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De su Entrevista a: “Doña Nydia Quintero”

Talvez el mejor reportaje de los últimos tiempos es el que le hizo Patricia Lara a Nydia Quintero en la última edición de Cambio 16. Digamos que en él doña Nydia públicamente se desahoga por la muerte de su hija Diana, ocurrida en 1991 por culpa de haber sido secuestrada por los llamados Extraditables con Pablo Escobar como cabeza muy visible, pero también por una torpe operación de la Policía, cuya incursión de rescatar a la rehén condujo a su asesinato, por una bala que le entró en la espalda.


Y es que nadie como doña Nydia resultaba periodísticamente tan entrevistable en estos momentos, por dos razones poderosísimas. Primero porque sin duda los pasajes más tenebrosos de todo lo tenebroso que se relata en Noticia de un secuestro, el último libro de Gabriel García Márquez, son justamente los que tienen que ver entre Nydia Quintero y el entonces presidente de la República, César Gaviria. Son pasajes de una crudeza tal en los que, a juicio de muchos de los lectores con los que he intercambiado opiniones sobre el libro, concluyen que Gaviria sale definitivamente muy mal parado, sin que obviamente el autor de la obra se lo hubiera propuesto para nada. Por algo María Mercedes Carranza escribió en un comentario crítico lo siguiente, a propósito de la actitud del ex presidente frente a este secuestro: En primer lugar está la frialdad cruel con que trató a los familiares de los secuestrados. Debe admirarse su pregonado empeño en no negociar los principios del Estado, pero esa conducta ante el drama humano era del todo innecesaria. Más aún cuando el libro demuestra paso a paso cómo (Gaviria) fue cediendo a las exigencias de Escobar, imperdonablemente tarde en el caso de Diana Turbay .


Y en segundo lugar porque la aparición de este best seller confluye con el secuestro de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex presidente, y, sobre todo, con la forma como se realizó y negoció su rescate. Que es lo que precisamente le ha permitido a doña Nydia salir a acusar y decir lo que dijo, en el mencionado reportaje con Patricia Lara: la frase lapidaria de que Me duele que cuando secuestraron a Diana el presidente no hubiera sido Ernesto Samper y el director de la Policía no fuera el general Rosso José Serrano. Así hoy mi niña estaría viva .


Y es que el solo hecho de comparar sus declaraciones con la narración que hace García Márquez en su libro sobre este episodio, lo deja a uno helado. Después del asesinato, doña Nydia según Gabo le reclamó al presidente su indiferencia y su frialdad por no cumplir con la obligación constitucional de salvar las vidas de los secuestrados .

 

Póngase a pensar concluyó, si la niña suya hubiera estado en estas circunstancias. Qué habría hecho usted? Lo miró directo a los ojos, pero estaba ya tan exaltada que el presidente no pudo interrumpirla. El mismo lo contaría más tarde: Me preguntaba, pero no me daba tiempo de contestar . Nydia, en efecto, le cerró el paso con otra pregunta: Usted no cree, señor presidente, que se equivocó en el manejo que le dio a este problema? . El presidente dejó ver por primera vez una sombra de duda. Nunca había sufrido tanto , diría años después. Pero sólo pestañeó, y dijo con su voz natural: Es posible.


En la entrevista con Cambio, Nydia Quintero señala que el doctor Gaviria pensaba que como presidente no podía dejarse presionar. Y yo creo, como lo cree todo el país, que con el secuestro de su hermano hizo todo lo contrario de lo que pensaba cuando era presidente, no obstante que ahora también tiene la responsabilidad de ser Secretario General de la OEA .


Son muy duras esas declaraciones por parte de quien, desde que ha tenido que vivir con esta tragedia la muerte de Diana, hace ya más de cinco años, se ha caracterizado sin embargo por mantener la serenidad en medio de su justificable amargura. Porque posiblemente ese estado de exaltación que retrata García Márquez de doña Nydia fueron escenas registradas en la intimidad de su dolor. Por el contrario, si algo sorprende es que ella ha tenido que convivir con esa aguda espina dorada, quien te pudiera sentir en el corazón clavada de que habla Antonio Machado, en la más discreta privacidad y quién sabe quién sabe si también en la más absoluta soledad.


Siento pena por esta señora (talvez la mejor primera dama que ha tenido el país), porque en sus ojos se refleja la tristeza infinita de un dolor que ni el transcurso del tiempo le ha permitido superar. Sus constantes muestras de nobleza, además, tanto cuando le escribió de su puño y letra a Escobar para que liberaran a Maruja Pachón y Pacho Santos, una vez fallecida Diana, como ahora en la carta que le dirigiera al Comandante Bochica pidiendo la liberación de Juan Carlos Gaviria, enaltecen aún más su espíritu, porque reflejan la increíble entereza de su carácter.
Pero debo decir que también siento felicidad y pena por lo que en este caso tan cercano a su sangre le sucedió a César Gaviria. Felicidad, porque había que ver las condiciones infrahumanas en que los captores mantenían encerrado a su hermano, y lo que habría producido ese tétrico escenario de su muerte de su anunciada muerte no solo para su familia sino para el país.


Y aunque creo que, independientemente de esta mala coincidencia, Gaviria se equivocó frente al manejo del secuestro de Diana Turbay, y él a lo peor lo sabe en la intimidad de su conciencia, ahora que revivió el episodio en carne propia y, sin duda, hizo hasta lo imposible por salvar a Juan Carlos lográndolo, algo que tiene que haber detrás de esa gélida imagen que Gabo nos pinta del ex mandatario. Algo más que esa simple frialdad insensible frente a la muerte de Diana. Y ojalá algún día rompa su silencio, no solo para conocer lo que realmente piensa ahora frente a lo de ayer, sino sobre todo para demostrar ante sus compatriotas que los presidentes también tienen alma, así a veces la disfracen o la escondan y a veces también, por eso mismo, aparezcan como seres casi cínicos, en la abscóndita distancia que les otorga el poder.


Y no para darle explicaciones a Nydia Quintero que a estas horas ya no valen la pena, pero a lo mejor para aliviar el lacerante dolor que desde entonces la embarga esa aguda espina dorada que llevará para siempre.


D´artagnan

Patricia Lara Salive

Enero 31de 2025

Paz y salvo de salud mental para candidatos a presidente

Es claro que todo el que aspire a ser presidente de este país ingobernable debe tener en la cabeza una tuerca medio suelta. Por ello es tan brillante la ocurrencia del escritor Ricardo Silva sobre que en Colombia nos falta crear el cargo de psiquiatra general de la nación. Sería el empleo más importante de todos. Y ese funcionario, que debería manejar una entidad que se llamara Psiquiatría General de la Nación, tendría que tener una dependencia que se ocupara de expedir unas especies de paz y salvos sicológicos para quienes quisieran participar en las elecciones como candidatos presidenciales. Ese paz y salvo debería ser un requisito obligatorio para poder ser elegido primer mandatario.

Lo anterior, que puede sonar a chiste, nos ahorraría múltiples inconvenientes. Y si esa norma la adoptaran los otros países, también se le ahorrarían las peores desgracias a la humanidad, por ejemplo, la de haber sido empujada por un demente como Hitler a una guerra que le dejó un saldo de casi cincuenta millones de muertos. Y, a lo mejor, igualmente habría evitado que subiera al poder de la primera potencia del mundo un peligroso narcisista que carece de límites y que puede a llevar a la tierra, entre otras desgracias, a que se precipite el apocalipsis que, a este paso, mucho más temprano que tarde, generará el cambio climático: el cálculo es que, si seguimos como vamos, para 2030, la temperatura del planeta ya habrá pasado ese punto de no retorno que nos llevará al desastre.

Pero volvamos a Colombia. El gravísimo incidente ocurrido este fin de semana con Estados Unidos, cuyas consecuencias no están del todo solucionadas (los colombianos que viajan allá siguen siendo sometidos a requisas largas y molestas), tiene que demostrarle al presidente Petro que las relaciones exteriores del país no pueden manejarse a punta de trinos. El presidente tiene razón en que a los colombianos –y a los demás habitantes del mundo– debe garantizárseles un trato digno y que sus derechos no pueden ser violados. Pero esos temas deben ser tratados por los canales diplomáticos. Y si es cierto, como parece que lo es, que ya el gobierno colombiano había autorizado el vuelo del avión americano que traía a los deportados, el presidente no podía, a las tres de la mañana ni a ninguna otra hora, escribir un primer trino en el que decía que los colombianos debían ser recibidos con flores, y con 40 minutos de diferencia escribir otro en el que afirmaba que no autorizaba el aterrizaje en Colombia de ese avión que ya venía en vuelo.

Y, claro, esa reacción de nuestro presidente generó una respuesta desmedida, abusiva y peligrosa de parte de su homólogo estadounidense la cual, si se hubiera llevado a cabo, habría creado un terrible impacto económico en el país. Y para evitar semejante debacle, a los diplomáticos colombianos no les quedó más remedio que dar marcha atrás y recibir a los deportados colombianos a quienes, por lo demás, no podía negárseles la entrada a su patria.

No, presidente. Ya es hora de que se dé cuenta de que tiene que cambiar de métodos.

Nota. Esta semana se le rindió un sentido homenaje a Patricia Castaño, documentalista y pionera de importantes proyectos culturales, quien fue condecorada por el alcalde Carlos Fernando Galán con la Orden Civil al Mérito. Un abrazo estrecho de felicitación a esta mujer que lo merece todo.

Patricia Lara Salive

Enero 24 de 2025​

No deje que la tragedia se repita, presidente

Siento tristeza al escribir esta columna. Yo he sido una convencida de la necesidad de negociar la paz. He apoyado todos esos procesos. Desde 1999 he pertenecido a la Comisión Facilitadora del Proceso con el ELN. Pero para hacer la paz se necesitan dos. Y, definitivamente, los hechos han demostrado que el actual ELN no quiere hacer la paz. Tristemente, creo que no hay nada qué hacer, por lo menos mientras continúen los mismos mandos.

De modo que la decisión que acaba de tomar la fiscal general, Luz Adriana Camargo, de reactivar las órdenes de captura contra los 31 voceros del ELN en las mesas de diálogos de paz, incluidos los miembros del COCE Antonio García y Pablo Beltrán, no solo es acertada sino que debe cambiar rotundamente las relaciones entre el gobierno y el ELN y debe llevar a otra acción inmediata de parte del presidente Petro: solicitarle al gobierno de Maduro la extradición a Colombia de Antonio García y demás dirigentes y miembros del ELN que se encuentran en territorio venezolano.

Ya se acabaron las disculpas: después de los 60 u 80 o quién sabe cuántos asesinatos, muchos de ellos firmantes de paz, más los veinte o treinta mil desplazamientos que el ELN ha ocasionado en Catatumbo en una semana, más todo lo demás, no hay vuelta atrás. El presidente suspendió el proceso de paz con el ELN y, según el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, “el ELN ha botado a la caneca de la basura una vez más, y diría que de forma definitiva, la posibilidad de construir la paz en Colombia”. Es decir que el proceso de paz con el ELN se acabó. Por lo tanto, no hay justificación alguna para que Venezuela albergue a sus jefes y a sus bases y les ofrezca una cómoda retaguardia.

Y si existen protocolos que les impidan a los países garantes entregar a los jefes del ELN, deben deshacerse las cosas como se hicieron porque Colombia no puede seguir tolerando que esos salvajes se protejan en Venezuela, pasen a pie o a nado la frontera, asesinen a cuantos quieran, y regresen a sus casas como Pedro por su casa.

La gente del Catatumbo, y de las otras zonas afectadas por la pelea sangrienta de los grupos violentos (Cauca, Norte del Valle, Bajo Caguán, Chocó, Cesar), y los colombianos en general, necesitamos sentir que hay un estado que nos protege, y no que cada vez estamos más en manos de unas bandas criminales sin control que parece que le están ganando la pelea al Estado.

Como sostuvo en su pronunciamiento Aliadas, una asociación que agrupa a 32 de las principales asociaciones y gremios del país, “la Fuerza Pública no puede ser un actor expectante o un simple mediador; su papel debe ser el de garantizar la seguridad y enfrentar con firmeza a los grupos criminales que hoy desafían la estabilidad del país. La inacción no es una opción cuando la vida de miles de colombianos está en juego”.

Es que es inaudito que, en noviembre pasado, mediante una alerta temprana, la Defensoría del Pueblo vaticinara que, en el Catatumbo, se produciría una escalada de violencia debido a los enfrentamientos entre el ELN y una facción de las disidencias, el gobierno no haya tomado medidas preventivas, ahora estemos lamentando semejante tragedia y, encima de todo, el presidente diga que no sabe por dónde entraron ese montón de hombres armados.

Y lo más grave es que lo mismo puede ocurrir en el Norte del Valle, el Bajo Caguán, Quibdó y Cesar, territorios que también han sido advertidos.

Por favor, presidente, no deje que la tragedia se repita.

www.patricialarasalive.com

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