top of page

Hasta siempre, Heriberto Fiorillo

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 2 jun 2023
  • 3 Min. de lectura

“Es el otoño de 1978 y aún llueve a cántaros en Londres.

Desde el umbral de una puerta que acabo de abrir, la sombra de un hombre termina de alargarse en contraluz sobre la pared interior de mi cuarto de hotel. Enciendo una lámpara cercana y el visitante da un paso atrás, pero anima luego un movimiento doble hacia adelante y entrega a plenitud su identidad. Trigueño, de mediana estatura, apenas en sus treintas, lleva un sombrero encintado de ala doblada sobre la frente, una bufanda alrededor del cuello y viste una gabardina de color caqui, asegurada con el lazo de su propio cinturón de tela. En su mano izquierda, entrecerrado, apuntando al suelo, un paraguas chorrea sobre la alfombra oscura (…).

—Eligio García Márquez —me dice, como iluminado, mostrando sus dientes y estirando la otra mano”.

 

Así comienza Eligio, el texto que Heriberto Fiorillo escribió y que releo hoy, no solo con mi pesar intacto por la ausencia de Yiyo, sino con esta tristeza espesa porque ya tampoco está Fiori, de quien el periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez escribió en el prólogo del libro Nada es mentira: “Cronista mayor de una generación de grandes cronistas, Fiorillo es el único de todos ellos que incurre en dos admirables virtudes: es fiel al legado de sus ancestros y, a su vez, tiene la osadía de apoyarse en ellos para volar hacia otros horizontes”.

Así era…

Mucho se ha escrito sobre Fiori desde el martes, cuando se conoció su muerte: se ha dicho que fue “autor, guionista, cineasta y gestor cultural eminente”; que a los 25 años fue jefe de redacción y subdirector de Cromos; que dirigió y escribió películas como Ay, carnaval, Aroma de muerte y Amores ilícitos; que fue subdirector y libretista del Noticiero de las 7 y en su época este tuvo el mayor récord de audiencia; que luego fue director del Noticiero del Mediodía y después diseñó, produjo y escribió Noticias Uno; que dirigió y produjo el programa Talentos, en colaboración con Daniel Coronell, quien considera a Fiorillo como su maestro; que el Ministerio de Cultura le otorgó la Medalla al Mérito Cultural; que en 2002 creó la Fundación La Cueva, que funciona donde quedaba el bar en el que se emparrandaban los miembros del Grupo de Barranquilla (Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y Alejandro Obregón, entre otros); y que en 2006 se inventó el Carnaval de las Artes, certamen cultural que ha congregado a escritores, músicos, cuentistas, etc. Se ha dicho también que escribió varios libros (Nada es mentira, Arde Raúl, Cantar mi pena, La mejor vida que tuve, El hombre que murió en el bar, Entre líneas, La Cueva. Crónica del Grupo de Barranquilla).

Pero no se ha dicho que Fiorillo estaba escribiendo con furor una novela sobre un hombre que pedía el milagro de cambiar de sexo y que después de empezarla no se podía parar de leer. “Es puro realismo mágico”, me dijo luego de que leí el comienzo.

Eso fue el 19 de febrero, cuando los visité en Barranquilla a Claudia y a él.

Al día siguiente, Fiori me escribió: “Nos encantó estar contigo. (…) Pat, te queremos mucho y aquí estamos para la próxima”.

No hubo próxima, Fiori. Pero quedan tus textos, tus películas y el recuerdo de más de 40 años de amistad. Y quedan tus hijos y Claudia, esa mujer quien con su inteligencia y dulzura supo hacerte feliz y construir contigo un amor sabroso y divertido... Para ellos, mi abrazo fuerte y largo. Para ti, mi hasta siempre, gran Fiori.

Entradas recientes

Ver todo
Una noticia buena

Mientras avanza el más absurdo paro general convocado por el Gobierno contra el Congreso por hundir la consulta popular para someter a...

 
 
 
No matemos la música

En medio de esta insoportable peleadera de todos contra todos, sumergidos en esta incapacidad de lograr consensos mínimos para poner al...

 
 
 

Comments


  • Twitter
bottom of page