La mejor novela de Laura Restrepo
- Patricia Lara Salive
- 30 jun 2017
- 3 Min. de lectura
Las elecciones me habían impedido hablar de Los Divinos, un retrato prodigioso de un narciso oligarquita y aristócrata, un niño consentido, simpático, fiestero y rico, que se convirtió en el monstruo que violó y asesinó a una niña de un barrio marginal. Inspirada en el feminicidio atroz de la chiquita Yuliana Samboní, Los Divinos es, a mi juicio, la mejor novela de Laura Restrepo. Su lectura deja al lector sin aliento.
En la obra la autora retrata a Muñeco, el yuppie-asesino y violador, y a sus cuatro compinches, quienes componen el grupo de los Tutti Frutti. Todos, sin querer y sin pensar siquiera, acaban siendo cómplices del horror, como cómplice termina siendo también la sociedad egoísta y superficial que les da origen. (“Me asalta la sospecha de que en el fondo Muñeco sólo sea la suma potenciada de todos nosotros”, dice uno de sus amigotes).
Los Divinos permite, además, descubrir los antivalores de muchos de los miembros de nuestra clase alta, privilegiada y hueca, interesada ante todo en la satisfacción de sus deseos y placeres. Por eso le queda tan fácil criar hijos narcisos, de ego desbordado, muchachitos “bien” levantados en cunas de oro, a quienes sólo les importa, como dice Laura, “lo lindo, lo fácil, lo que adorna al propio ego y le produce bienestar, la buena mesa, los viajes a hoteles de lujo, el culto al físico perfecto, la ropa costosa y de marca, el bronceado… Es un infantilismo y una necesidad de mantenerse en lo superficial como si todo fuera juego: la vida como parque de diversiones donde se viene a pasarla bien, en compañía de los que son como tú, se visten como tú, tienen un carrazo, un penthouse y una fincaza como los tuyos”.
El retrato de Muñeco no es el primero que Laura hace de un narciso. El primero fue el del Midas MacAllister en Delirio, con la diferencia, dice ella, “de que el Midas era producto del arribismo y del dinero de la mafia, mientras que Los Divinos son narcisos y niños bien de nacimiento, hijos de familias tradicionales”.
Otro logro de la novela es el lenguaje específico de cada uno de los cinco Tutti Fruttis quienes, junto con La Niña, intercalan sus relatos para conformar el libro. Para recrear ese lenguaje Laura contó con la ayuda de su hijo y de sus sobrinos, quienes “conocen bien y desde dentro a esa generación ya lejana de la nuestra”. Pero, ante todo, ella lleva “años de estar parando oído a los muchos lenguajes de nuestra ciudad, sobre todo, a sus discursos secretos”.
Y Laura agrega: “En medio de la rígida compartimentación geográfica y social, se dan en Bogotá esos raros puntos de cruce donde el estrato seis se toca con el estrato uno, donde el barrio rico empata con el arrabal. Ese es un cable de alta tensión, donde cualquier cosa puede suceder. Uno de esos puntos de cruce es el escenario central de la novela. Apuntarles a estos rasgos específicos de Bogotá era parte de mi propósito en el libro, pero también, o sobre todo, me interesaba ver en ese crimen atroz un indicio de esa cultura muy actual y afianzada por todo el mundo de lo que se ha dado en identificar como narcisismo”.
Definitivamente, Los Divinos es una novela que por miles de razones sociológicas y de técnica literaria hay que leer. Además, a su autora acaban de otorgarle el premio Córdoba por la Paz-Antonio Gala de Narrativa, “por ser una de las voces fundamentales de la literatura hispanoamericana actual”.
¡Y sí que lo es!
¡Felicitaciones de corazón, querida Laura!
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