top of page

¡Ya está bueno de tanta sangre!

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 10 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Como dice en su columna de Semana Álvaro Jiménez, citando a Francia Márquez, “ya está bueno de tanta sangre”.

(Francia, ganadora en el 2018 del llamado Premio Nobel del Medio Ambiente dado por la Fundación Goldman, es la líder que el viernes se salvó, por fortuna, del atroz atentado perpetrado por desconocidos en Santander de Quilichao contra ella y demás dirigentes de la comunidad negra que, en ese momento, preparaba la reunión que tendrán con el Gobierno a raíz de los compromisos salidos de la minga. Como Francia, 462 líderes sociales han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz. Dirigentes locales y nacionales los han tildado a veces de estar cerca del Eln y de las Farc para así tal vez justificar su muerte. En su página web, la Fundación Goldman describe a Francia como “una formidable líder de la comunidad afrocolombiana”, que “organizó a las mujeres de La Toma y detuvo la extracción ilegal de oro en sus tierras ancestrales”).

Pero sí, ¡basta ya de tanta sangre! Hoy hablaré más bien de poesía: me referiré al poemario Perder el tiempo de Eduardo Camacho Guizado, el gran profesor de literatura de toda una generación de alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, fallecido a los 82 años en España, el pasado enero.

Como homenaje a su memoria, varios de sus alumnos y familiares nos unimos para hacer posible la publicación de su poesía, inédita, hoy reunida en este precioso libro editado por Ícono. En la última página se halla la lista de alumnos contribuyentes: las escritoras Laura Restrepo y Piedad Bonnett, por ejemplo; los periodistas Enrique Santos Calderón y María Elvira Samper; los directores de teatro Ricardo Camacho y Jorge Plata; críticos literarios, editoras, profesores, en fin, toda una generación de intelectuales que marcó a Colombia, país herido en el que pensamos cada instante; país por el que lloramos y batallamos pues no nos resignamos a que lo destruyan quienes quieren saquearlo e incendiarlo y, para ello, asesinan a la mejor gente de sus territorios.

Esa Colombia es la que evoca desde lejos el inolvidable profesor Camacho en este poema suyo que les comparto hoy:

Aquí lejos

La tarde plomiza,

propensa, propicia,

deposita su manta gris sobre los incipientes

retoños de marzo, y la nostalgia,

aguda y suave, pérfida y mimosa,

ha venido,

vestida, como siempre, de melancolía:

ah, tardes de la sabana como esta,

de eucaliptus y alisos y vacas impasibles;

seres queridos que viven sin mí, allá,

lejos, en las laderas de suave kikuyo, hoy

un país sangrante, ayer la juventud,

aquello que he perdido.

Duele desde aquí, desde lejos,

duele cerca, muy cerca, muy dentro.

Musita su adiós el país del ayer,

cielos azules, calor de amigos y de patria, hoy

olores de ceniza, lejanía.

País mío: aunque quieras

hacerte extraño a mí, ajeno,

me parió tu trágica belleza.

Desde mis confusiones, hoy vuelvo a ti;

jamás podré alejarme de tu mano rugosa,

de tu aire sobre el que solo queda el cielo,

de la tibia brisa de tus mares,

de aquella luz que ardía

en la ventana de mi casa

entre el ladrido jubiloso de los perros

y el final estornudo del caballo.

País mío: no quiero morir

sin morir entre la riqueza de tu aroma,

sin temblar en el temblor de aquel abrazo.

Con el cabello ceniciento vuelvo

al azote de aquel viento, allá,

lejos, en la colina de la infancia,

hoy extraña y sin embargo tierra mía

con toda su ceniza.

Entradas recientes

Ver todo
No matemos la música

En medio de esta insoportable peleadera de todos contra todos, sumergidos en esta incapacidad de lograr consensos mínimos para poner al...

 
 
 

Comments


  • Twitter
bottom of page