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La voz de un general

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 30 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

El 16 de diciembre, a las tres de la tarde, Eduardo Efraín Navarro, carpintero de 86 años, hermano de Chavita, quien desde hace años me ayuda en la vida, salió de la pieza donde vivía en Ipiales con su mujer. Quería caminar un poco... Minutos después Eduardo fue encontrado en la calle, tirado en el piso, golpeado y muerto. Le habían robado el reloj y, seguramente, al ver que no llevaba dinero, lo mataron a golpes. Ningún policía lo defendió. La Fiscalía no apareció…

Durante una reciente novena de Navidad, realizada en un condominio de Bogotá, a la que asistía el hermano de un general retirado del Ejército, varios tipos armados con pistolas entraron en dos Mercedes-Benz, atracaron a los invitados, se llevaron todo lo que tenían y, a la salida, se robaron dos Toyotas. Una de ellas tenía un dispositivo que permitía ubicarla digitalmente. Cuando se fueron los atracadores, una de las víctimas llamó a la policía y rodearon el área. El dispositivo de la Toyota indicó la dirección donde se encontraba. Pero la policía no hizo nada. A las cuatro horas, cuando la Fiscalía llegó y les dio la orden de actuar, la Toyota ya no estaba en el lugar indicado por el dispositivo.


Entonces el general llamó al encargado de la policía y lo increpó:


“¿Pero por qué no actuaron?”.



“Porque la Fiscalía no nos había dado la autorización”, le respondieron. “Y porque cualquier cosa que hagamos nos pone en alto riesgo. Lo mejor es no actuar…”.


A ese temor a que los procesen, que según el general tienen los miembros de la Policía y del Ejército, se suman —dice él— “los actos despectivos del presidente, el desplante en la Escuela General de Cadetes y el hecho de que la Policía quedó con 10 generales, de más de 35 que tenía, y cualquier empresa que le saquen el 70 % de su personal de primer nivel queda en una situación precaria”. Además, afirma el general, “hay cambios en la política de seguridad que requieren apoyo de la Fuerza Pública, y están las invasiones de tierras... Pero se necesita diálogo, entendimiento, coordinación. Es que las intenciones se comunican por televisión, pero no se concretan, no se concertan, solo se escuchan discursos de ataque… Las Fuerzas se sienten atacadas, arrinconadas y eso genera malestar, falta de estímulo para actuar. Se necesita dialogar, que se desarrolle con las Fuerzas una comunicación profunda, que se construya confianza, como ocurría en la época de los ministros Lloreda, Esguerra, Santos… Ahora no se está mirando para el mismo lado. Hay mucho ruido y poca esencia. El país necesita que haya cambios. Pero se requiere una orquesta armónica, que interprete la misma partitura. Ahora todo lo que oigo es ruido”.


Hasta aquí los comentarios del general, que bien vale la pena tenerlos en cuenta. Porque en la Colombia profunda, en las regiones, se vive una situación difícil: están agobiadas por la violencia generada por la delincuencia común y las bandas criminales, algunas de las cuales se acogerán a la política de “paz total”, en la que creo. Esa política logrará, probablemente, que la violencia disminuya a la mitad. ¡Eso es mucho! Pero quedarán otras bandas que seguirán delinquiendo y lucrándose con el narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal. Continuará habiendo desalmados que, por nada, maten a ancianos como el hermano de Chavita.

A no ser que haya un Ejército y una Policía que funcionen. Y que obedezcan por amor a Colombia.


¡Les deseo un muy feliz 2023!

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