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Como borregos

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 25 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

Ha pasado desapercibido para la opinión el experimento realizado por Corpovisionarios, entidad liderada por el exalcalde Antanas Mockus, el cual demuestra que el fanatismo y la obediencia a ciegas a los postulados de los líderes de los extremos del espectro político nos están llevando a una irracionalidad y a una estupidez política, que bien puede desembocar en que cualquier dictadorzuelo se instale y se atornille en el poder.

Resulta que Corpovisionarios escogió a 32 colombianos divididos por mitad entre seguidores del expresidente Álvaro Uribe y del exalcalde Gustavo Petro, y agrupó a los 16 uribistas en un lado y a los 16 petristas en otro.

Entonces les presentaron cuatro frases. Unas dichas por Uribe, que se las mostraron a los petristas, diciéndoles que eran afirmaciones de Petro, y viceversa.

Los participantes debían indicar qué tan de acuerdo estaban con ellas. En algunos casos, era evidente que habían sido hechas por sus respectivos autores, pues utilizaban el lenguaje típico de ellos: por una parte, hablaban, por ejemplo, de “la Bogotá Humana” y de la necesidad de “detener el fascismo” y, por otra, de las “altas tasas de inversión” y de que había que “apoyar la competitividad”.

El resultado no pudo ser más disparatado y sorprendente: la inmensa mayoría de los uribistas manifestaron que estaban de acuerdo con lo que ellos creían que había dicho Uribe, no obstante que lo había dicho Petro, y viceversa.

La sorpresa de los participantes fue tal que alguno confesó que sentía vergüenza y otra dijo que tenía “mucho miedo” por el país, pues “estamos creyendo ciegamente en figuras y no nos estamos fijando en qué necesitamos”.

Por supuesto, miedo tenemos que sentir, ante la incultura política del país; ante la falta de discernimiento de la mayoría; ante su incapacidad para el análisis.

Y es que esa falta de análisis puede conducir a que, en el momento menos pensado, ante el descontento fomentado por la avalancha de mensajes descalificadores y repletos de odio, llegue al poder cualquier populista devastador.

Tal vez convendría que los espacios de opinión se desmontaran un poco de esos formatos que se han impuesto, en los que se convoca a dos seguidores de un líder y a dos seguidores de otro, para que se agarren en vivo y en directo, muchas veces hablando todos al tiempo, y les den paso a formatos en los que se propicie el análisis de la información, de la coyuntura y de los problemas. Eso da menos rating pero le conviene más al país.

Es que hay que tener muy en cuenta la advertencia que, en la revista Semana, hizo Joaquín Villalobos, antiguo combatiente del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), quien señaló que, en Colombia, nos puede ocurrir lo mismo que en El Salvador: que después de un proceso de paz exitoso, la polarización impidió que las fuerzas moderadas se fortalecieran, y “convirtió una oportunidad en un desastre”.

“Con la polarización extrema”, afirma Villalobos, “la racionalidad pierde valor, las emociones toman control, el fundamentalismo derrota al pragmatismo, la calidad de la política y de los políticos se degrada, la inteligencia se convierte en defecto, la incompetencia se vuelve crónica, los acuerdos se vuelven imposibles, los problemas se quedan sin resolver y el país se va al infierno.”

Es una buena reflexión que los medios y los que tanto dicen amar la Patria bien podrían tener en cuenta.

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