¡Que no se rompa el diálogo con el Eln!
- Patricia Lara Salive
- 7 sept 2018
- 3 Min. de lectura
Hoy se cumplen el primer mes de la presidencia de Iván Duque y el plazo que el presidente dio para definir si continúa o no con los diálogos de paz entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional, Eln.
Hasta el momento de escribir esta columna hay sobre la mesa una serie de hechos: por una parte, declaraciones reiteradas de manera pública y privada por parte de Pablo Beltrán y otros negociadores del Eln, que se encuentran en La Habana a la espera de que se reanuden las conversaciones, en el sentido de que quieren continuar con los diálogos, que habían avanzado durante el gobierno anterior. Por otra parte, una posición clara del presidente y del comisionado de Paz, Miguel Ceballos, sobre que el Eln debe definir la liberación de todos los secuestrados antes de mañana, de lo contrario, “no se puede continuar con la mesa”. De otro lado, el Eln, que había aceptado liberar a los secuestrados pero exigía que, en el proceso de liberación, intervinieran los garantes internacionales Cuba y Noruega, ante la negativa del Gobierno, accedió a correr el riesgo y liberó unilateralmente a tres, no obstante los movimientos militares que hay en las zonas. Falta que liberen a los otros seis que secuestraron últimamente cerca al Chocó. Así se completarían los nueve cuya liberación el Eln anunció. Sin embargo, el Gobierno exige que se libere ya a todos los plagiados. Y ahí pueden enredarse las cosas, porque no se sabe en qué condiciones o lugares estén. Además, a lo mejor no todos estén vivos.
El Gobierno y el Eln tienen que tener en cuenta que este es un momento crucial y que no pueden ponerse a jugar con candela: por una parte, el Eln debe comprender que tiene como contraparte a un presidente elegido debido al resentimiento del pueblo colombiano por el accionar de la guerrilla, de lo cual se desprende el corolario de que aquí la lucha armada no tiene posibilidad de éxito. En consecuencia, el Eln debe hacer una profunda reflexión y decidir abandonar la lucha armada y, con ella, la abominada práctica del secuestro. Por otra parte, también tiene que analizar que, a pesar de que el Gobierno fue elegido con un mandato de modificar sustancialmente los Acuerdos de Paz con las Farc, al parecer no va a insistir en su posición ni va a permitir que se impongan las posiciones del ala radical de la derecha extrema uribista. Y, finalmente, debe valorar una rectificación hecha por el presidente Duque, que ha pasado desapercibida, y es la de que, luego de haber nombrado como directora de la Unidad de Protección a una señora que se había dedicado a despotricar contra el proceso de paz y los dirigentes de la FARC, hecho que con razón los llevó a protestar porque con ella al mando de la Unidad sentían que no tenían garantías para sus vidas, ahora nombró a Pablo Elías González, exdirector del CTI, un abogado de izquierda, vertical, valiente y honesto, que está dispuesto a jugársela toda por proteger a los excombatientes y a los líderes sociales.
Y el Gobierno, por su parte, debe entender que la mayoría del país —así lo dicen las últimas encuestas— ha expresado que desea que continúe el diálogo con el Eln y que, por lo tanto, no puede poner ultimátums tan perentorios los cuales, por las condiciones del terreno, por la situación militar de las zonas, por las diferencias internas del Eln o por el estado de los secuestrados, puedan volverse imposibles de cumplir.
¡Más flexibilidad y más comprensión de las partes podrían salvar esta paz! Ténganlo presente…
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