de Soledad en Netflix. Es una serie magistral.