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La cultura de la corrupción

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 24 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Lo que Santos hizo con la paz, Duque lo debe hacer con la corrupción”, dijo el rector de la Universidad Externado de Colombia, Juan Carlos Henao. “Antes (…) había un castigo social a la persona corrupta. Hoy hay una expansión de la corrupción dentro de nuestra cultura”.

La propuesta de Henao es muy importante. Por eso hay que ponerle toda la atención: él sostiene que aquí todo se ha centrado en subir penas y volver imprescriptibles los delitos, etc. Pero las medidas tomadas han sido ineficaces.

Esa afirmación la hace después de promover un profundo estudio de tres gruesos tomos sobre la corrupción en Colombia. Dice que ese cáncer no se soluciona expidiendo normas, pues el problema de fondo está en que “dentro de la forma de actuar normal de los colombianos se incrustó la corrupción”. En entrevista con María Isabel Rueda agrega: “La corrupción se incrustó en el país porque está tanto en las esferas públicas como en las privadas”.

Henao sostiene que todo cambió a raíz del auge del narcotráfico. El corrupto “termina siendo exitoso. Piense en los Nule”, dice, “se paseaban en todas las altas esferas de la política, de la sociedad, de los clubes… En todos lados el corrupto ha adquirido una relevancia social, porque (…) la sanción penal no es la más importante, es la social”.

Y para recuperar la sanción social es que les pide al presidente Duque y a la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez que hagan con la corrupción lo que Santos hizo con la paz: volver el asunto el principal tema de su gobierno, usar la publicidad oficial en prensa, radio y TV para enseñar qué es corrupción, editar cartillas, dar instrucción en los colegios, educar a los profesores: porque la corrupción no es simplemente serruchar en Reficar o recibir sobornos de Odebrecht. La corrupción comienza por aprovecharse de lo público en beneficio propio: por ejemplo, usar el tiempo de los empleados estatales para hacerles favores a funcionarios de mayor rango; o usar los bienes del Estado (carros, helicópteros, etc.) en beneficio personal. Hay una anécdota del presidente Carlos Lleras Restrepo que muestra bien hasta dónde llegaba su concepto de rectitud: una vez, uno de sus hijos necesitaba pegar algo en un trabajo del colegio. Cuando fue a utilizar el frasco de pegante que encontró sobre su escritorio, le dijo: hijo, eso no lo puedes usar porque es un bien del Estado.

Pero la corrupción también está en el ámbito privado. Por ejemplo, cuando en las oficinas los empleados se dedican a chatear con sus amigos o parejas o a distraerse navegando por internet, utilizan el tiempo que les paga la empresa en asuntos personales, es decir que, de alguna manera, roban a la empresa. Con ejemplos similares podemos seguir ad infinitum...

Si la TV, la radio y las redes sociales mostraran sistemáticamente pequeñas historias como las señaladas, iríamos aprendiendo qué es corrupción.

Y, a propósito, ¡felicitaciones a Daniel Samper Ospina por su estupendo video El reguetón de la corrupción. ¡Cómo le queda de bien al senador Jorge Robledo el oficio de reguetonero! Lo mismo que a los senadores Lara, Velasco y Lozano. ¡Y Claudia López y Antanas, con su voz de bajo, no lo hacen nada mal! ¡Pero el que se ve de maravilla, meneando su pata de palo, es el exsenador Navarro! ¡Bravo, reguetoneros!

Y ahora, ¡a alistarnos todos a obedecerle al presidente Duque y a votar sí la consulta anticorrupción del próximo domingo! ¡Así les mostraremos a los colombianos que rechazamos la corrupción!

 

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