Presidente, por favor, frene ya el paramilitarismo urbano
- Patricia Lara Salive
- 4 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Ahora que se han publicado editoriales advirtiendo el peligro que significan los ataques contra manifestantes realizados por civiles armados en presencia de policías que parecen ciegos, sordos y mudos, es decir, ahora que muchos claman porque no prospere el paramilitarismo urbano, vale la pena recordar, para que el fenómeno no se repita en las ciudades, que el paramilitarismo rural creció y se consolidó gracias a la complicidad de sectores militares, políticos y empresariales.
Para corroborarlo, no es sino leer lo dicho en el 2009 por Salvatore Mancuso, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), ante el Tribunal de Justicia y Paz. (No obstante, el general Rito Alejo del Río —a quien Uribe ofreció, en 1999, un homenaje de desagravio por las investigaciones que se hacían en su contra por vínculos con paramilitares— acaba de asegurar en la JEP que él jamás se reunió con las Auc).
Dijo Mancuso: “A Rito Alejo del Río lo conocí en el Nudo de Paramillo, en una primera reunión que se hizo en El Diamante junto con Carlos Castaño (y) Rodrigo Doble Cero. Y luego en otra reunión en un sitio llamado 21 (…), entre San Pedro de Urabá y Valencia (...), donde (estuvimos) Carlos Castaño, Alemán (y) yo”.
“¿Se reunía con frecuencia con el general Rito Alejo?”, le preguntó el juez.
“Así es, doctor. Yo estuve en la Brigada XVII (…) patrullando con el Ejército (…). Entramos al latifundio donde quedaba el campamento madre del Bloque José María Córdova y allá nos recogió un helicóptero, porque se estaban tomando Urrá y secuestraron a los suecos constructores de Urrá. El helicóptero que nos recogió tenía que aterrizar en Tierralta, porque yo iba a apoyar las tropas del Ejército (…). Me descargaron a mí con los hombres: estábamos en ese momento como 12 (o) 13 hombres en la Brigada XVII. Llegamos barbados, con fusiles (que) nos puso el Ejército, M-16, AUG MK-47, y dormimos allá (…). Esa noche me reuní con el comandante de la Brigada XVII (y con) el de la XI (…). Yo hablaba por radio de comunicaciones del Ejército, por teléfono con ambos (…). Al día siguiente me sacaron hasta (…) la base militar de Tierralta. Ahí (…) planificamos la operación de rescate de los suecos, pero ya la guerrilla llevaba muchísima ventaja (…). Hubo combates fuertísimos (…). Yo antes combatía hombro a hombro con el Ejército (…). Ahora todo el mundo niega que combatía a mi lado (…), que me conocía (…). El paramilitarismo de Estado y las operaciones encubiertas no fueron el producto de algunas mentes enfermizas (…); tampoco, el resultado de la reacción fanatizada de algunos oficiales (…). Tales acciones ilegales fueron el resultado directo de la aplicación de una concepción (…) que se señala en las academias militares (…) y se (difundió) entre los llamados sectores dirigentes del campo político y económico”. Hasta ahí las palabras de Mancuso.
Ahora, si el presidente, el director de la Policía y demás autoridades y estamentos civiles y militares no toman conciencia del peligro en que estamos, si no descalifican de manera contundente y muy pública cada transgresión policial y cada complicidad con el hecho de que civiles ejerzan justicia por su propia mano, hoy se puede cocinar un paramilitarismo urbano que resulte de la aplicación de una política de “dejar hacer, dejar pasar”, venida desde lo alto... Eso sería nefasto y volvería definitivamente invivible el país urbano, como invivible se volvió durante años gran parte de la Colombia rural.
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