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Señores de la izquierda, ayuden a Venezuela

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 4 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

La crisis venezolana no solo está lejos de resolverse, sino que puede agravarse hasta extremos inmanejables para los vecinos, especialmente para Colombia. Por ello, los demócratas del continente y los dirigentes de la izquierda colombiana que hayan sido cercanos al Gobierno venezolano tendrían la obligación de actuar y de integrar un grupo de personas que le hable al oído al presidente Nicolás Maduro y lo convenza de la necesidad de encontrar caminos de diálogo que impidan que Venezuela se convierta en otra Siria, un país sumido en el horror de una guerra civil a la que no se le vislumbra salida, y que cada día genera legiones de desplazados.

De hecho, ya en Venezuela pasa de 125 el número de muertos producidos durante las manifestaciones de los últimos cuatro meses; ya muchos venezolanos que han cruzado la frontera duermen en las calles de Arauca; ya los hospitales de Norte de Santander están al borde del colapso; ya hay malestar en los departamentos fronterizos porque los venezolanos aceptan que les paguen menos del salario mínimo y, así, afectan el empleo de los colombianos, en fin, ya han comenzado a sentirse los efectos de la crisis, sin que ella haya hecho metástasis aún.

Por eso les hago un llamado a dirigentes como Gustavo Petro, Antonio Navarro, Iván Cepeda, Clara López, Ernesto Samper, Piedad Córdoba y William Ospina para que, en vez de que emitan declaraciones de apoyo a Maduro o guarden un silencio cómplice, se acerquen a él y le hagan ver que Venezuela es un país fracturado por mitad y, por lo tanto, inmanejable, incluso si se aceptan las cifras del Gobierno, que indican que en las elecciones de la Asamblea Constituyente participaron 8 millones de votantes, cifra que ya fue cuestionada no solo por la oposición, que dice que votaron un poco más de 2 millones, sino también por Smartmatic, la empresa que proveyó la tecnología necesaria para la votación, la cual sostiene que la participación fue por lo menos de un millón menos.

Así las cosas, en el plebiscito contra la Constituyente, convocado por la oposición, debieron participar más de 7 millones de venezolanos, lo mismo, o un poco menos, que los que votaron por la Constituyente. Y esa Constituyente pretende nada menos que acabar, como sea, con la Asamblea Nacional elegida popularmente, y reformar la Constitución impulsada por el presidente Hugo Chávez y promulgada por una Asamblea Constituyente convocada, esa sí, con un apoyo popular incustionable.

Y a esa situación crítica desde el punto de vista político se le suman dos factores no menos graves: la díficil crisis económica que atraviesa Venezuela, un país que cabalga sobre una inflación cercana al 700 % y que depende por completo de la venta de su petróleo, cuyo precio cayó a la mitad; y el rechazo internacional al proceder de Maduro, a quien en América Latina solo apoyan Ecuador, Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua, a quien los países europeos ven con muy malos ojos, contra quien EE. UU. decretó sanciones económicas, y a quien solo le queda el apoyo de Rusia y el menos evidente de China.

Si estuviéramos en los años 80, hace rato se habría formado un Grupo de Contadora para ayudar a sacar a Venezuela de la crisis. Pero como hoy América Latina carece de líderes de la talla de los presidentes de entonces, bien vale la pena formar una especie de Grupo de Contadora de los amigos pensantes de Maduro, para que lo hagan entrar en razón.

Ojalá eso fuera posible…

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