Gracias, Francisco de Roux
- Patricia Lara Salive
- 26 ago 2022
- 3 Min. de lectura
Mañana termina la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad. Deja una obra monumental, un informe de cerca de 10.000 páginas en las que se encuentran miles de testimonios de víctimas de todas las violencias, desgarradores y ciertos, pero inverosímiles por la crueldad de lo que relatan; hechos incontrovertibles porque son eso, hechos. Como son incontrovertibles las cifras que se muestran: 450.664 muertos dejados por la guerra entre 1985 y 2018. De ellos, el 80 % fueron civiles y apenas el 20 % combatientes. Los desaparecidos sobrepasan los 120.000. Los secuestros sumaron 50.770 entre 1990 y 2018. Hubo 16.238 casos de reclutamiento infantil, la inmensa mayoría por parte de las guerrillas. Y 6.402 falsos positivos, que constituyen una vergüenza para las Fuerzas Armadas y son un crimen de la magnitud del holocausto. Por ese horror, las Fuerzas Armadas, como institución, con sus comandantes en jefe y sus generales a la cabeza, hace mucho tiempo han debido pedir perdón. Pero aún no lo han hecho.
El informe de la Comisión incluye un volumen de hallazgos y recomendaciones. Pero de él se extraen tres conclusiones muy importantes e incontrovertibles:
La primera, que hay que parar la guerra ya, a como dé lugar. Ningún costo que se pague para detener la guerra es alto si se compara con el beneficio que trae la paz. La guerra degrada al ser humano, lo convierte en un monstruo, lo arroja a un infierno de podredumbre y crueldad. Hay que rescatar a los seres humanos que han caído en el infierno de la guerra. Hay que parar la guerra ya.
La segunda conclusión es que hay que cambiar nuestra cultura generadora de violencia: tenemos que dejar de dividir el mundo entre buenos y malos, de considerar que nosotros somos los buenos y los otros son los malos, concepción que lleva a creer que es legítimo eliminarlos. Tenemos que aprender a vivir sin excluir a los demás: los negros, los indígenas, los miembros de la población LGBTIQ+, los drogadictos, los pobres… Tenemos que construir un “nosotros”. En este país no existe un “nosotros”. Para lograr el cambio de la cultura generadora de violencia, hay que llevar el informe de la Comisión a los colegios y las universidades, así se paren en la cabeza y vociferen las dos parlamentarias estridentes e irrespetuosas que decidieron erigirse en jefas de la oposición.
Y hay que reformar el modelo de seguridad, como lo ha repetido el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. Es que un modelo de seguridad que ha dejado más de 450.000 muertos, 120.000 desaparecidos, 50.000 secuestrados y 10 millones de víctimas no puede considerarse exitoso. Al contrario, ha sido un absoluto fracaso.
Así que, para lograr una transformación, para conquistar la paz, Colombia requiere cambiar el chip. Para ello necesita reconocer y aceptar lo ocurrido en el conflicto, parar la guerra, abandonar la cultura generadora de violencia y reformar el modelo de seguridad.
Pero ese cambio ya comenzó a darse. En gran medida, que ello haya sido así se lo debemos a ese enorme ser humano, a ese sabio valiente y enamorado de los que sufren que es Francisco de Roux. A él y a sus compañeros de la Comisión de la Verdad, entre quienes recuerdo muy especialmente a los que se fueron, Ángela Salazar y mi gran amigo el escritor Alfredo Molano, les doy unas GRACIAS muy grandes. Colombia nunca terminará de agradecerles el bien que le han hecho... Por eso, por enésima vez, le digo: ¡gracias, Pacho!
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