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Lecciones desde Brasil

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 13 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

El reciente asalto a los edificios del Congreso, la Corte Suprema de Justicia y la Presidencia de Brasil —donde por fortuna no se encontraba el presidente Lula, porque de haber estado ahí hubiera corrido grave riesgo—, unido a la exigencia que los seguidores enfurecidos del expresidente Bolsonaro hacían a las Fuerzas Armadas brasileñas para que derrocaran al presidente legítimamente elegido, deja varias reflexiones:

La primera, que hay vasos comunicantes entre los movimientos de extrema derecha del continente: lo sucedido en Brasilia es una imitación del asalto al Congreso de EE. UU., perpetrado dos años antes por las turbas trumpistas que desconocían el triunfo legítimo del presidente Biden, igual que las bolsonaristas con Lula. De modo que la tarea de los demócratas y los sectores progresistas del continente, ahora más que nunca, es defender la democracia por encima de todo, para lo cual hay que comenzar por solidarizarse con Lula, quien no la tendrá fácil ya que deberá gobernar un país dividido casi por mitad y lidiar con una oposición violenta y sin escrúpulos dirigida desde Florida por el fascista Bolsonaro, seguramente asesorado por Trump, otro tipo carente de límites.

La segunda, que el asalto contó con la complicidad de Anderson Torres, secretario de Seguridad del Distrito Federal de Brasilia, quien fue ministro de Justicia de Bolsonaro. Como lo reporta la Deutsche Welle, siendo Torres responsable de la seguridad de Brasilia, “miles de bolsonaristas radicales vagaron con total libertad por las sedes de los tres poderes y destrozaron mobiliario de gran valor durante cuatro horas”. Torres fue destituido de su cargo ese mismo domingo por Ibaneis Rocha, gobernador de Brasilia, quien después también fue apartado temporalmente de sus funciones, “por su supuesta omisión a la hora de detener a la horda bolsonarista que asaltó las sedes de los tres poderes”. Pero también es evidente, según videos divulgados por los medios brasileños, que algunos policías fueron cómplices de los hechos al adoptar una actitud de brazos caídos pues, frescos y sin inmutarse, se quedaron mirando a los asaltantes que invadían las instalaciones de los tres poderes y, en lugar de actuar, les tomaron fotografías. Por esa razón, el Gobierno de Lula, que cree que la insurrección de los bolsonaristas fue posible por la complicidad de la Policía de Brasilia, decretó una intervención federal del área de seguridad de la capital brasileña hasta el 31 de enero, lo cual significa que las corporaciones policiales dependerán de la administración central hasta esa fecha, a través de un interventor que recibirá órdenes directas de Lula.

Y la tercera reflexión es que lo ocurrido en Brasil debe llevarnos a agradecer la actitud de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, las cuales han sido respetuosas del resultado electoral a pesar de las diferencias que hubo entre el candidato Gustavo Petro y el anterior comandante del Ejército, y de la poca simpatía de algunos sectores militares y policiales le tienen al actual presidente. Para ser justos, hay que hacerle el mismo reconocimiento a la oposición, encabezada por el expresidente Uribe, quien no solo reconoció el triunfo de Petro, sino que se mostró dispuesto a dialogar con él y a mantener abierto un canal de comunicación que les permita discutir sobre distintos temas. Sin duda, esas son lecciones de democracia.

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