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Llegando de Trumpland

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 9 dic 2016
  • 3 Min. de lectura

Días después de la elección de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, una profesora de Harvard, dominicana, blanca con facciones de mulata, lider de una campaña para que la universidad adquiera ese status especial que impide que deporten a los estudiantes indocumentados, caminaba por el campus cuando unos tipos le echaron café en la cara y le gritaron: “go back to México”.



Antes, otros monos ojiclaros les gritaron a unas estudiantes latinas: “go Trump, go Trump”.



Y en el Upper West Side de Manhattan, a un amigo peruano, trigueño, una gringa del color de la leche lo insultó porque en una lavandería atestada de gente, a donde él ha ido desde hace 20 años, sin ningún motivo decidió que él estaba acosando a su hija.



—¡Cuando no la había rozado siquiera!—, dijo él.



Esos fueron los casos de hostilidad contra latinos que me tocaron de cerca durante el mes que pasé en Estados Unidos, sin contar los muchos que supe y que se han dado luego de la elección de Trump, registrados con alarma por los principales diarios estaunidenses.



Y es que Trump, con su estridencia anti- mexicana y su insistencia en construir el muro en la frontera, lo cual afecta a los que hablan español (para la mayoría de los gringos todos los latinos somos lo mismo); con sus ataques al Islam; y con su invitación a “hacer a América grande otra vez”, ha destapado la rabia reprimida contra los inmigrantes, en ese país construido y desarrollado precisamente por el trabajo sin tregua de esos extranjeros que hacen allá los oficios duros que los norteamericanos blancos no suelen hacer.



—¿Por qué cree que esa rabia se está manifestando más contra los latinos que contra los negros?—, le pregunté al periodista Daniel Coronell, director de Noticias de Univisión.



—Porque piensan que los negros, al ser norteamericanos, tienen derecho a estar en Estados Unidos: no los pueden devolver para África. En cambio, para los latinos estar aquí es un privilegio: aquí los extranjeros no tienen derechos sino privilegios—, explica.



Después de elegido, Trump ha insistido en que es hora de unir a ese país diverso. Pero ¡quién sabe cómo piensa hacerlo si, al mismo tiempo, ha nombrado como asesores cercanos a reconocidos racistas con fobia contra el Islam y los inmigarntes en general!



¡Qué angustia que eso ocurra en un país donde cualquiera tiene derecho a portar un arma y a dispararla cuando quiera!


¡Qué miedo!



***


TREMENDO DISPARATE. La multa de $200.000 millones impuesta por la Contraloría Distrital al exalcalde Gustavo Petro, dizque por causarle un detrimento patrimonial al Distrito al reducir la tarifa de Transmilenio en el 2.012, es un exabrupto. La Contraloría Distrital, al considerar que las empresas del Estado se rigen por el ánimo de lucro que anima a las empresas privadas y no por el del servicio a la comunidad, desconoce el concepto del servicio público. Si Petro se hubiera enriquecido con esa acción, o si hubiera perseguido beneficio distinto al de aliviar las cargas de los más pobres, bienvenida la sanción. Pero ese no es el caso. Por otra parte, los móviles de la sanción son bastante sospechosos, por cuanto ella conlleva una inhabilidad política de cinco años, a no ser que Petro pague la multa; y va dirigida nada menos que contra el aspirante a la Presidencia que va de segundo en las encuestas. ¿y quién tiene semejante suma de dinero? No creo que Petro la tenga, en todo caso.

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