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Se acabó la guachafita

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 29 jul 2022
  • 3 Min. de lectura

Se acabó la guachafita”, es el mensaje que en la práctica, con el nombramiento del exmagistrado auxiliar Iván Velásquez como nuevo ministro de Defensa, les envía el presidente electo, Gustavo Petro, a los militares que tengan rabo de paja por haber participado en hechos de corrupción o en graves violaciones a los derechos humanos. A esos militares que deshonran su institución ese mensaje les debe haber causado ira, malestar y miedo, como se lo causó al uribismo, ya que muchos de sus principales políticos, empezando por Mario Uribe, primo y aliado electoral del expresidente Uribe, fueron puestos presos por sus vínculos con los paramilitares, en virtud de las investigaciones dirigidas por el nuevo ministro de Defensa.

Pero el nombramiento de Iván Velásquez ha caído muy bien en muchos sectores: primero, según ha sabido esta columna, en el Gobierno estadounidense, que quiere ver en Colombia a unas Fuerzas Armadas honestas y respetuosas de los derechos humanos; segundo, en los sectores progresistas del país, y tercero, seguro ha significado un bálsamo para ese sinnúmero de militares que aman su institución, se sacrifican por ella, le sirven al país desinteresadamente y a quienes les duele que, a cada rato, Colombia y el mundo se enteren de que sus hombres fueron autores de crímenes atroces, de violaciones a los derechos humanos y de vulgares delitos de corrupción. Para ellos el nombramiento de Velásquez es una buena noticia y una garantía de que esas Fuerzas Armadas que tanto quieren se van a depurar, van a ser de nuevo una de las instituciones más queridas y respetadas en el país, van a recuperar el prestigio que han perdido en el gobierno de Iván Duque, durante el cual su imagen, según estudio de Invamer, descendió casi 15 puntos.

Ahora, claro está que para realizar su tarea con éxito el ministro Velásquez tiene que ser muy prudente, entrar con pies de plomo en un mundo desconocido para él y desarrollar una enorme capacidad de empatía para escuchar a los militares y soldados, para entenderlos, para mirarlos como seres humanos y para colocarse en su lugar, especialmente en el de aquellos que se han enfrentado a los más encarnizados combates, han sido emboscados, heridos o mutilados, y sienten que la justicia, a ellos, no les da suficientes garantías. El ministro Velásquez tendrá que saber ser su vocero.

Pero también, como seguro lo hará, tendrá que encontrar la forma de separar de la institución a quienes hayan cometido actos de corrupción o hayan estado involucrados en falsos positivos u otros crímenes. Así lo hizo el entonces ministro Juan Manuel Santos cuando se descubrió el horror de los falsos positivos: sacó de las Fuerzas Armadas, de manera fulminante, a 27 militares involucrados en esos hechos y con ese mensaje contundente los falsos positivos bajaron prácticamente a cero.

El mensaje que les enviará a las Fuerzas Armadas el ministro Iván Velásquez también será, sin duda, el de cero tolerancia a la corrupción, a la connivencia con grupos armados y a las violaciones a los derechos humanos. ¡Enhorabuena!

Les expreso toda mi solidaridad a la Policía y a las familias de esos 30 agentes, hombres y mujeres, que mientras cumplían con su deber fueron asesinados por la espalda en virtud del macabro “plan pistola” emprendido por el Clan del Golfo. Señores de TODOS los grupos armados, ¡paren YA la muerte! ¡No más!

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