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Usted responde, senador Uribe

  • Foto del escritor: Patricia Lara Salive
    Patricia Lara Salive
  • 13 oct 2016
  • 3 Min. de lectura

A Uribe le llegó el momento de consagrarse como el gran líder que pase a la historia como hacedor de la paz.

Primero porque combatió a la guerrilla hasta convencerla de que no podría ganar la guerra y, segundo, porque cuando se acordó el pacto de paz entre el Gobierno y las Farc y su oposición a él logró imponerse por muy pocos votos en el plebiscito, se irguió como el gran dirigente que depuso sus pasiones y, en vez de atravesarse como mula muerta al deseo de desarmarse que han demostrado las Farc, optó por proponer modificaciones al acuerdo que fueron aceptadas por ellas.

En ese caso, Uribe llegaría a ocupar un puesto destacado en nuestra historia.

Pero, si por el contrario, su posición sigue siendo la de avanzar con paciencia, es decir, la de dilatar que se llegue a un acuerdo pronto y, ante cualquier provocación, vuela en pedazos el cese del fuego o, lo que es peor, la guerrillerada, hoy dirigida en sus zonas de seguridad por sus mandos medios, ante el desconcierto y la falta de claridad sobre su futuro, se fracciona y se vuelve inmanejable para este gobierno y para los próximos, Uribe pasará a la historia como el líder más mezquino y despreciable que haya tenido este país.

Y es que el anhelo de conseguir una paz completa, que está a la vuelta de la esquina, es mucho más evidente ahora, sobre todo después de iniciada la etapa pública de las negociaciones con el Eln. Así lo demuestran las movilizaciones populares que en todo el país exigen un acuerdo ya, y así lo dicen también casi 400 empresarios, entre los que están los representantes de los principales grupos económicos, quienes afirman que “el país se encuentra en un momento único en su historia, el cual debe ser aprovechado por la sociedad para concretar un acuerdo de paz en forma expedita”, y agregan que “es responsabilidad de esta generación hacer todos los esfuerzos en este sentido”. Además, hacen “un llamado a los representantes” del Sí, del No y de las Farc “para que impere la razón(…), dedicando sus máximos esfuerzos a la búsqueda pronta y decidida de un acuerdo definitivo, incluyente y sostenible dentro del marco de un Gran Pacto Nacional que conduzca a la unidad de la Nación”.

Sin embargo, en esta coyuntura se pierden de vista asuntos fundamentales: el primero, que la negociación no es con el Gobierno sino con las Farc. El segundo, que en este momento difícil las Farc han sido sensatas. Y el tercero, que el eje del pacto de paz es el acuerdo sobre justicia y que él no se puede romper.

Uribe ha hecho observaciones factibles de incorporar, como la de que “se debe privilegiar la erradicación manual de drogas ilícitas, sin que el Gobierno pierda la facultad de fumigar cuando lo estime conveniente, siempre con el cuidado de no hacer daño al ser humano”, etc. No obstante, insiste en presentar sus “lineamientos generales sobre aspectos de fondo”, es decir, en echar por la borda el paciente trabajo que el equipo negociador hizo durante más de cuatro años.

Pero, senador Uribe, no se equivoque: ¿no ve las inmensas manifestaciones de gente que en las calles pide un acuerdo ya? ¿Por qué no transa y ocupa el puesto que le corresponde en la historia? ¡Ceda! ¡No quede de responsable de nuevos miles de muertos!

Como sé que pronto se definirá la paz, les pido que envíen más estrofas para agregar a Para La Guerra Nada. En diciembre, un jurado de tres buenos poetas premiará a la mejor.

 

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