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¡Bien, Claudia! ¡Ojo, Petro!

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 10 ene 2020
  • 3 Min. de lectura

El comienzo de la gestión de Claudia López augura no solo un gobierno incluyente y, contra todo pronóstico, tranquilo, no obstante el temperamento confrontativo que había exhibido antes, sino también que ella llenará el vacío de liderazgo que existe porque, ante situaciones delicadas, el presidente Duque guarda silencio o asume posiciones contrarias a lo que la gente quiere y siente. Así ocurrió con el descubrimiento del bombardeo de los niños, cuando ni siquiera tuvo una palabra de condolencia para sus madres; con el hallazgo de la fosa en Dabeiba colmada de cadáveres de falsos positivos, horror sobre el que no se pronunció, y con el paro y los cacerolazos, ante los cuales, en lugar de escuchar a sus líderes, armó una conversación nacional que probablemente no pare en nada. Mientras tanto, Claudia López dijo lo que la gente necesitaba oír: que el presidente debía escuchar primero a los líderes de la protesta y que el diálogo no era “para explicar con más profundidad las políticas gubernamentales y para comunicarlas mejor”, sino “para, con humildad, reconocer errores, hacer cambios y hacer concesiones”.

Y como gobernante, Claudia pronunció un discurso con cinco objetivos que, si logra cumplir, aun cuando sea en parte, hará una alcaldía que se recordará por años: poder vivir sin miedo; garantizar la educación superior gratuita con conexión al empleo; liberar más tiempo para la familia y las actividades lúdicas y no para el trancón; hacer reverdecer la ciudad, y lograr que Bogotá Región se convierta en el mejor hogar para los colombianos.

Además escogió un gabinete con criterios técnicos y de transparencia, ajenos a clientelismos y corruptelas, y tomó medidas que muestran su liderazgo: por ejemplo, designó como veedor a Guillermo Rivera, un hombre inteligente, estudioso, exministro del Interior del gobierno anterior, quien, con seguridad, atajará con perspicacia los goles de corrupción que quieran meterle al Distrito. Le pidió al Partido Verde que le cediera la presidencia del Concejo a Carlos Fernando Galán, su contendor en la lucha por la Alcaldía, pues representa a más de un millón de votantes y la alcaldesa cree que tiene, con él, más afinidades que diferencias, actitud que demuestra que seguro Claudia hará un gobierno capaz de reunir las mayorías necesarias en el Cabildo y evitará confrontaciones políticas innecesarias. Y ratificó por un tiempo a Andrés Escobar, gerente del Metro puesto por el exalcalde Peñalosa y acusado por algunos de corrupción (¿con qué fundamentos?), pues consideró que, primero, debía conocer a fondo ese complejo proyecto, apenas en ciernes, para después nombrar frente a él a una persona nueva.

Pero esas sensatas medidas, paradójicamente, despertaron la ira de su antiguo amigo Gustavo Petro, quien no le perdona que, siendo candidata, dijera que cumpliría el contrato del metro de Peñalosa; haría el metro elevado en vez del subterráneo que quería Petro, pues el incumplimiento del contrato le generaría a Bogotá enormes costos, y construiría sobre lo construido, única actitud que garantiza que las ciudades progresen.

Así que ¡va bien, Claudia!

Pero ¡ojo, Gustavo Petro! Debería recapacitar sobre su actitud hacia Claudia López, porque a base de atacarla y enviar trinos contra cada decisión de su exaliada está pareciéndose cada vez más a quien tal vez menos quisiera parecerse: Álvaro Uribe, que no logró aceptar que él ya no es el presidente, como tampoco usted ha logrado aceptar que ya no es el alcalde.

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