¿Llegó la hora del adiós de Laura Sarabia?
- Patricia Lara Salive
- 9 may
- 3 Min. de lectura
Parece que llegó lo impensable: el alejamiento entre Laura Sarabia y el presidente Gustavo Petro. Luego de que, cual perrito faldero, ella lo acompañaba a todo mientras ocupó los cargos de jefa del despacho y directora del DPS y del DAPRE, poco se les ha vuelto a ver juntos desde comienzos de este año, cuando Laura fue nombrada canciller y Armando Benedetti, su antiguo jefe y ahora su enemigo, aterrizó en la Casa de Nariño, primero como jefe de despacho y luego como ministro del Interior.
Seguro para evitarse dolores de cabeza, no obstante que Sarabia no tenía ni el conocimiento ni la experiencia para desempeñarse como canciller, el presidente optó por “botarla para arriba” y nombrarla ministra de Relaciones Exteriores, tal vez porque la cercanía física de sus dos más queridos funcionarios, que se odian, haría corto circuito.
Así las cosas, Laura pasó a despachar en el Palacio de San Carlos mientras que Benedetti entraba y salía de la Casa de Nariño como Pedro por su casa. De modo que la pelea por quién estaba más cerca del presidente la ganó Benedetti.
Pero pronto comenzaron los desencuentros entre Petro y Sarabia por el manejo de la política exterior. El primero se dio a raíz de la petición de ayuda que, sin conocimiento de Petro, Sarabia les hizo a los expresidentes, incluido Uribe, para que colaboraran en el apaciguamiento de los ánimos en Estados Unidos con el fin de evitar que Trump nos clavara aranceles del 25 % en represalia por la devolución de los deportados y los trinos salidos de madre que Petro lanzó de madrugada. Entonces la discrepancia entre presidente y ministra no pasó a mayores.
Pero luego reeligieron al presidente de Ecuador, Daniel Noboa, de derecha, quien se enfrentó a la izquierdista Luisa González. De inmediato, la canciller felicitó a Noboa. Sin embargo, poco después, Petro la desautorizó con un trino en el que desconocía el triunfo.
Y el 30 de abril ocurrió algo que tuvo que molestar mucho a Petro: Sarabia se exhibió yendo a la Fiscalía a comparecer contra el ministro del Interior, portando unas carpetas en las que se leía: “Caso penal contra Armando Benedetti. Violencia contra la mujer y otros delitos”. Entonces declaró: “Estar y ser parte del Gobierno no significa que deba abandonar la protección de mis derechos, rendir declaraciones o presentarme ante las autoridades competentes”. Luego le agradeció su apoyo a Petro.
Finalmente, el martes, la Cancillería citó a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, cuerpo consultivo cuyas opiniones no son de obligatorio cumplimiento, para socializar el memorando de entendimiento con China sobre la Ruta de la Seda, con motivo del próximo viaje del presidente a ese país. Y Petro, de inmediato, trinó: “Citaron a la Comisión Asesora. No, yo soy el jefe de las relaciones exteriores de Colombia”. Entonces a la Canciller no le quedó más remedio que cancelar la reunión.
Y a pesar de que, después, ella trinó en defensa del presidente a raíz de las acusaciones que le hizo el excanciller Leyva, como están las cosas, no le quedan sino tres alternativas: renunciar ya y emplearse en el sector privado, donde tiene muy buenos contactos; lograr que el presidente la nombre, por ejemplo, embajadora en el Reino Unido, puesto vacante a raíz de la renuncia de Roy Barreras, o resignarse a que todo siga igual y la relación entre ella y el presidente se deteriore hasta el punto de que explote otro zafarrancho que no les conviene a ninguno de los dos. Y al país menos.
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